Por Mario Rosales Betancourt (*)
Imagen ilustrativa: Gobierno de México.
El sábado, la llamada marcha del orgullo gay; el domingo la de los chalecos mexicanos contra AMLO y el lunes, el festejo con el discurso propagandístico y el «bailongo», para celebrar el triunfo de AMLO hace un año.
Las tres lograron movilizar a muchísimos mexicanos y, por ello, las tres consideran un éxito sus eventos. Las tres utilizaron medios lícitos y pacíficos de expresarse y al final tuvieron saldo blanco.
Pero las tres, en mi opinión, sólo fueron un gasto inútil de energía e, incluso, fueron contraproducentes para sus causas, ya que sólo quedaron convencidos los ya convencidos y no les sirvieron para sumar más adeptos, sino por el contrario, para sumar más críticas.
Empecemos por la del sábado. Creo que cada vez somos más los mexicanos que defendemos el respeto a los derechos humanos de todos, sean parte de una mayoría o una minoría; sin distinción de preferencia sexual, defendemos la tolerancia y el respeto a todos.
Así, apoyando las justas demandas de la comunidad LGBTTTI+, no creo que el grotesco espectáculo que presentaron, los apoye en su aceptación social, sino que más bien genera rechazo de muchos sectores, también dignos de respeto en sus ideas.
Lo digo porque tampoco aceptaría una marcha heterosexual, donde hubiera semidesnudos y actos procaces, ni actos de exhibicionismo que pueden ser vistos por menores de edad. Esto no sirve para incrementar el respeto que tienen a su vida sexual en la intimidad.
Con respecto a la manifestación de los críticos al gobierno de López Obrador, sin duda merecen respeto, pero para exigir respeto hay que darlo, y vimos más que críticas concretas contra un gobierno al que se debe y se puede criticar por muchas de sus acciones, mucho de insultos, ofensas, gritos de «¡Fuera AMLO!» o «¡Renuncia!», pero sin proponer, por ejemplo, quién gobernaría, ya que los «pejefóbicos» no tienen ni un liderazgo, ni organización, ni propuestas aceptadas por todos. Critican sin dar alternativas.

Finalmente, lo de «bailongo» y el seudo informe del presidente López Obrador. En primer lugar es discutible si no se violó la constitución, dado que a diferencia de los dos anteriores que fueron actos para exigir derechos o para protestar contra hechos del gobierno, aquí fue un evento organizado y pagado por el gobierno, para hacer propaganda de sus logros y en favor de sus propósitos.
El principio básico de un estado de derecho señala que a los ciudadanos lo que no les está prohibido, les está permitido. En cambió, para los gobernantes, lo que no les está estrictamente señalado dentro de sus facultades, les está prohibido.
El articulo 69 constitucional establece que el informe debe presentarse el primero de septiembre y ante el H. Congreso de la Unión, y no cuando el presidente quiera y como quiera.
Lo dicho el lunes no fue constitucionalmente un informe. Fue un discurso propagandístico en virtual cadena nacional, y utilizando medios oficiales, con lo cual se violó el articulo 134 constitucional que establece que se prohíbe todo acto de promoción personalizada, y no hay nada más claro que eso: fue un gran evento de promoción personalizada para exaltar logros y promocionar proyectos.
Regresamos al Culto a la Personalidad, donde se aceptan las alabanzas, pero se ataca a críticos y se rechazan ideas o propuestas alternativas, para solucionar los problemas de México.
Coincidamos todos, queremos el bien de un México que está enfermo por causa de muchos malos gobiernos; pero para curar un enfermo se requiere primero de tener un diagnóstico real, científico, que señale dónde están las enfermedades. Luego, evaluar los tratamientos y seguir indicaciones. Pero si el médico dice que tienen otros datos, que el enfermo se va a curar con una operación hecha con hacha y no con bisturí, sin cumplir normas de higiene; o si otros dicen que no hay que hacer nada, ya que el paciente esta totalmente sano, y por ello hay que dejar las cosas como estaban, y otros aseguran que el médico es un asesino y va a matar al paciente de todos modos, ya todo está perdido.
En esos casos no hay esperanza de devolver la salud. La solución para sanar al paciente es confiar en el médico; pero hacer que se base no en ocurrencias sino en diagnósticos realistas, en la evaluación objetiva de los medicamentos y, principalmente, en la ciencia y la experiencia médica.
(*) Abogado, profesor universitario (con 44 años de trayectoria en la UNAM) y periodista.
