
Por Mario Rosales Betancourt
Imagen ilustrativa: Gobierno de México
Si un refresco o una cerveza se agitan mucho, cuando se destapa la corcholata se da una salida violenta de líquido y gas que implica un desperdicio del producto.
El caso es que ya vivimos en el gran juego de las corcholatas, que nos mantendrá distraídos hasta el 6 de septiembre.
Algo que nadie cree ―ni los morenistas en privado, ni los morenistas abiertamente― es que el presidente será ajeno al proceso que designará a su sucesor, y que será el pueblo quien ―por medio de una encuesta― tomará libremente esa decisión.
Igual que en el viejo PRI, todos sabíamos que el presidente ―con el llamado dedazo― era quien decidía; pero ello se disfrazaba diciendo que eran los sectores del partido los que proponían al futuro jefe del Ejecutivo federal. Esto se aprobaba en una asamblea partidista a la que llegaba una sola propuesta.
El hoy morenista Manuel Bartlett Diaz, citado por Jorge Carpizo en su célebre libro El presidencialismo en México justificaba esta práctica del dedazo, diciendo que el presidente era «el fiel de la balanza».
Bajo el disfraz, como antes, será el presidente ―aunque lo niegue― el que designará a su sucesor; se dirá que no serán los sectores de Morena los que decidan, sino algo aún más virtual: los encuestados.
Y cómo antes, aunque se diga que no, hay y seguirá la llamada cargada, esto es, el apoyo a una corcholata por parte de quienes buscan conseguir chamba, contratos o conservar algún beneficio ―como los apoyos sociales― tratando de adivinar quién será, la o el destapado.
El presidente, sin duda, es el gran líder, el mesías, como lo calificó Adán Augusto López: el Señor cuyos tiempos son perfectos. Por ello, los encuestados van a votar por quien crean que es el más afín a AMLO, quien es el mejor discípulo, el o la que mejor y con más fidelidad siga la doctrina y enseñanzas del todopoderoso.
La duda es a quien quiere más el Señor. Porque, esa o ese es quien va a ganar. ¿El que crea más capaz para continuar su proyecto?, ¿la que le tenga la mayor fe y sea la más dócil? Otra duda: ¿de donde saldrán los recursos para las campañas o los recorridos de las corcholatas?
El caso es que, con esto, AMLO logra asegurar que las corcholatas sean noticia continua y ―en cambio― se mantengan muy alejadas de los reflectores las opciones de la oposición.
Además, esta táctica será la gran cortina de humo que oculte lo que no se pudo lograr y los nuevos problemas que no se solucionan.
