«Evitemos, por favor, culpar al neoliberalismo, porque la serie de procesos sociales que han llevado a nuestra sociedad a un grado de deshumanización que alimenta la violencia, son anteriores».
Por Jorge Esqueda (*)
Foto ilustrativa: Gobierno de México
En el terreno político, la futura ley sobre la Guardia Nacional muestra que a pesar de la polarización que ha caracterizado a las primeras semanas del nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la creación de un mismo camino es posible. Sin embargo, en el terreno de la sociedad el ordenamiento aún en proceso legislativo es insuficiente para detener y revertir la violencia que asola al país. Nació, metafóricamente hablando, sola y desnuda.
No se debe olvidar que la polémica sobre el carácter civil o militar de la Guardia Nacional (GN) si bien quedó superada en el proyecto aprobado por el Senado, no resuelve en los hechos la situación. Un militar puede ser el titular del futuro cuerpo, como lo aclaró el propio mandatario y por separado su secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo.
Pero no hay que ser negativo, no al menos cuando los problemas centrales son los que rodean a la GN más que el ordenamiento en sí mismo. Tenemos que entender que la violencia que surge cotidianamente en la mayor parte de la geografía nacional va más allá de lo criminal, lo que no parece entenderse.
La violencia, es decir, la obtención de beneficios aún a costa de pasar por encima del otro sin importar que medios se usen, inclusive asesinar y a veces solo por el placer de ejercer la violencia, ha ido avanzando poco a poco en el país y es previa al inicio de la guerra contra el narcotráfico que empezó el expresidente Felipe Calderón en diciembre de 2006.
Un pequeño dato para recordar: Daniel Arizmendi López, mejor conocido como el “mocha orejas”, realizó su primera mutilación, curiosamente, en diciembre de 1995, 11 años antes del inicio de esa guerra. Arizmendi había sido policía del estado de México en una línea que han seguido criminales de todo tamaño, lo que revela que los cuerpos de seguridad son más bien universidades del crimen y de la violencia.
Evitemos, por favor, culpar al neoliberalismo, porque la serie de procesos sociales que han llevado a nuestra sociedad a un grado de deshumanización que alimenta la violencia, son anteriores. La GN no puede, no es su tarea, resolver esa compleja problemática social y las iniciativas del actual gobierno, como de los anteriores, no parecen ser lo suficientemente potentes para sanar a nuestra sociedad enferma, que requiere de un diagnóstico del cual se desprendan políticas de largo plazo que logren su recuperación.
Lo anterior desde una perspectiva macro, pero desde una visión menos amplia vemos que la GN tampoco es acompañada de una estrategia sólida de diagnóstico y políticas con programas concretos que conviertan a las policías municipales, estatales y nacionales en protectoras de la sociedad y no en sus verdugos.
La GN se encamina a nacer en soledad y desnuda de las políticas que transformen a la sociedad.
