La división de poderes, cuando es real, es un eficaz sistema de frenos y contrapesos, necesario para el funcionamiento democrático y correcto de un buen gobierno, sea cual fuere la ideología de ese gobierno

Por Mario Rosales Betancourt

Imagen ilustrativa: Enciclopedia Humanidades

En su célebre «Espíritu de las Leyes», Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, establece las ventajas de la División de Poderes para evitar los excesos de los absolutismos; el francés vio en Inglaterra que tal división sí funcionaba.

El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.

Desde la bicentenaria Constitución de 1824 hasta la fecha, tenemos establecida en México la división de poderes; pero esta no fue una realidad, por ejemplo, ni en el porfirismo. ni en los regímenes llamados revolucionarios.

El gran legislador era el presidente, ya que el PRI, al tener mayoría simple y calificada (integrada por legisladores sumisos, que solo aprobaban las iniciativas legales y constitucionales del ejecutivo) concentraba todo el poder en el presidente de la República.

Fue a mitad del gobierno de Ernesto Zedillo cuando, por primera vez, hubo división de poderes. En el proceso electoral de medio sexenio, el PRI logró la minoría más grande, y con eso quiso gobernar en la Cámara de Diputados. Los priistas alegaban su mayoría relativa, pero la habilidad y el talento de Porfirio Muñoz Ledo logró unir a todos los partidos de oposición y forjar una mayoría que dobló al PRI.

Ni Fox, ni Calderón, ni Peña Nieto tuvieron mayoría calificada por lo que tuvieron que hacer política, esto es, que los mencionados presidentes se vieron en la necesidad de aprender a dialogar para llegar a acuerdos con la oposición.

En los primeros tres años, el presidente López Obrador gobernó con una mayoría calificada, lograda con la suma de los partidos del Trabajo, Verde Ecologista de México y Encuentro Social; y por la cooptación de legisladores de oposición.

Actualmente, tenemos una conveniente división de poderes. En muchos casos, muy importantes ─como los programas sociales─ el gobierno de López Obrador ha logrado el apoyo de las minorías en en Congreso de la Unión, y el de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Por lo tanto, han sido aprobadas muchas de sus propuestas de leyes, reformas constitucionales, designaciones de ministros de la Corte, consultas populares, etcétera.

Pero en algunos casos, la 4T no logró conseguir acuerdos parlamentarios. Quiso imponer sus criterios por la fuerza ─imponiendo lo que antes criticaba: el mayoriteo─, o incumpliendo los procedimientos, o sin tener las dos terceras partes necesarias para una reforma constitucional. En consecuencia, varias fueron declaradas inconstitucionales por la Suprema Corte.

En lugar de buscar acuerdos, corregir y ajustarse a la legalidad y constitucionalidad, ahora lo que pretenden es lo que el presidente López Obrador llama el Plan C, que consiste en lograr ─con el apoyo de sus partidos cómplices─ las mayorías en ambas cámaras para, con ello, lograr las reformas constitucionales que quieran. La primera pretende que el poder judicial quede sumiso al ejecutivo (por medio de una elección de candidatos propuestos por el presidente de la República).

La división de poderes, cuando es real, es un eficaz sistema de frenos y contrapesos, necesario para el funcionamiento democrático y correcto de un buen gobierno, sea cual fuere la ideología de ese gobierno.

Claudia Sheinbaum está promoviendo el Plan C para que se aprueben las reformas de López Obrador.

Para ello ─en algo que rompe el espíritu democrático de respetar minorías─ está haciendo que el Partido Verde vaya con sus propios candidatos al Senado para ganar los dos senadores de mayoría y el de primer senador de minoría, que debería ser de oposición y no del mismo gobierno, por medio de sus aliados.

Independientemente de quién gane, sería terrible para nuestro sistema democrático que una alianza tuviera mayoría calificada, y pudiera hacer y deshacer la Constitución a su libre antojo.

El argumento para lograr ese Plan C es insostenible. Se usan los programas sociales, pero estos ya están en la Constitución. Y son, por el contrario, una prueba de que cuando una propuesta de la mayoría es conveniente, las minorías se suman. Esto da mayor legitimidad al gobierno.

Se dice que es para que avance más rápido la 4T, pero eso equivale a que se le quite el sistema de frenado y de protección a un auto de carreras para que pueda correr más rápido. Tal vez si logre más velocidad, pero con muchísimo riesgo.

La división de poderes obliga a que haya diálogo y consensos en un país plural como el nuestro. Que respeten las minorías el poder de la mayoría, pero que la mayoría reconozca las aportaciones y las opiniones de las minorías que puedan beneficiar al país.

Las ideas de Montesquieu siguen vigentes; por ello hay que defender la división de poderes, ya que ─de lograrse el Plan C─ la Constitución volvería a ser letra muerta.