Por Jorge Esqueda Hernández (*)
Foto: Captura de pantalla.
Un fin de semana simbólico este último de junio del 2019, con la marcha LGBT+ y la cancelación de la cadena nacional que se ordenó para transmitir el evento por el primer aniversario del triunfo electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador. De nuevo dos México se encontraron sin coincidir, ahora los sociales. Y se añora que la política no aparezca para unir.
La realidad de la diversidad en la preferencia sexual es eso, una realidad que puede aceptarse o rechazarse desde los puntos de vista médico, psicológico o religioso, pero que haya esos rechazos o aceptaciones demuestra que es una realidad.
Y por ello es sano que se exprese, que salga a las calles y si es de manera festiva mejor. Se manda a la ciudad entera y al país el mensaje de que todo tipo de diversidades pueden convivir sin herirse, con respeto.
El simbolismo social e ideológico de esa coexistencia a nivel de preferencia sexual aumenta el contraste con la cadena de radio y televisión de 90 minutos que se pretendía para transmitir la celebración del primer aniversario del triunfo electoral del actual Ejecutivo federal, donde dijo que informará de sus acciones.
Uno piensa si la austeridad es solo económica. De hecho, consultando el diccionario de la Real Academia se encuentra con la definición de esa palabra que es casi sinónimo de Cuarta Transformación (#4T), definición que cae en los terrenos de la moral y no solo de lo económico. Pensando en esa definición, uno se pregunta si al margen de que los grupos que se presentarán en el Zócalo no cobrarán, el hecho mismo de celebrar esa victoria electoral no debió de ser austero.
Es claro que sí se trata de una ocasión para celebrar en lo personal de quien fue candidato, de sus seguidores, pero ¿la República democrática como lo es la mexicana lo debe celebrar? ¿Algún historiador podría informarnos como celebró Juárez su triunfo sobre el Imperio o sus victorias electorales?
Como quiera que sea, en el terreno de lo simbólico, ese festejo y su cadena nacional de radio y televisión antes de la cancelación, nos lleva a la época del denostado presidencialismo, al ya anulado “Día del Presidente” que era el Primero de Septiembre (con mayúsculas por favor) cuando se rendía el Informe de Gobierno ordenado por la Constitución y que era transmitido, también, en cadena nacional, donde podía verse a un náufrago (el C. Presidente) en un mar de confeti vitoreado por las “fuerzas vivas” obreras, campesinas y populares en su recorrido de la Cámara de Diputados a Palacio Nacional.
¿Coincidencia que el inicio de las transmisiones de la televisión en México haya sido el 1 de septiembre de 1950 con el cuarto informe de gobierno del entonces presidente Miguel Alemán?
La cadena nacional es en sí misma un símbolo del pasado político de excesos, de despilfarro, una antítesis de la austeridad.
El México donde convive la diversidad coincidió con un frustrado regreso de la política vieja que hacía razias de homosexuales. Que ese regreso haya sido impedido es muestra de que pese a todo, la sociedad avanza.
Y también, por qué no decirlo, dar marcha atrás muestra sensibilidad e inteligencia política y que sí es posible que en la #4T exista la autocrítica que hasta ahora ha estado ausente casi al cien por ciento, y se ha sustituido por la intolerancia y aun las amenazas a la integridad personal, como en el reciente caso del periodista y académico Octavio Rodríguez Araujo, solo por citar uno de los más recientes.
Y, hay que recordarlo, que también ha estado ausente en buena medida la política entendida como la capacidad para cohesionar grupos sociales diversos a fin de que marchen a un mismo objetivo.
No hay que olvidar en esta época de benditas redes sociales y sacrosanto internet, esa cadena se hubiera roto tan simple como recurriendo a los memes y los tuitazos que, por cierto, de todas formas habrá.
(*) Periodista mexicano. Contacto: j_esqueda8@hotmail.com
