
¿Podrá el aeropuerto internacional Felipe Ángeles convertirse en el símbolo de la restauración del presidencialismo y del papel del Estado fuerte en México?
La polémica instalación erigida aprovechando la base aérea de Santa Lucía, fue inaugurada este 21 de marzo, fecha de por sí simbólica, que entre sus muchos significados ostenta el de austeridad, que posee el AIFA y es el más importante.
Porque la restauración del presidencialismo y del papel del Estado que hace la #4Transformación lleva nombre y apellido. Pretende ser un presidencialismo austero y a favor de los pobres.
En los hechos ese proceso ha encontrado múltiples problemas. Seguramente el más importante es que buena parte de la sociedad rechaza el presidencialismo y más Estado, aunque aún está en construcción el sistema de reemplazo.
Se avanzaba, en efecto. En el terreno estrictamente político electoral, hubo avances en los comicios de 2000 cuando el invencible PRI dejó la Presidencia, y de nueva cuenta en 2012, con la derrota del PAN, que permitió el regreso del priismo, pero sin un Estado fuerte.
Sucedió en esos 12 años y los seis del regreso priista, la erosión del presidencialismo como lo conocíamos, agotado tras las décadas anteriores de formación y esplendor y en estrecha vinculación, un estado que renunciaba a funciones. No fue solo la pérdida de atribuciones estatales, sino el desgaste de la figura del mandatario en turno la conducta de sus tres titulares en esos 18 años. Al mismo tiempo se agravaron los problemas de desigualdad económica y social que tenía México, y se sumó la inseguridad que ha ido creciendo año con año, mes con mes, día con día, con la crueldad que se generaliza en cada acto de esa violencia.
Que de una manera fácil se haya responsabilizado de esa desigualdad y violencia al neoliberalismo que comenzó a establecerse en el sexenio de 1982 a 1988, fue un pasó lógico. De forma curiosamente similar a lo que pasa en la #4T, muchas promesas hechas tres décadas atrás, están sin cumplir, muy concretamente, la eliminación de la desigualdad, aderezada, como ya se dijo, por esa violencia con niveles insólitos de crueldad.
Pero si existe desigualdad, quiere decir que hay una parte de la población que tiene y goza todo lo que la otra no tiene. Esa parte muy menor en número a la que no tiene o tiene muy poco, disfruta de una situación material holgada y guía sus actos por una mentalidad globalizada, donde el lujo es indispensable, hablar inglés fundamental, títulos escolares necesarísimos y viajar al extranjero un plus que sienten merecer.
Lo anterior en una mirada rápida, porque yendo más a fondo se encuentra que en ese universo privilegiado, muchos viven una situación precaria para mantenerse ahí. Y los tres primeros gobiernos de este siglo poco hicieron para amarrar al mundo globalizado, a esa parte privilegiada de la sociedad pero en riesgo de caer.
Para 2018 los partidos “tradicionales” mexicanos estaban desprestigiados. Se le había dado la oportunidad, y dos veces, al blanquiazul y no la aprovechó. Se le regresó la confianza al tricolor y volvió a decepcionar. Fue casi natural el triunfo de la temida opción de presunta izquierda con el postulado de “primero los pobres”, que convenció a un amplio grupo social que lo menos que anhelaba era ser pobre.
A pocos días de convertirse en gobierno, el movimiento Morena mostró que iba en serio contra el neoliberalismo, pero muy probablemente se haya equivocado en cómo ejemplificarlo. Así como antes se escogía a un político para hacerlo caer en desgracia y hasta encarcelarlo –por ejemplo Raúl Salinas de Gortari o Elba Esther Gordillo- ahora fue el nuevo aeropuerto de la ciudad de México el objetivo.
Desde el nivel de los símbolos, fue una buena elección porque su proyecto estaba diseñado de acuerdo a los criterios de élite neoliberal tan queridos. También por la percepción de que había en sus obras fuerte corrupción. Y por ser la pista de despegue de muchos de los sueños del pequeño sector privilegiado pero también de quienes pueden usar el transporte aéreo de vez en vez y de otros más que quizá no lo hagan nunca, pero morirán con la esperanza.
Y se canceló la obra. Pero la operación respectiva no fue brillante y menos la alternativa.
Una consulta popular realizada sin los criterios legales establecidos fue el sustento de la cancelación y con participación inferior al uno por ciento del padrón electoral. La remodelación de una base militar la opción. Nada que ver con el brillante lujo del abortado aeropuerto de Texcoco. Y sin una narrativa persistente e imaginativa de convencimiento de que era la mejor opción.
La cancelación del nuevo aeropuerto de la ciudad de México sí pegó al neoliberalismo. Fue un acto simbólico demoledor, pero su reemplazo parece que no está ni cerca de ser simbólicamente el reemplazo. De origen era imposible, porque no podía ser “más de lo mismo”. Austeridad no es lujo. Pero su construcción ha transcurrido en medio más que de la pandemia, de otras situaciones donde el grupo privilegiado y el que tiene menos de lo que en realidad posee, no ven los beneficios de la austeridad y la opción por los pobres.
En los sueños sociales el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles no parece que reemplazará al de Texcoco, y su mayor o menor aceptación dependerá de la calidad de su servicio, lo que a partir de este 21 de marzo se estará viendo.
Por ahora, el AIFA se percibe más en el “debe” de la #4T que en su “haber”, aunque sí cae en el viejo presidencialismo y en la versión del Estado fuerte, que estaban ambos en proceso de desmantelamiento, pero que suena difícil que ayude a restaurarlos.
Al final, la señora vendiendo antojitos en un pasillo del AIFA el día de su inauguración, muestra que el México pobre ahí sigue.
