Por Mario Rosales Betancourt (*)
Foto ilustrativa: YouTube.
Qué pena que ante una tragedia, provocada por un verdadero terrorismo criminal, como el sucedido en el Caballo Blanco, en Coatzacoalcos, vemos cómo las autoridades se peleen no por esclarecer el acto delictivo, sino por acusarse entre sí. Principalmente por la posible participación de Ricardo N, La Loca, que fue detenido y puesto en libertad sin que se sepa bien, quien lo permitió.
Como a todos los mexicanos me duelen esas 28 muertes, pero más por lo que sentimentalmente significa para mí Coatzacoalcos, ya que mi padre y mucha de mi familia es oriunda de esa tan bella ciudad, que llamábamos orgullosos la ciudad de las avenidas.
En Coatzacoalcos transcurrieron todas mis vacaciones de niño y adolescente. De hecho ahí, obviamente menor de edad, fui por primera vez a un antro en una zona roja, propia de un puerto, el también llamado Puerto Mexico.
La vida en ese Coatzacoalcos era muy pacífica y tranquila. Era un niño que con seguridad podía andar en bicicleta por toda la entonces pequeña ciudad, con calles rectas amplias, bien planeadas, además con la alegría jarocha, en una población en la que todas las familias nos conocíamos y en el bello paisaje entre un claro río y el mar limpio y con una fresca brisa. Pero llegó PEMEX y todo se contaminó, no solo el río, el aire, el mar, sino fundamentalmente la sociedad.
Así, una población pacifica, que se concentraba en el parque -dando la vuelta los hombres en una dirección y las mujeres en la contraria para estarnos saludando y luego tomar una nieve- comenzó a recibir en el puerto a muchos marinos que solo estaban de paso. Estos marinos eran los clientes de la zona roja, donde se presentaba un ocasional problema menor.
De repente, esa sociedad apacible comenzó a recibir a una gran cantidad de empleados de PEMEX, ya con un carácter de residentes y con una malicia ajena. Cierto, se abrieron fuentes de trabajo. De hecho, gran parte de mi familia trabajó y aún trabaja en PEMEX. La ciudad creció, pero también su problemática.
La acción criminal es terrible, no solo por el gran número de muertos, sino porque se sabe que uno de los autores materiales estuvo detenido y se le dejó ir: la responsabilidad se la echan la fiscalía del estado de Veracruz y la Marina, pero lo que existe es -como señaló el presidente López Obrador- una relación entre criminales y autoridades.
Este asunto se tiene que aclarar en forma que no queden dudas.
(*) Abogado, profesor universitario (con 44 años de trayectoria en la UNAM) y periodista.
