
Por Fernando Salvador Ugalde Uribe (*)
Imagen ilustrativa: Cuenta de Twitter en español del Gobierno de los Estados Unidos
La noche del 11 de septiembre, estaba con mi esposa Patricia viendo el documental del ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York; recordamos que hace 20 años estuvimos tomando un cóctel en el bar mirador de la torre norte, exactamente 30 días antes del ataque, así que nos contamos entre los extranjeros que estuvimos en las torres, antes de su desaparición.
El 9/11 es un día muy importante porque cambió 360 grados la seguridad en todo el mundo; no solo la seguridad en puertos y aeropuertos, sino también la seguridad entre naciones y ciudades, la seguridad operada por el ejército y la policía. Al crear una serie de protocolos que los países de todo el orbe adoptaron, algunos religiosamente, otros obligados, la seguridad nunca fue la misma después del 9/11.
En realidad, esto se ha venido gestando desde hace mucho tiempo. La seguridad de los Estados Unidos no se encuentra en esos protocolos externos que se manejan entre naciones; la seguridad de los Estados Unidos está en riesgo en su propio territorio. Radica en sus ciudadanos, en ese devenir de diferentes razas y de diferentes convicciones políticas y religiosas y que han generado un descontento social que puede resultar en un problema mucho mayor que el de ataques terroristas en suelo americano.
De acuerdo con The Economist (2021), dentro de los países con mayores riesgos por disturbios para los próximos dos años, los Estados Unidos se encuentran en el cuadrante de alto nivel con baja capacidad de evitarlos. Esto es preocupante, porque los disturbios ocasionan problemas para la economía, para la producción y también afectan a los países socios comerciales.
Hoy, más que nunca, la economía americana está colgando de pinzas; por un lado, sus reservas de dólares soportados por el petróleo (petrodólares) que guardan en cavernas de sal, están perdiendo su valor al incrementarse la utilización de la energía verde; por el otro, sus reservas de oro han disminuido a grados terroríficos. Aunado a lo anterior, también está su gran deuda externa que tiene con países económicamente competidores, léase China.
El Presidente Biden y su equipo están tratando de fomentar la unidad de los americanos, es una de sus prioridades, para poder afianzar su economía y evitar graves problemas internos. Existen múltiples grupos y facciones, tanto religiosos como de razas, que piensan que las cosas en los Estados Unidos no están funcionando y que además existen grandes diferencias. ¿Lo logrará?
Usted, ¿qué opina? Saludos cordiales.
(*) Candidato a doctor en educación, académico universitario
