Su «mea culpa» no le impide sugerir que la Unión Europea y sus aliados impongan la solución de dos estados en Medio Oriente

Por Jorge Santa Cruz

Imagen ilustrativa: El Heraldo de Aragón

Es cierto: Josep Borrell Fontelles reconoció que Israel financió a Hamás para impedir la solución de dos estados; pero también lo es que dijo que Israel tiene los mismos derechos que los palestinos sobre el territorio en disputa.

De igual manera, es verdad que Borrell declaró que la destrucción de las ciudades de Gaza es peor que la ocasionada por los aliados a las ciudades alemanas en la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, también lo es que el alto funcionario de la UE habló de imponer la solución de dos estados.

Revisemos, estimados lectores, las declaraciones que hizo Borrell antes de recibir el doctorado honoris causa por la Universidad de Valladolid el viernes 19 de enero de este 2024. (Las puede ver en el video oficial subido por dicha institución, entre los minutos 1:43:28 y 1:47:56).

El conflicto palestino-israelí […] enfrenta a dos pueblos que tienen los mismos derechos legítimos a vivir en la misma tierra.

Es difícil decir si los dos derechos son iguales, son equivalentes. O si uno tiene más derecho que el otro, porque estaba ahí antes. ¿Pero cuándo es antes?

En todo caso, en la práctica, uno disfruta más de este derecho que otro, que se ha visto reducido al exilio y a la ocupación porque ha sido más el fuerte, con nuestra ayuda: Israel.

Y hoy es totalmente ilusorio pensar en una confederación palestino-israelí. Y la única solución posible (si excluimos la extinción de una de las partes) es crear dos estados que compartan la tierra por la que llevan cien años muriendo.

Y todo el mundo apoya la solución de los dos estados. Todo el mundo lo dice, menos el gobierno israelí.

Todo mundo piensa que es la única solución posible, pero nunca hemos hecho gran cosa para conseguirla. Hagamos mea culpa. La hemos predicado mucho, pero no hemos hecho nada o poco para hacerla realidad.

El único intento político serio de hacerlo fue en Oslo, los Acuerdos de Oslo, precedidos por la Conferencia de Paz de Madrid, pero de eso hace 30 años. Y el entusiasmo inicial no duró porque la confianza no existía, y porque las partes implicadas no tenían suficiente apoyo -ni siquiera el de su población. para llevarlo a la práctica; como demostró el trágico destino de Rabin -asesinado en el 95- por un fundamentalista judío. Como el presidente egipcio Sadat había sido antes asesinado por haber hecho la paz con Israel.

En realidad,, los Acuerdos de Oslo nunca frenaron la colonización de Cisjordania. Hoy hay cuatro veces más colonos en Cisjordania que los que había en Oslo hace 30 años. Son setecientos mil. La comunidad internacional los considera ilegales; pero no ha hecho nada para combatir esta ilegalidad.

Y esos colonos son hoy mucho más violentos. Y el número de muertos palestinos de Cisjordania, desde la tragedia del 7 de octubre es tremendo.

Lo que estamos presenciando hoy, desde el 7 de octubre, es el colapso del statu quo y el carácter insostenible de una situación que habíamos querido olvidar. Pensábamos que la paz entre los países árabes e Israel bastaba.

Y Jake Sullivan, el secretario para Seguridad Nacional de Estados Unidos, decía una semana antes del 7 de octubre: «El Medio Oriente nunca ha estado tan tranquilo». Que Dios le conserve la vista porque una semana después empezaba la tragedia que estamos viviendo ahora, y de la que no saldremos sin un compromiso muy fuerte de la comunidad internacional.

La buena noticia es que hay gente dispuesta a ello; y la mala noticia es que en Israel, en particular su gobierno, se niega rotundamente (ayer mismo lo repetía Netanyahu -como si se anticipara a mis palabras de hoy-) a aceptar una solución que lleva boicoteando él, personalmente, durante los últimos treinta años.

Entonces ¿qué hacer? ¿Cuándo y cómo hacerlo? Nadie tiene la respuesta. Solo creemos que una solución de dos estados debe ser impuesta desde el exterior para traer la paz, aunque insisto: Israel se reafirme en esa negativa que, para impedirla, han llegado ellos mismos a crear Hamás. Sí: Hamás ha sido financiado por el gobierno de Israel para intentar debilitar a la autoridad palestina de Fatah.

Pero si no intervenimos fuertemente, la espiral de odio y violencia seguirá de generación en generación, de funeral en funeral, cuando florezcan las semillas del odio que se está sembrando en Gaza, hoy.

Borrell deja en claro que Occidente apoya a Israel y que es corresponsable de que Palestina haya sido reducida al exilio y a la ocupación.

También acepta que es ilusorio pensar en una confederación palestino-israelí.

Afirma, además, que «todo el mundo» apoya la solución de dos estados «menos el gobierno israelí». Aquí cabe preguntarse: ¿los palestinos aceptarán dicha «solución»?

Todo parece indicar que, como dice Borrell, el Medio Oriente vive efectivamente el colapso del statu quo y que la situación adquirió un carácter insostenible después de los ataques de Hamás contra Israel.

Lo que resulta aún más intranquilizador es que proponga a Occidente que la solución de dos estados sea impuesta a Israel y a Palestina. En tiempos recientes lo intentaron en Irak, en Siria, en Afganistán… y ¡fracasaron! Pero eso sí: los pueblos de esos países pusieron miles de muertos mientras que el complejo-militar industrial y los contratistas favoritos de las élites occidentales se hinchaban de dinero.

¿Quién le dice a Borrell que, ahora sí, la imposición será exitosa? ¿Y que unos y otros la aceptarán dócilmente? ¿No será que quieren provocar una catástrofe aún mayor en el Medio Oriente? Seguramente no tardaremos muchos en tener las primeras respuestas.