La oposición, fracasada e inútil, no puede frenar el capricho de AMLO; la disidencia del obradorismo, sí lo podría hacer

Por Mario Rosales Betancourt

Imagen ilustrativa: El Economista | Shutterstock

La voluntad unipersonal de AMLO se impondrá y lo importante para él ─en lo que no está dispuesto a ceder─ es que los ministros de la Corte, magistrados y jueces sean electos por el pueblo y que la reforma esté lista en septiembre, antes de que él dejé de ser el presidente. Así, terminará entre vítores y aplausos por haber implementado un “honesto, eficiente y profesional sistema de justicia”, en forma “justa, pronta y expedita”.

Pero, en cuanto la reforma judicial sea un fracaso y siga la corrupción, la impunidad, el rezago y se agrave la desconfianza en el estado de derecho en México ─con todas sus consecuencias económicas, sociales y políticas─ quien pagará los costos políticos, recibirá críticas y sufrirá sus efectos será el gobierno de Claudia Sheinbaum.

Partamos de la aceptación de que en materia de justicia todo está podrido; pero si hay una casa totalmente podrida, no basta con cambiarle el techo; si se deja la podredumbre en paredes, suelos, etcétera, esta afectará al nuevo techo. Por lo tanto, los problemas y la condición de inhabitable de la casa continuarán con todos males derivados de esas circunstancias.

Los problemas de la administración e impartición de justicia son graves y añejos, y todas las solucionas parciales ─que en el pasado se nos vendieron como soluciones─ han fracasado.

Por ejemplo, se nos dijo que con los juicios orales, con la autonomía de las fiscalías, con federalizar códigos, con la reforma judicial que hizo este gobierno hizo, con la iniciativa del entonces presidente de la Corte (Arturo Zaldívar) y con el apoyo del presidente López Obrador se iban a solucionar los problemas de corrupción, impunidad, rezago judicial y demás; pero no ha sido así.

Porque los procesos judiciales no solo se realizan con la actuación de los juzgadores. En materia penal, por ejemplo, está la de los ministerios públicos y ─como en las demás áreas del Derecho─ la de los abogados (tanto los que representan a los gobiernos y a las instituciones públicas como a los particulares). Si una parte no funciona, no funciona nada, y además se tiene que actuar con leyes muchas veces imperfectas.

Entonces, volviendo al ejemplo de la casa podrida, para su arreglo se necesita cambiar absolutamente todo lo podrido y en toda la casa, lo que necesariamente lleva dinero y tiempo.

Esto es, se requiere un cambio radical en todo lo relacionado con la actividad jurisdiccional; porque si los ministerios públicos no hacen su trabajo por ineficiencia o corrupción, los abogados del gobierno se venden o no saben y los particulares corrompen ─entre otras cosas─ de nada serviría tener buenos ministros, magistrados y jueces.

Veamos ahora el aspecto económico: una reforma judicial, requiere muchísima inversión Y mientras que la población demandante de justicia crece, los presupuestos al poder judicial disminuyen.

Pero lo más evidente es que los votos de los ciudadanos ─la mayoría de los cuales carece de conocimientos jurídicos─ serán para los candidatos colocados en las boletas por el gobierno. Dicho de otra manera: se limitará a los ciudadanos en su libertad de elegir a ministros, magistrados y jueces del poder judicial. La elección no garantizará que lleguen los más honestos y preparados para esa alta responsabilidad. ¿Cuántos corruptos han sido electos en las urnas?

Todos estamos de acuerdo en lo mal que está la justicia mexicana, en que se requieren cambios. Por ello, es una ociosidad realizar una encuesta. Es como si vemos a un enfermo tirado en la calle; todos nos damos cuenta de que está enfermo y todos aceptamos que se le debe atender médicamente; sin embargo, quien debe decidir el tratamiento no es el pueblo, sino un médico especializado.

La fracasada e inútil oposición no podrá impedir la imposición de la reforma judicial, que dañará al gobierno de Claudia Sheinbaum y, desde luego, al país entero.

La única esperanza está dentro de Morena, y es que haya legisladores de la 4T que ─por servir a Claudia y al país─ se atrevan a votar en contra de la iniciativa de AMLO.

No pude haber dos soles en el firmamento. La diarquía no funciona. Claudia sabe que en algún momento tendrá que romper con AMLO porque, si no lo hace, será sometida a sus caprichos, aunque formalmente esté retirado. Por ahora sabe que abiertamente no le conviene una ruptura con el todavía presidente; pero si hubiera más legisladores claudianos que obradoristas (conscientes de que sobre la vanidad y las ocurrencias de AMLO está el que Claudia Sheinbaum pueda hacer un buen gobierno) optarían por una reforma jurídica integral, bien hecha, sin someterse a los caprichos y prisas de AMLO.