Prueba a los ciudadanos

Por Jorge Esqueda

j_esqueda8@hotmail.com

Imagen_ Mohamed Hassan (Pixabay)

Las elecciones estatales en los estados de México y Coahuila, ponen a prueba qué tanto ha regresado el presidencialismo, el vigor del centralismo pero sobre todo, a los ciudadanos.

La administración del presidente Andrés Manuel López Obrador es, para muchos, el regreso del presidencialismo que vivió México a lo largo de siete décadas del siglo XX, y que otros muchos pensaban que ya había sido desmontado.

Inclusive, ese regreso del presidencialismo es ubicado con cara autoritaria. No, no necesariamente.

Habría que releer a Jorge Carpizo para explorar que el presidencialismo mexicano era una compleja red de poderes metaconstitucionales, decía el exrector universitario. Habría que leerlo para determinar lo que fue desmontado de esa red, y lo que ha seguido vigente.

Pero sobre todo, junto a las vertientes política y jurídica, hay que reconocer su faceta social, es decir, que el presidencialismo estaba y está arraigado en la fascinación por el poder, y la obediencia a que lo anterior lleva.

Es cierto, el voto por Morena y López Obrador encuentran un importantísimo pilar en las ayudas sociales que llegan no a todos los hogares que más lo necesitan, pues la paradoja es que lo fuerte de esas necesidades, sobre todo en educación y cultura, imposibilitan que la gente las obtenga.

Pero las ayudas sociales llegan a muchos hogares con carencia de recursos y a otros donde no son tantas, pero existen. También a hogares y personas que muy bien podrían renunciar a esos apoyos, pero los tramitan. ¿Qué tanto esas ayudas sociales del gobierno morenista, alimentan y hacen posible ese aspiracionismo que tanto critica nuestro mandatario, aunque aspirar a lo mejor ni es pecado ni es delito?

¿Las ayudas sociales dan votos morenos? No en automático, porque muchas personas entienden que son contribuyentes, que pagan impuestos y que esas ayudas sociales son sus propios impuestos regresados en tarjetas canjeables por billetes en las sucursales del Banco del Bienestar.

Sí, son muchas, pero quizá no tantas las que lo comprenden, porque la ecuación del “pago hoy en impuestos lo que mañana me darán en tarjeta del Bienestar”, necesita de ciertos conocimientos que si se carece de un buen nivel educativo, simplemente ni se ve ni se entiende.

Y junto a esa ecuación, se encuentra la fascinación por el poder y la obediencia que genera. Las imágenes de las giras de prácticamente cualquier presidente de este y el anterior siglo muestran un entusiasmo desbordado de la gente, el cual es generado por ese embelesamiento por el poder.

Pero ese arrebato de los sentidos tiene como hermano indeseable a la obediencia al poder. Y por eso, muchos beneficiarios de las ayudas sociales son ciegos de que se trata de sus impuestos pagados ayer que les son devueltos hoy.

¿Cómo se cambia esa situación? En parte, en muy buena medida, con educación, educación y más educación. Pero de calidad, por supuesto. Y esta es una de las fallas del país: la educación de calidad.

Pero mientras, de urgencia, hay otras vías. El equilibrio de poderes, por ejemplo. Y ahí la gente, el ciudadano, de nueva cuenta, tiene el balón.

Hablamos específicamente del equilibrio entre el Ejecutivo y el Legislativo. El equilibrio con el Judicial es otro tema. Y muy grande.

Cuando el Legislativo tiene mayoría del mismo partido que el Ejecutivo, no hay equilibrio sino obediencia. ¿Por qué? Porque la existencia política y la supervivencia económica de los legisladores dependen del Ejecutivo.

Pero a los ciudadanos no nos debe de importar la supervivencia política de los políticos. Ellos están para servirnos, no para que les sirvamos, que es lo que han hecho y siguen haciendo. Por eso el secreto político de nuestra incipiente democracia, es que el Ejecutivo, sea federal, sea de un estado, pertenezca a un partido, y los legisladores a otro.

Ahora que los estados de México y Coahuila elegirán nuevos titulares de su Ejecutivo, y los coahuilenses también a su Congreso local, el voto que más servirá a los ciudadanos y la democracia, será el que elija un color para el gobernador y otro color para sus 25 diputados.

¿Por qué? Porque la obediencia del legislador al gobernador se romperá, y todas las fuerzas deberán de negociar para redactar nuevas leyes o cambiar las actuales.


Coahuila es un buen ejemplo. Su gobernador actual es priista y 16 de sus 25 diputados locales también. El candidato tricolor encabeza las encuestas, pues hay buena opinión del mandatario saliente, y la buena imagen del candidato priista supera con claridad a los dos del morenismo, o quizá sea mejor decir, a los dos expriistas que se pasaron a Morena tras militar en el PRI.

Y aquí hay otra razón para el voto diferenciado: votar por todos los cargos del mismo color, sería simplemente hacer que siga gobernando el PRI con nombre diferente. Al menos, hacer que negocien. Si los ciudadanos no ejercemos nuestra ciudadanía, claro que el presidencialismo, inclusive el más autoritario, va a regresar.

Además, la presión de Morena por revivir la unidad de los tiempos priistas, ha creado el desorden de dos partidos que se le suman pero sus candidatos no renuncian. Es la prueba de que el centralismo, hermano del presidencialismo y rival de la democracia, goza de excelente salud.

Y lo anterior nos lleva a otro tema: la cultura política actual del mexicano, que nos hace entender por qué todos los políticos sufren de los mismos males. Pero ese es otro tema que en el futuro será abordado.

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