El rescate de Pemex

Mario Rosales BetancourtPor Mario Rosales Betancourt (*)

Foto ilustrativa: Pemex.

Con un formato y con terminología neoliberal, como diagnóstico o estrategias, se presentó al fin el llamado plan de negocios de PEMEX.

Como siempre, los partidarios del gobierno de Andrés Manuel López Obrador lo festinan y consideran que será la solución, no sólo a los problemas financieros de la empresa productiva del estado, sino que el régimen la convertirán en la gran generadora de los recursos necesarios para los programas sociales de la cuarta transformación.

En contra, sus opositores lo califican de decepcionante, que agravará los problemas financieros del gobierno, que dañará el crecimiento del país -incrementando el desempleo-, que desalentará la inversión. En síntesis: que fracasará.

La verdad, es que vemos oportunidades y riesgos. El diagnóstico es correcto. Los anteriores gobiernos exprimieron a PEMEX, limitaron su inversión y la endeudaron; además, la corrupción y las prebendas a funcionaros y al sindicato, hicieron que esa riqueza que nos prometieron a todos en el gobierno de López Portillo -de vivir en la abundancia- terminara por dilapidarse y sí, generara mucha abundancia, pero para muy pocos.

No obstante lo anterior, sí es importante conocer y reconocer los males y más importante aún es el remedio que pueda curarlos. En principio, la idea de tres años de terapia a PEMEX y luego tres años, donde ya revitalizada sea sumamente productiva, es racional y sobre todo, deseable que así suceda por el bien de la Nación.

Pero hay varias dudas. La primera, cómo se va a solventar el hueco en los ingresos públicos, que inevitablemente se ocasionarán al pagar PEMEX menos impuestos.

El que en una actividad riesgosa -y que requiere tanta inversión- se límite la participación privada, y se deje casi todo al estado, es depender en mucho de la fortuna, en la inconveniencia de poner muchos huevos en una canasta.

La economía enseña que hay que invertir en donde se tienen mayores ventajas comparativas. Esto es: en principio se debe invertir en la producción de crudos, que es más rentable, que en la refinación.

Así, con criterios de obtención de máximos beneficios, lo ideal es invertir en producir lo más posible el petróleo y posponer la refinación -en este caso, la refinería de Dos Bocas-; aunque hay otros criterios. Por ejemplo, el de no depender tanto de la importación de gasolinas.

Lo deseable es que sí se logren los objetivos y PEMEX ahora sí sea lo que antes se anunciaba sin serlo: la palanca de nuestro desarrollo.

(*) Abogado, profesor universitario (con 44 años de trayectoria en la UNAM) y periodista.

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