Por Mario Rosales Betancourt (*).
Foto ilustrativa: SFP.
Desde que se creo con el nombre de Secretaria de la Contraloría, poniendo al frente de ella a Francisco Rojas, muchos cuestionamos la utilidad de una dependencia del ejecutivo encargada de vigilar la actuación honesta del propio poder ejecutivo federal en sus diferentes dependencias y organismos.
El hecho real es que la Secretaria, con sus diferentes nombres, no ha servido para nada y la prueba es que la corrupción no se limitó, ni se redujo, sino que, por el contrario se incrementó notable y hasta escandalosamente. Ha sido sólo un costoso elefante blanco, lento para moverse y muy dócil con su domador .
No se puede tener éxito ni credibilidad, cuando el gobierno es juez y parte para decidir si se actúo correctamente en sus diferentes áreas del gobierno federal.
El sexenio pasado, la actuación de Virgilio Andrade con respecto a la Casa Blanca, como ahora la de Irma Eréndira Sandoval, con respecto al moralmente indefendible Manuel Bartlet, no generó ninguna confianza (foto superior). Pocos personajes de nuestra política mexicana, son tan nefastos como Bartlet.
Por ello, debería desaparecer esta inútil y costosa Secretaria, y que sea un organismo autónomo y técnico, y totalmente apartidista, el que tuviera la función social de vigilar que los funcionarios públicos cumplan estrictamente con las leyes y normas en contra de la corrupción.
Si no, seguiremos con la creencia de que solo hay una selectiva lucha contra la corrupción, o sea, que sólo se investiga y castiga a los que no están con el actual gobierno, y en cambio a los que se suman, se les borran todos sus pecados, no importa si son mortales o capitales como los de Bartlett.
(*) Abogado, periodista y profesor universitario
