Esto que nos duele a la humanidad, no fue una obra de la naturaleza, ni siquiera de la guerra…

Por Mario Rosales Betancourt (*)

Foto: Antoninnnnn | Wikipedia

Quienes la visitamos, no la podemos olvidar. Haber estado en Notre Dame, sin duda uno de los templos más importante dedicados a la Virgen María -como ex alumno marista y guadalupano-, me impactó profundamente, cuando lo visité por primera vez, hace más de 45 años, antes de que se convirtiera en el tumultuario atractivo turístico que vi y padecí en la más reciente visita.

Lo primero que hay que decir es que es un lugar de culto religioso importante incluso para los no creyentes, por su historia, su arte, su belleza y por ser una muestra de que contra lo que se ha dicho, el mundo medieval no solo fue de oscurantismo.

Hechos como la coronación de Napoleón como emperador y la celebración del triunfo sobre los nazis, por el general De Gaulle, o cosas más cercanas a México, como el suicidio de Antonieta Rivas Mercado -que ocasionó que su familia donara la imagen de la Guadalupana-, o la ficción de Víctor Hugo, son cuestiones anecdóticas. Lo importante era el templo, como lugar para la oración a Dios y particularmente a la Virgen María. Y desde luego sus reliquias y su grandeza artística.

Pero esto que nos duele a la humanidad, no fue una obra de la naturaleza, ni siquiera de la guerra. Fue un acto criminal intencional, como algunos especulan, o si vamos a la versión oficial, fue resultado de una negligencia inexcusable, resultado de una mala acción de la empresa contratada para su restauración, en donde hay responsabilidad tanto de la propia empresa, como del gobierno que la contrató, porque evidentemente no se trabajo con el cuidado y esmero para preservar algo tan preciado.

Se debe trabajar en la reconstrucción, pero también saber quiénes son responsables, de este crimen contra el patrimonio común de la humanidad.

(*) Abogado, profesor universitario con más de 40 años de trayectoria y periodista.