Los resultados, en consecuencia, van a ser también una medición de la madurez de la cultura democrática de los grupos sociales del país

Por Jorge Esqueda (*)
Imagen ilustrativa: INE
En México somos, al menos, 129.5 millones de personas de todas las edades, y de ellas podrán votar 98 millones 329 mil 591, las cuales integran la Lista Nominal que estará en las casillas. ¿Qué decidirán?
Con certeza nadie lo sabrá hasta mediados de la semana siguiente al domingo de los comicios, cuando se hagan las cuentas definitivas. Y con exactitud, hasta que se entreguen las constancias de mayoría, aunque los conteos rápidos de la autoridad electoral nos darán una idea aproximada, o eso se espera, según avance la noche dominical misma y la madrugada del lunes 3.
En México, las tareas de la estadística electoral eran robustas y confiables hasta los pasados comicios presidenciales, o así se veían. Ahora esos pronósticos se han convertido, en varios casos, en predicciones, donde no es una corazonada la que adelanta el resultado, sino la voluntad política distorsionante de hacer creer a la gente que alguien va a ganar y otro va a perder para influir en el voto, gastando dinero en que así salgan los sondeos.
Es, como muchos otros ejemplos, una muestra de la política mexicana chicharronera («aquí solo mis chicharrones truenan», la definió José López Portillo) que quiere regresar y se niega a morir.
La antigua mayoría silenciosa y el no tan viejo voto indeciso, han dado paso ahora al “voto oculto”, donde la gente con toda conciencia y toda razón, de plano rechaza contestar a los encuestadores o les miente; y esas respuestas en blanco o sesgadas, ayudan a que la gente no crea en las encuestas, pues las hace fallar.
Y es real añadir el voto amenazado por el narco, difícil de estudiar por lo peligroso, pero que está ahí.
Muchos temen y otros muchos desean que el país se vuelva de un solo color el dos de junio. Ya no tricolor sino guinda. La verdad es que este primer escenario parece improbable. La clase media puede recibir programas sociales y al mismo tiempo votar en contra del partido en el poder que reencarna al PRI, el viejo “partidazo” que ganaba “de todas todas” y era una verdadera “aplanadora”. Muchos priistas ahora militan en Morena y podrían platicar cada historia…
Los sectores sociales de menores recursos no deben menospreciarse. A pesar de la decepcionante calidad educativa que lleva ya varias décadas a la baja sin poder revertir esa tendencia, desean mejorar sus niveles de vida, tienen capacidad para diferenciar y podrían sorprender a nivel local o nacional, y no solo volcarse de manera masiva por el guinda, como machaconamente se repite cada mañana.
Por supuesto, en el segundo escenario, tampoco es muy probable que la mayoría de esos 98.3 millones de ciudadanos que vayan a las urnas decidan rechazar el pasado reciente y quitar el mandato a Morena. Hay todavía un fuerte ADN ciudadano que somete a la gente al poder; que agradece lo que se recibe del gobierno sin darse cuenta de que eso que se recibe viene de los impuestos de todos, y ni un centavo sale de la bolsa del gobernante.
Además, ¿por qué quitarle el poder a Morena si la gente entiende que la oposición no le ofrece salidas o que estas son muy débiles? El PRI no ha hecho ningún tipo de autocrítica por las promesas de mejora de Carlos Salinas que no llegaron, ni por el futuro brillante que vendría tras los duros sacrificios aplicados en el gobierno de Ernesto Zedillo y que tampoco llegó. Ni por todo lo que se prometió y firmó con Enrique Peña Nieto que aún seguimos esperando.
El PAN tampoco ha reconocido que Vicente Fox perdió una oportunidad histórica de hacer cambios de fondo y que Felipe Calderón, efectivamente, solo azuzó el avispero del narcotráfico, pero no resolvió algo.
Y el PRD menos se ha disculpado de que por sus pugnas internas dejó que creciera Andrés Manuel López Obrador y que, en realidad, ese partido nunca fue una opción de izquierda.
Los resultados del 2 de junio, en consecuencia, van a ser también una medición de la madurez de la cultura democrática de los grupos sociales del país.
Debemos pensar entonces en el tercer escenario, donde la ciudadanía quite las ropas virginales que quieren tapar a la nieta morenista de la aplanadora priista, y ella gane mucho pero no todo.
Y eso es lo que vamos a ver: ¿Qué es ese “mucho”? ¿La Presidencia y la Jefatura de Gobierno de la capital del país o solo una de las dos? ¿La mayoría legislativa en las cámaras de Senadores y de Diputados para que se puedan modificar y crear leyes a “dedazo limpio” y sin cambiar “una sola coma”, como en los tiempos del “Invencible” ─otro nombre del PRI─ o se decida por una mayoría equilibrada por una oposición también fuerte?
El escenario que parece más probable, y deseable, es el de una ciudadanía que castigue a la Morena hija del PRI poniendo una contención suficiente al otrora invencible «tricolor». Un castigo que alcance también al PAN que dilapidó dos sexenios consecutivos y, por supuesto, a Movimiento Ciudadano que desde un balcón de un estadio de fútbol lleno de envases vacíos de cerveza, se postula como la “nueva política”. Ah, claro, y al PRD, PT y Verde, en los cuales es mejor no perder el tiempo.
Desde luego, lo más importante es que la gente vaya a votar y sea ella la que decida si regresa ese pasado antidemocrático priista, o a pesar de todo, sigue la construcción de un país democrático con el lastre de los partidos políticos que tenemos.

[…] Publicado originalmente en https://periodismosincompromisos.com/2024/05/27/2-de-junio-escenarios-electorales/ […]
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