Con el conflicto frente a Ecuador eclipsó incluso al debate de mañana entre quienes aspiran a sucederlo en el poder

Por Mario Rosales Betancourt
Imagen ilustrativa: Plan V
La Convención de Viena de 1961 sobre Relaciones Internacionales fue evidentemente violentada por el gobierno ecuatoriano al allanar el inmueble sede de la embajada mexicana en Quito y agredir a personal diplomático, con el fin de aprehender al ex vicepresidente del Ecuador, Jorge Glas.
Conforme a derecho Internacional, no se puede justificar una acción como esa, y sí es conveniente que México, además de su protesta, intente por medio de la Corte Internacional de Justicia, un juicio contra Ecuador, aunque el problema es que en esa Corte Internacional existe la jurisdicción voluntaria, esto es, sólo puede resolver controversias cuando ambas partes están de acuerdo en someterse a la jurisdicción de ella.
Sin pretender justificar un acto plenamente ilegal (que hay que condenar para evitar su repetición), sí es importante aclarar varios aspectos.
El primero es que las embajadas no son territorio soberano del llamado estado acreditante, sino un espacio que (conforme a la Convención citada) goza de inmunidad, por lo que las autoridades del llamado estado receptor sólo pueden ingresar con la autorización del estado acreditante.
Por lo anterior, ese hecho no significa que se haya violado el territorio nacional o se haya afectado la soberanía de México.
En segundo lugar, la acción ilegal del Ecuador puede ser considerado una represalia, esto es, la respuesta con un hecho ilegal por parte de un estado, a un hecho también ilegal de otro estado.
El que Jorge Glas estuviera desde diciembre en la embajada de México representaba un conflicto que tendría que haberse resuelto por vías jurisdiccionales o incluso diplomáticas, en torno a si Ecuador tenía o no la obligación de dar el salvoconducto que permitiera a México darle asilo o si, por el contrario, México tenía que entregar a Glas por estar sujeto a un proceso penal, por delitos graves que no son de naturaleza política.
Así, se estaba en litigio, por una persona, Jorge Glas, pero fue el presidente López Obrador el que rompió ese estado, sin esperar a que se resolviera la controversia por parte de los jueces; y que estos resolvieran a favor de México para obligar a Ecuador a dar el salvoconducto, o de Ecuador, para obligar a México a entregar a Glas.
Pero el presidente López Obrador, violando el principio de no intervención, se puso a cuestionar seriamente las pasadas elecciones en Ecuador, y con ello, a deslegitimar al actual gobierno ecuatoriano. Eso provocó que se declarara persona non grata a la embajadora. Luego, el presidente López Obrador anunció el envío de un avión militar para traer la embajadora. Ante eso, Ecuador, por el temor de que México lograra sacar a Glas de su embajada, para traerlo a México, rodeó la embajada y la allanó.
Para López Obrador, la mejor política internacional es la política interna, y así con esta situación, logró despertar sentimientos nacionalistas. De inmediato, Claudia Sheinbaum y sus seguidores, apoyaron al presidente.
Lopez Obrador nuevamente se pone en el centro de la campaña, ya que con el conflicto con el Ecuador, logró hasta eclipsar el debate.
López Obrador se enfrenta a un país pequeño, que atraviesa grandes dificultades, muchas debidas a los gobiernos de tipo socialista como los de Rafael Correa. López Obrador, pues, logra hacer su mejor papel, el de víctima ofendida, y de gran defensor de la soberanía nacional.
Su política exterior, muy criticable desde la óptica de la diplomacia, se convirtió en un gran triunfo de su política interna, ya que criticarlo por esto es casi ser un traidor a la patria. Planeada o no, le salió muy bien su jugada.
