México va mal en el manejo de la economía y del Covid-19: Futuro incierto

⦁ México va mal, en el manejo de la economía y de la salud.
⦁ En la salud, los mensajes han sido erráticos y han propiciado comportamientos irresponsables.
⦁ Las cifras del COVID son negativas en comparación con otros países, aun cuando todo indica que subestiman la gravedad de la situación.
⦁ En la economía, las políticas adoptadas profundizan la crisis y se deben corregir para aspirar a una recuperación que alcance al menos el magro crecimiento de años recientes.
⦁ Es necesario insistir en los puntos de gravedad del país e intentar evitar que distractores de carácter meramente político desvíen totalmente la atención de la opinión pública.

Por Centro de Estudios Económicos del Sector Privado

Imagen ilustrativa: Carl Campbell | Flickr

Un común denominador de esta administración han sido las declaraciones y acciones confusas y las señales negativas que han generado un ambiente de elevada tensión e incertidumbre. El manejo de la crisis sanitaria no ha sido la excepción. A lo largo de estos últimos meses en los que la pandemia ha lacerado significativamente a la población y a la economía, la información ha sido contradictoria y ha propiciado dudas en cuanto a los peligros de la pandemia, a la veracidad de la información y a la eficiencia de las acciones que el gobierno federal ha puesto en marcha para combatirla.

Desde la aparición del coronavirus, nuestras autoridades subestimaron sus posibles efectos. En enero, cuando se dieron a conocer los primeros casos de contagio, las autoridades señalaron que, si bien la pandemia llegaría a nuestro país, estaríamos preparados para hacer frente a la situación, puesto que contábamos con los médicos, especialistas, hospitales y recursos necesarios para lograrlo. En febrero, el propio presidente aseguró que no se tomarían medidas que equivocadamente se habían implementado en el 2009, como el uso de mascarillas o cubrebocas. A fines de febrero, Hugo López-Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, señalaba que las condiciones, en ese momento, no cumplían con las características para considerar una emergencia.

Tras esos comentarios, segmentos de la población desestimaron el riesgo por Covid-19, y más aún después de que a través de un video del 23 de marzo (cuando ya había 367 casos registrados en el país), el presidente López Obrador animaba a la población a salir y a las familias a comer en los restaurantes. Subestimar la fuerza con que la pandemia se había ya presentado en otros países pudo haber sido la razón del fuerte aumento de contagios en ese momento, ya que ocho días después (31 de marzo) de ese video, ya se contabilizaban 1,215 caos en el país, 3.3 veces más.

Las autoridades continuaron menospreciando la gravedad de la pandemia, de tal manera que, a finales de abril, López-Gatell señalaba que el uso de cubrebocas no era de utilidad y que en junio estaríamos casi de salida de la pandemia. A principios de mayo anticipaba que habría 6 mil muertes por Covid-19. Sin embargo, la pobre reacción de las autoridades llevó a modificar este pronóstico para que, a finales de mayo, la estimación de decesos por la enfermedad se elevara a 30 mil, 5 veces más que a inicios de ese mes.

La reacción de cautela y cuidado de parte de la población fue más espontánea que guiada por el mensaje gubernamental. En paralelo las señales confusas y mínimos esfuerzos por revertir rápidamente los efectos de la pandemia generó, en otros grupos, la resistencia a asumir la seriedad de la amenaza sanitaria e incluso en ocasiones a negar la veracidad de la epidemia, con lo que se presentó una importante relajación social. El país entró a una situación de extrema vulnerabilidad, y en ese entorno el gobierno federal se negó a adoptar acciones y aplicar recursos económicos de apoyo a las personas cuyo empleo peligraba y a las empresas que han ido pasando por fuertes problemas de liquidez que poco a poco se convierten en problemas de solvencia y quiebras y cancelación de fuentes de trabajo.

Hasta ahora, las estimaciones indican que México solo ha destinado recursos por debajo del 1% del PIB en medidas para enfrentar la crisis sanitaria, cuando en Japón se han canalizado recursos equivalentes al 21%, en Estados Unidos al 13% y en Perú casi del 9%.1

Todo indica que las medidas oficiales para enfrentar la epidemia por el lado de salud han sido improvisadas y mal diseñadas. Haber monitoreado la

Al no hacer pruebas masivas, como lo recomiendan innumerables autoridades y especialistas en el mundo, la estrategia de identificar con mayor rapidez a las personas infectadas limitó la posibilidad de contener con mayor eficiencia la pandemia. Hasta ahora, en México solo se han hecho 6 mil pruebas por millón de habitantes, mientras que en países como Estados Unidos se han elaborado 136 mil, en España 129 mil, en Italia 101 mil y en Perú 60 mil, sólo por nombrar algunos ejemplos. Esto también pudo contribuir en un subregistro del número de personas fallecidas, toda vez que al «no registrar a personas fallecidas con síntomas de COVID-19 por no haber hecho la prueba, necesariamente marcaba también un sub-reporte de decesos».2 De hecho, se estima que el número de muertos, al menos en la Ciudad de México, estaba subreportado entre 4 y 5 veces.

A nivel mundial, México se ubica en el cuarto país con mayor número de decesos. Aun cuando parece evidente que hay un subregistro, hasta el 17 de julio se reportan 38,310 decesos, que ya superan a Italia, Francia y España. En el mismo tenor, México se ubicó como el séptimo país en el número de casos de Covid-19 al reportar 331,298.

El resultado de la pandemia en cuanto a la pérdida de vidas ha sido dramático, pero también ha empeorado gravemente la ya deteriorada situación económica de numerosas personas y sus familias. En los primeros dos meses del segundo trimestre 12 millones de personas dejaron de trabajar; además, la necesidad real de empleos remunerados y de tiempo completo se elevó a 34 millones, después de los casi 13 que se reportaban en marzo. Dentro del empleo formal, los trabajadores más afectados fueron los de menores ingresos. De acuerdo con las cifras de IMSS, el 91% de la reducción del millón de empleados registrados tenían ingresos de hasta dos salarios mínimos.

A pesar de la gravedad de la situación, el gobierno federal ha rechazado las propuestas de muchos actores sociales, incluido el sector privado organizado, para apoyar a las empresas —mediante facilidades, no condonaciones— a fin de que pudieran proteger el empleo y evitar que la crisis de liquidez se convirtiera en insolvencia que llevara a la desaparición duradera de muchas fuentes de empleo. Todo esto bajo el argumento de que las acciones y recursos del gobierno no se utilizarán para rescatar empresas y que para apoyar al pueblo es suficiente anticipar recursos para algunos programas sociales y avanzar en los proyectos de inversión insignia del régimen —cabe subrayar que los programas sociales no fueron diseñados para hacer frente a esta coyuntura y que la rentabilidad social de las inversiones es dudosa, por decir lo menos—.

Todo esto sucede mientras que los signos vitales de la economía, que ya eran débiles antes de la pandemia, están en franco deterioro. La caída anual de la inversión privada en el primer trimestre del 2020 alcanzó 9.8%, la más pronunciada desde la crisis de 2009 y acumuló seis trimestres consecutivos con reducciones anuales. En abril el índice de la inversión fija bruta se desplomó a una tasa anual de 37.1%, lo que no sucedía desde 1995. El indicador de consumo privado en el mercado interno se contrajo a una tasa anual de 22.3% en abril, su mayor baja desde que se inició la publicación de este indicador en 1993.

Lógicamente, las expectativas de crecimiento se han deteriorado significativamente. Para al presente año los pronósticos apuntan en promedio a una caída de aproximadamente 9% (los más pesimistas de hasta 12%). Es probable que el crecimiento potencial de la economía se reduzca a consecuencia de la profundidad de esta crisis,3 lo que impedirá una recuperación pronta y significativa. Cada vez se ve más factible que para el 2024 no se alcance a recuperar el nivel del PIB del 2018.

Para el 2021 se anticipa un repunte de la actividad económica que, como ya se señaló en este espacio, responderá principalmente a un efecto prácticamente automático, de «rebote», y no a una mejora estructural duradera en la actividad productiva. Sin un proyecto o conjunto de políticas y medidas congruentes que generen certidumbre y confianza para la inversión y el consumo, será difícil retomar una tasa de crecimiento al menos similar a la observada antes del comienzo de esta administración. En este contexto, que adolece además de falta de reglas claras y ausencia de estado de derecho, y con violencia e impunidad, es muy factible que al concluir este sexenio se hayan agudizado la mayoría de los problemas que aquejaban al país en 2018. Por ahora las señales van en esa dirección.

De acuerdo con el Reporte de Competitividad Global, el elevado nivel de corrupción que llevó al gobierno de Peña Nieto a ocupar la posición 113 de un universo de 140 países en el último año de su gobierno, ya fue superado en el primer año de esta administración al ubicarse en el lugar 116.

En el primer año y medio de este gobierno se acumulan casi 54 mil muertos por la violencia que vive el país, lo que representa casi el 45% del total de víctimas en todo el sexenio de Felipe Calderón.

La situación del país es mala y su expectativa es cada vez peor sin una política económica adecuada y eficiente. Al parecer la prioridad del Gobierno Federal es mantener su fuerza política a través de anuncios sobre su empatía con la población de menores ingresos, en los que confirma la permanencia de sus programas asistenciales.

La mayoría de los puntos de preocupación sobre la economía y su combinación con la situación y política sanitaria ya se han mencionado en este espacio antes. Pero consideramos necesario insistir en ellos, intentando mantenerlos presentes. Es necesario mantener la atención en la gravedad del estado de la economía y la salud y exigir correcciones. Ello, sobre todo ante temas claramente distractores para la opinión pública como seguramente será en estos días la extradición de Emilio Lozoya y su relacionamiento con varias instancias de corrupción del pasado. Eso es importante, y mucho desde luego, pero no debe convertirse en una cortina de humo para esconder la gravedad de la situación del país.

Notas a pie de página

1/ Fuente: BBC News. En México, solamente se han dado algunos adelantos de los programas sociales que ya existían en el presupuesto que fue preparado previamente a la epidemia y se puso en marcha un programa de crédito a la palabra para las microempresas que no han despedido trabajadores, mediante el cual se han apoyado a sólo 208 mil establecimientos con créditos de 25 mil pesos a tasas de interés de 6.5%
2/ LA PANDEMIA EN MÉXIC. Dimensión de la tragedia, Signos vitales, el pulso de México.
3/ Como aproximación, cabe señalar que el ritmo de crecimiento ha sido históricamente bajo. En los últimos 40 la tasa promedio anual de crecimiento es de 2.4%. Es posible prever una tasa inferior en los años subsecuentes, con excepción de el “rebote” en buena parte automático que se presentará en 2021

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