Por Jorge Santa Cruz (*)
Foto superior: Código Espagueti/Toluca Noticias
La justicia no es venganza. Consiste en dar a cada quien lo que merece. Cuando la justicia se deja de aplicar, se da paso a la impunidad. Y cuando ésta se pone al servicio de las castas corruptas dominantes, cualquier país es empujado al precipicio de la disolución social.
La injusticia dio paso en México a la corrupción que protege a los poderosos al tiempo que va disolviendo el tejido social.
Nunca como antes, México había estado tan mal: crímenes, secuestros, drogadicción, fraudes… Andrés Manuel López Obrador ganó la Presidencia de la República con más de 30 millones de votos porque prometió terminar con la corrupción y rescatar a la sociedad. Nada de eso, sin embargo, ha cumplido.
Por el contrario: con el argumento —verídico, por lo demás— de que recibió un país hecho trizas se ha dedicado a consolidar su poder (mediante la despenalización del consumo de drogas, la legalización del aborto, la ruptura del orden familiar natural, la dictadura de género y la creación de su propio ejército, llamado eufemísticamente Guardia Nacional) sin atacar de fondo las raíces de la disolución social que están hundidas en el fango de la más absoluta corrupción.
Es cierto que la Fiscalía General de la República ya solicitó orden de aprehensión contra el ex director de Pemex, Emilio Lozoya Austin, pero también lo es que no se ve la intención de López Obrador de proceder contra el jefe nato de aquél: Carlos Salinas de Gortari.
El 2 de diciembre de 2018, un día después de que López Obrador asumiera el poder, escribimos lo siguiente en este mismo espacio:
El resumen económico que hizo usted [en su discurso de toma de posesión un día antes, en el Congreso de la Unión] de los daños profundos causados por 36 años de neoliberalismo fue preciso, exacto, claro y justo. Nada se le puede objetar. Por eso, su antecesor, Enrique Peña Nieto, tuvo que agachar la cabeza, tapar sus ojos y morderse los labios varias veces. Ni siquiera la amnistía a los corruptos es cuestionable de fondo, porque sumiría al país en un escenario de venganzas, represalias y divisiones mortales para la nación.
Pero, ¿qué ha pasado de entonces a la fecha? Que Salinas de Gortari, Zedillo, Calderón, Fox y demás funcionarios, ex funcionarios y empresarios corruptos entendieron que la tan mentada amnistía era una debilidad, más que una fortaleza, del nuevo presidente.
En este momento es sabido que Lozoya y el dueño de Altos Hornos de México, Alonso Ancira (quien compró la empresa durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari), están en la mira de la Fiscalía General de la República.
La coyuntura es propicia para que López Obrador cumpla con el mandato ético y constitucional de acabar con esa mafia desbaratando -al mismo tiempo- la suya propia. ¿Lo hará? Todo indica que no. Ya se vio que impera el mismo sistema político. A México, pues, le esperan aún muchas y más graves amarguras.
