El autor hace una sencilla, pero pertinente reflexión acerca del momento final
Por Almaquio Rodríguez
Imagen ilustrativa: Enrique López Garre | Pixabay
¿Qué sabes tú de la muerte? ¿Qué has leído? ¿Qué te han contado? Muy pocos nos interesamos por saber qué es porque su solo nombre nos aterroriza.
Yo me he puesto a pensar seriamente en la muerte, y mi corto intelecto me dice que la muerte es la vida. Y que la vida es la muerte. ¿Por qué este juego de palabras? Porque la vida terrenal se acaba para todos, pero para nadie se acaba la vida eterna.
Seremos eternos en la otra vida, en el lugar que Dios nos tenga destinado. Y solamente hay dos lugares: la Gloria y el infierno. En cualquiera de los dos seremos eternos. Queramos o no queramos, es una ley.
Si estamos en este mundo es para luchar incansablemente, para ganar el pase a la vida eterna. Luchar no es tan difícil. Lo difícil es vencer porque cada uno de nosotros tiene qué vencer las mil situaciones de cada día; y lo más importante es empezar por vencernos a nosotros mismos: vencer nuestras pasiones, nuestras debilidades, nuestras tendencias a lo malo.
Esta es una verdadera lucha, la que cada día empezamos y a la que nunca ponemos fin aquí, en la tierra. Vencer en lugar de ser vencidos. Me tengo qué vencer primeramente para no vociferar, para no odiar, para no provocar disgustos a nadie. Si me venzo a mí mismo, venceré muchas situaciones desagradables.
Todo esto me suena bonito, pero me resulta casi imposible. Es una fatiga diaria, y hay momentos en que las situaciones se acumulan, y es cuando se pierde el control, y cuando se olvida uno de los buenos propósitos.
Entonces, se rompen las promesas, y salen las armas para defenderse, y —sin querer— cae uno en lo grotesco. No somos nosotros, son las heridas que llevamos en el corazón, y eso Dios lo sabe.
Hay momentos en los que me alegra saber que existe la muerte porque la muerte la instituyó el mismo Dios. Él nos regaló el primer instante de vida y Él será el que marque, con toda exactitud, el último latido de nuestro corazón.
Pensar en la muerte nos ayuda a ser mejores, porque si no muriéramos, no conoceríamos el paraíso donde está Dios. ¿Por qué existe la muerte? Porque existe la vida; si no hubiera vida ¿a quién mataría la muerte…?
La muerte es, más bien, distancia…
