En grave riesgo, los 90 años de republicanismo en México

Un segundo piso implica usar el mismo camino para llegar al mismo lugar

Por Mario Rosales Betancourt

Imagen ilustrativa: Red social X (captura de pantalla)

La República es una forma de gobierno cuya característica fundamental es el cambio periódico de los gobernantes, esto es, los ciudadanos eligen a su gobernante para un período limitado de tiempo, después del cual tienen que dejar por completo su poder.

México establece en la Constitución que es voluntad de su pueblo ser una República democrática. Y hemos gozado de una práctica republicana desde 1934, en que Lázaro Cárdenas asumió la presidencia y rompió con el maximato de Plutarco Elías Calles, en el que Calles era el poder real y los presidentes en turno, solo el formal.

Así, desde 1934, cada 6 años hemos tenido presidentes que han concluido totalmente sus períodos sexenales, no hemos tenido ni la muerte, ni la destitución de ningún presidente en funciones. Y lo más importante: todos se han apartado totalmente poder, sin prolongarlo ni un solo día más, dejándole totalmente la responsabilidad a su sucesor.

Esta es una importante y valiosa tradición que superó en el pasado los intentos de que algún presidente continuar (formal o informalmente) en el poder real. Hoy, sin embargo, está tradición está en riesgo.

El presidente López Obrador dijo que se iría a su rancho cuando concluyera su mandato. Y hasta formalizó la entrega del bastón de mando a Claudia Sheinbaum; pero la verdad es que a diferencia de anteriores presidentes (que se tapaban cuando ya había candidato para no robar cámara y encabezados al elegido) vemos que el presidente López Obrador mantiene y acrecienta su protagonismo cuando iniciaron formalmente las campañas.

Así, en el inicio de la campaña de Claudia Sheinbaum, el grito más fuerte fue «Es un honor estar con Obrador». Ella misma lo dijo en el mitin que encabezó esta tarde-noche en el Zócalo de la Ciudad de México. Sheinbaum habla de continuidad, de seguir, de apoyar, sin modificar ni en una coma, las propuestas de López Obrador.

El nombre de Cuarta Transformación es el eslogan del gobierno de López Obrador; como el «Arriba y Adelante» lo fue el de Luis Echeverría, o la «Solución somos todos» de José López Portillo. Ella no tiene ni eslogan propio. El equipo de Sheinbaum está integrado por personas muy cercanas al presidente López Obrador, más próximas al mandatario que a ella; lo mismo se ve en las candidaturas de Morena a todos los niveles.

Un segundo piso implica usar la misma ruta para llegar al mismo destino.

Son muchas las mentiras del presidente para creerle que el 30 de septiembre se irá a su rancho en Chiapas; y que ya no participará, ni opinará, ni intervendrá en forma alguna en el nuevo gobierno.

Pero los gobernadores, legisladores, políticos y dirigentes de Morena son obradoristas; los mandos del ejército, las 3 ministras de la Suprema Corte de Justicia y la simpatía popular son obradoristas. no existe el sheinbaumnismo. López Obrador es el gran Sol, con indudable luz propia; Claudia es solo la Luna, que no tiene luz propia, y solo refleja la del Sol.

Claudia dice que es la 4 T con rostro de mujer, o sea, que solo es una careta, una máscara; si gana será por López Obrador y el triunfo será de López Obrador.

ALMO le deja a Claudia cada vez más candados y compromisos, como el mayor endeudamiento, el continuar con sus obras insignia (Tren Maya, Refinería de Dos Bocas, Corredor Transístmico…); como los actuales y nuevos compromisos sociales, como los aumentos a pensiones, sus 20 reformas constitucionales y legales, la acción de militares en actividades civiles, etc. Y hay una clara amenaza, por si Claudia quisiera liberarse de su control: la revocación de mandato.

Además de que ya hay voces que hablan de que López Obrador debe mantenerse o regresar al poder; cada vez son más (tanto entre simpatizantes de la 4T como entre sus críticos) los que piensan que el poder real si ganan Morena y sus partidos satélites lo mantendrá López Obrador. Y Claudia Sheinbaum solo sería la «presidenta».

Lo que implicaría si sucede, que no habría cambio de gobernante y, con ello, México dejaría de ser una verdadera República.

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