Todos cometemos errores; la naturaleza humana es imperfecta. Pero el que cometió la candidata presidencial de Morena al arrancar su campaña en el Zócalo da mucho en qué pensar

Por Jorge Santa Cruz
Imagen ilustrativa: Facebook (captura de pantalla)
La palabra «lapsus», según la Real Academia Española, significa «Falta o equivocación que se comete por descuido».
Todos hemos incurrido en ellos y los seguiremos cometiendo. Son consecuencia de nuestra naturaleza humana imperfecta.
La candidata presidencial de Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde Ecologista de México (o para ser más precisos, la candidata del presidente Andrés Manuel López Obrador), Claudia Sheinbaum Pardo, tuvo un lapsus muy grave en el discurso con que inició su campaña electoral este 1 de marzo, en el Zócalo de la Ciudad de México.
Sheinbaum dijo:
Solo hay dos caminos a tomar este 2 de junio: uno: que siga la corrupc…; que siga la transformación. El otro: que regrese la corrupción. ¿Qué dice el Zócalo de la Ciudad de México? ¿Que siga la transformación? ¿O que regrese la corrupción?
La cadena estadounidenses CNN difundió una nota acerca del error de Claudia Sheinbaum e insertó en el material el video del momento en que la aspirante presidencial morenista se equivocó.
¿Por qué erró Sheinbaum? Las causas las ocultarán López Obrador, Sheinbaum, Mario Delgado y demás pandilla de la Cuarta Transformación (como lo hicieron con la información relacionada con la construcción del segundo piso del Periférico; y como lo hacen con tantos escándalos de corrupción en que se han visto involucrados familiares cercanos del presidente de la República).
Es válido, sin embargo, inferir sobre las más probables. Hagamos este ejercicio:
- El natural nerviosismo de iniciar una campaña presidencial en el Zócalo de la Ciudad de México, a pesar de saberse arropada por las huestes de López Obrador.
- Que el texto que leía la candidata Sheinbaum tuviera ese error.
- De ser así, que los encargados de supervisarlo hicieron mal su trabajo.
- Que el presunto error no fue detectado en la revisión final hecha por la candidata Sheinbaum.
- Que la candidata Sheinbaum no revisó el texto.
- Que el texto fue correcto, pero que la candidata Sheinbaum se equivocó en su afán de improvisar (sabedora que es mala oradora y que carece de carisma político).
Cualquiera de las anteriores seis probables causas no exime de responsabilidad a la candidata Sheinbaum.
Escucho ya a los partidarios de AMLO cuestionarme sobre los lapsus cometidos por Vicente Fox, Martha Sahagún, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto… Sí, incurrieron en ese tipo de equivocaciones, pero ese no es el punto. Sus errores de gobierno motivaron el voto de castigo en contra de PRI, PAN y PRD e hicieron posible que el dictador en ciernes apellidado López Obrador ganara con 30 millones de votos la elección del 1 de julio de 2018. Los escucho porque, además, están en su derecho de pensar diferente. (Por cierto: pensar diferente no quiere decir necesariamente pensar bien).
El punto es que Sheinbaum quiere ser presidenta de México. ¿Seguirá los pasos de los antes mencionados?
El nerviosismo es natural; pero existen técnicas para controlarlo. Lo menos que se puede pensar es que no se las han enseñado a Claudia Sheinbaum o que ella está en vías de aplicarlas correctamente. Sheinbaum se jacta de hacer política desde que agitaba contra la UNAM en 1986. Han pasado casi 38 años desde entonces.
Que se ponga nerviosa, a final de cuentas, es humano. No pasa nada.
Pero ¿será válido pensar que se equivocó porque leía un texto ajeno?, ¿porque no todo el «proyecto de nación» que presentó en el Zócalo de la Ciudad de México es suyo?, ¿porque la traicionó el subconsciente?
Claudia Sheinbaum pareció hoy más un títere del presidente López Obrador que una estadista.
Sus discursos, sus gestos, sus silencios, sus improvisaciones (si es que se dan) evidenciarán, en los próximos días, semanas y meses, sus habilidades, competencias y actitudes de cara a los comicios del 2 de junio. Se verá si es mujer de Estado o no. Así de simple.
Por cierto: vale decir que el lenguaje corporal comunica mucho más que las palabras. Y si López Obrador y Sheinbaum no lo creen, que consulten la vasta literatura que se ha escrito al respecto.
