Discurso previsible

Por Jorge Santa Cruz

Imagen ilustrativa: Pexeles (Pixabay)

Hubo una vez un país que tenía como Presidente a un individuo muy astuto que ordenó a los legisladores de su partido que incorporaran la figura jurídica de la revocación de mandato con el pretexto de dar al pueblo bueno y sabio la manera de quitar, por medio de la consulta popular, a los jefes del Ejecutivo federal corruptos.

Las deplorables gestiones de sus antecesores daban credibilidad a su discurso, y él lo sabía. Una vez legalizada la revocación de mandato, utilizó la propaganda para decir que sus adversarios, los conservadores, querían quitarlo porque ya no los dejaba robar.

Las ideas más utilizadas por sus propagandistas fueron dos: «El Presidente no está solo» y «Que se quede el Presidente». Las dos tenían una proyección subversiva, dados los antecedentes de agitador social del Mandatario.

Nadie lo quería quitar: su periodo de seis años estaba garantizado. Ambos lemas, sin embargo, estarían listos para usarse al final del sexenio si el político consideraba necesario continuar en el poder para continuar con la transformación del país. «Si la gente lo quiere, debo seguir. Yo ya no me pertenezco. Le pertenezco a ella», decía a sus colaboradores cercanos.

La consulta popular fracasó, como lo preveían el Presidente y sus operadores políticos. Por eso, desde una semana antes, ya tenían listas las líneas discursivas para justificar la derrota, las cuales, en términos generales, decían lo siguiente:

Primero que nada, quiero decirles que me siento muy agradecido con quienes participaron ayer en la consulta. Lo hicieron a pesar de todos los esfuerzos de nuestros adversarios para que no ejercieran su derecho. Ya ven cómo se las gastan los conservadores; todas las triquiñuelas de las autoridades electorales (limitaron el número de casillas y dieron muy poca información para que la gente no fuera a votar); todas las mentiras que se dijeron y se siguen diciendo en los medios…

A pesar de eso, hubo gente que participó en la consulta. Gente que quiere al país, como nosotros lo queremos. Gente que quiere que siga la transformación nacional; que sabe que ya nadie la para.

A ellos, primeramente, quiero decirles que no les fallaré. Estoy tan comprometido como cuando inició mi gobierno. De eso, tengan la seguridad.

A nuestros adversarios les reitero que el pueblo es sabio; que se da cuenta de quiénes trabajan sin robar y quiénes son los que lo engañan, los que roban. Se la han pasado calumniándonos, diciendo mentiras, inventando (sin que los censuremos, porque aquí no se censura a nadie, como sucedía en el pasado) y ahí tienen… A nuestro pueblo no le interesa la politiquería. Hagan lo que hagan, publiquen lo que publiquen, seguiremos adelante.

A la gente le digo: es falso que la consulta haya fracasado. Fracasaron ellos… los conservadores. Ya se dieron cuenta de que no estoy solo; de que son más los que quieren que siga. Así que seguiré. ¡Muchas gracias por participar! Fue histórico. Nunca se había hecho algo semejante en el país. La gente quiere que siga la transformación, aunque algunos se enojen. Ni hablar. Así es la verdadera democracia.

Para cerrar les digo: es necesario que los consejeros y los magistrados electorales sean electos por el pueblo, para evitar que suceda lo que pasó con la consulta de ayer.

Luego de esto, en aquel lejano país, los ciudadanos se prometieron ser cuidadosos a la hora de elegir a sus gobernantes. Allá, el cuento tuvo final feliz. Allá…

2 comentarios sobre “Discurso previsible

  1. Muy estimado Correligionario Don Jorge:

    No se templan espadas para que puedan clavarse en nuestro pecho. Las forjadas en un pueblo «mixto» («intelligenti pauca») no tienen mano segura que las blanda, de modo indefectible y siempre, exclusivamente contra el enemigo.

    Lástima que ni Carlismo ni Falangismo españoles «peninsulares» calaron en Hispanoamérica, y no por culpa de ésta. Demasiado entretenidos en guerras civiles acuende, los carlistas. Demasiado vagos en su discurso, los Falangistas.
    Nueva España necesita un Caudillo católico propio y nacional. Paradógicamente, yo, tan adverso a los nacionalismos de los trozos de las Españas políticamente descuartizadas por la masonería, paradógicamente propugno primero una nación fuerte y sólida en Nueva España, con un Jefe de Estado de altas e integralistas de futuro miras hispánicas. Ha de tener sus raíces en el movimiento Cristero. Su antecedente el gran Presidente elogiado por su Excelencia el General Badillo. La Santísima Virgen de Guadalupe, venerada en si nuevo templo de peregrinación, nos ayude. Lleva el hombre de la advocación de la Patrona de Cáceres y de los Conquistadores, extremeños, no por casualidad.
    Eso allende la mar océano, que una vez surcamos señores victoriosos. Españoles de acá defendieron contra el formidable asalto de los pérfidos ingleses herejes, las costas de Cartagena de Indias, parte de su regia patria. Un tuerto, tullido de una pierna, y manco de un brazo, perdidos en batalla, el Almirante Blas de Lezo, que en Gloria esté, logró la victoria al mando de nuestra flota, y ello tras el descalabro de la Armada Invencible y la derrota de Trafalgar debida a la traición de su comandante «francés», con toda probabilidad masón.
    O acuende se recobra ese espíritu, o ni se recobra Hispanoamérica para sí misma y para todos nosotros. Y para allende el Océano, aguardo a que la Divina Providencia os provea de Caudillo de Dios.

    Atentamente, Vuestro seguro servidor

    Ricardo de Perea y González, Pbrº. .

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  2. «Estimadísimo» Sr. Presidente no removido por «el pueblo que ha hablado»:

    ¿Sabio el pueblo? «El pueblo», el auténtico, el de los refranes y proverbios célebres sí, el otro, el masa, no.
    Léase Vuesa Merced el prólogo del famoso libro del Cristiano nuevo, de sangre y fenotipo godos, Mateo Alemán, nacido en Sevilla y fallecido en Méjico, prólogo escamoteado en algunas ediciones del Guzmán de Alfarache. Se parece mucho, ese «pueblo», al que adhiérese a Vuesa Merced.

    Con mis corteses respetos.

    Ricardo de Perea y González, Pbrº. .

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