Se jactaban el 29 de julio de 1968 de que estaban a punto de romper el régimen gubernativo de opresión encabezado por el entonces presidente de la República

Por Jorge Santa Cruz
Imagen ilustrativa: M68
Al presidente Gustavo Díaz Ordaz se le ridiculiza de manera frecuente por haber sido anticomunista. Sin embargo, la gradual apertura de archivos demuestra que los comunistas mexicanos sí querían derrocarlo para imponer al país un gobierno «popular» como el de Fidel Castro Ruz en Cuba.
El 29 de julio de 1968, tres días después de los disturbios ocurridos en el centro de la Ciudad de México, la Juventud Comunista de México (organización vinculada al Partido Comunista Mexicano que operaba en la clandestinidad, y la Central Nacional de Estudiantes Democráticos) distribuyó carteles en los que llamaba. a «la lucha armada y violenta contra nuestros verdugos».

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Dirigido a los «Camaradas estudiantes y a los «Jóvenes obreros y campesinos», el cartel (titulado «¡La juventud al poder!» iniciaba de la siguiente manera:
Estamos a punto de romper el régimen gubernativo de opresión que obstruye el desarrollo de México. Están plenamente maduras las condiciones sociales para que las juventudes democráticas, como vanguardia de las fuerzas populares, arrebaten el poder a la gran burguesía que no ha hecho otra cosa que sojuzgar, vejar y reprimir a las grandes masas.
Enseguida, el documento reprochaba el allanamiento ilegal de las oficinas del Partido Comunista Mexicano y la detención de varios de sus dirigentes nacionales. Acusaba además al gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz de reprimir a los estudiantes que participaron en la marcha del 26 de julio.

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Con un lenguaje claramente subversivo, utilizado por los partidarios de la Unión Soviética, el documento llamaba a la lucha revolucionaria:
El texto implicaba una declaración de guerra al presidente Díaz Ordaz y a su gobierno:
¡Ha llegado el momento de la liberación nacional! La Fuerza estudiantil está creciendo por minutos. Miles y miles de jóvenes se unen en torno a las banderas de lucha democrática, anti-imperialista y genuinamente revolucionaria. Están cansados ya de soportar yugos y sanciones y de ser víctimas de represiones ideológicas.
Como en Cuba, el 26 de julio marca el inicio de la gran transformación social y política de nuestro país. Las barricadas estudiantiles son sólo el primer brote de la lucha a muerte de la juventud en contra de la oligarquía que como pulpo estrangula a la Nación.
Advertía, además, que la proximidad de los Juegos Olímpicos no contendría sus afanes revolucionarios:
La juventud, que tanto había reclamado un sitio en el combate por transformar las condiciones de vida de nuestro país, ve llegada su hora. No debemos desistir de nuestro intento ni desmayar un solo instante. Formaremos centros de resistencia y guerrillas urbanas. Nuestras escuelas serán cuarteles y las calles el campo de nuestra gran batalla.

La conclusión de este manifiesto (que usted puede leer íntegro gracias a la página de M68) remachaba con otra advertencia:
Estamos por recibir más armas que serán suficientes, no tan sólo para repeler la agresión policíaca, sino para tomar el poder en forma definitiva. […] Los jóvenes somos guerrilleros de la nueva revolución mexicana.
La Juventud Comunista de México y su partido convocaban, pues, a la lucha armada para derrocar a Gustavo Díaz Ordaz. Anunciaban, en consecuencia, que formarían centros de resistencia y guerrillas urbanas. Y que las escuelas serían sus cuarteles.
En síntesis: proclamaban una lucha de liberación nacional, ideología que fue importada a México por el general Lázaro Cárdenas del Río. Y confirmaban su pretensión de transformar al país. (Con base en un criterio estrictamente cronológico, esa hubiera sido la cuarta transformación).
