Por Mario Rosales Betancourt (*)
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El Rector General de la UAM, Eduardo Abel Peñalosa Castro, no ha sido capaz de conducir una adecuada negociación y, por ello, es el principal responsable del alargamiento de la huelga en dicha institución.
Primero: si fuera cierto que desde el comienzo soltó todo lo que podía ofrecer la institución, habría demostrado una ingenuidad y torpeza, ya que lo más elemental es ofrecer una parte, pero reservar algo para tener que dar en la negociación y así levantar la huelga. Es decir, si primero solo hubiera ofrecido el 3.5 y nada más, después de estallada la huelga hubiera tenido la capacidad de ofrecer el incremento que solo es aplicable a trabajadores administrativos y académicos de medio tiempo y tiempo parcial; de este modo se hubiera podido solucionar el conflicto desde el inicio. Este modo de actuar por parte del Rector solo evidencia una gran torpeza, al sentarse a negociar, sin tener nada con qué hacerlo.
Segundo: al conocerse que tiene un salario mayor al del Presidente de la República y en lugar de reducirlo de inmediato —como lo hizo el rector de la UNAM— señala que lo hará una vez terminada la huelga, evidencia que quienes se están beneficiando en sus ingresos con lo largo de del conflicto laboral son él y los demás altos funcionarios de la UAM.
Tercero: al no presentarse personalmente a las negociaciones y enviar al Secretario General, demuestra su falta de liderazgo y su desinterés en que se solucione el conflicto.
Cuarto: el sí asistir a una marcha de académicos y alumnos y ahí decir que «el enemigo está… en el SITUAM», fue una provocación que no lleva al acuerdo y conciliación que se requiere.
Quinto: querer castigar a los trabajadores sindicalizados por ejercer un derecho es mezquino, porque solo a ellos se les pretende pagar el 50% de salarios caídos. En cambio, se está pagando la nómina a los funcionarios y al numeroso personal de confianza, que cuenta con los salarios más altos; y por no ser responsables de la huelga, se tendrán que pagar salarios completos a los trabajadores académicos no afiliados al sindicato.
En conclusión: por torpeza, falta de capacidad para negociar o aun mala fe, es el Rector el enemigo y no el sindicato; pese a ello, la versión que se difunde y la que cree la mayoría es que el malo de la larga película es el sindicato.
(*) Abogado, profesor universitario y periodista.
