La viruela del mono y el control de las castas privilegiadas

¿Son inevitables las pandemias o se pueden programar para enriqueces a unos cuantos y reducir la población mundial?

Por Mauricio Castillo Videla

Imagen: Especial

En el escenario global actual, donde la información y las decisiones parecen estar cada vez más concentradas en manos de unos pocos, la anunciada “pandemia de la viruela del mono” ha revelado preocupantes dinámicas de poder que trascienden a la salud pública. Desde sus orígenes como un virus quimérico desarrollado en 1959, hasta su primera aparición reportada en 1970 en África, la viruela del mono ha sido un tema relativamente oscuro hasta su reciente resurgimiento, impulsado por circunstancias que invitan a la reflexión.

El virus, endémico en África, se transmite principalmente a través de mordeduras de animales, especialmente de monos y roedores, y por contacto de mucosas contaminadas, lo que limitaba el riesgo a ciertas regiones y prácticas. Sin embargo, en 2003, se reportó el primer brote fuera de África, en Estados Unidos, donde, afortunadamente, no hubo víctimas mortales. (Aparece en festivales de música gay asociado el contagio por vía sexual). Con síntomas generalmente menos severos que la viruela tradicional, la viruela del mono parecía no representar un peligro global significativo, excepto para personas inmunodeprimidas.

Sin embargo, la narrativa comenzó a cambiar cuando figuras influyentes como Bill Gates comenzaron a advertir sobre una posible pandemia derivada de este virus en 2019. Luego, en 2021, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, se llevó a cabo un simulacro de guerra bacteriológica que sorprendió por su precisión en prever un escenario catastrófico global, un escenario que parece haberse materializado en los últimos años.

El simulacro de Múnich: una predicción inquietante

El documento Strengthening Global Systems to Prevent and Respond to High-Consequence Biological Threats describe un ejercicio realizado en marzo de 2021 por la Iniciativa de Amenaza Nuclear (NTI) en colaboración con la Conferencia de Seguridad de Múnich. El ejercicio planteaba una pandemia global ficticia, desencadenada por una cepa genéticamente modificada de la viruela del mono liberada intencionalmente por un grupo terrorista. Según este simulacro, se proyectaron más de tres mil millones de casos y 270 millones de muertes.

Ilustración 1: Paper del NIT donde se hace una simulación de «juegos de gérmenes»

El documento resaltaba la insuficiencia de las democracias tradicionales para enfrentar este tipo de crisis, sugiriendo la necesidad de un gobierno mundial liderado por organismos como la OMS y la ONU para tomar decisiones cruciales en nombre de la humanidad. Además, se subrayó la importancia de financiar la preparación ante pandemias con fondos públicos (es decir ─como siempre─, con el dinero de los trabajadores, vieja estrategia que ha beneficiado económicamente a ciertas castas privilegiadas.

La curiosa preparación de la industria farmacéutica

En 2019, el Foro Económico Mundial ya había planteado el riesgo de una pandemia de viruela del mono, basándose en información proveniente de la Universidad de Alberta (pagada por Bill Gates).

Este tipo de predicciones alimentó una compra masiva de vacunas por parte de gobiernos de todo el mundo, lo que benefició a los laboratorios implicados y a sus financistas.

En marzo de 2021 se realizó el simulacro de pandemia del mono por el NIT y, en el siguiente año, los CDC norteamericanos anunciaron que un empleado misteriosamente había encontrado unos viales en un laboratorio de «alta seguridad“ abandonados en un refrigerador con una etiqueta que decía “viruela del mono». Luego dijeron que aunque estaban vacíos, no representaban riesgo de fuga, El hallazgo ocurrió en una laboratorio de Merck en Filadelfia.

Ilustración 2: Noticia de los viales; después se dijo que estaban vacíos

Y para redondear este ambiente de preparación de pandemia, la revista The Economist ─con el título “What If”─ anunciaba una posible pandemia de la viruela del mono (julio 2021) en su portada.

Ilustración 3: Portada de The Economist anunciando ya la próxima pandemia

El papel de SIGA Technologies y la agenda oculta

SIGA Technologies, también financiada por Bill Gates, se ha beneficiado enormemente de la actual crisis. Otro de los hombres que ha inyectado grandes sumas de dinero en SIGA Technologies es Ronald Perelman, a través de su empresa MacAndrews & Forbes. Perelman no es solo un magnate con una fortuna inmensa; es también un individuo con conexiones profundas y duraderas en los círculos del poder político.

Amigo íntimo de los Clinton, su influencia en el Partido Demócrata es indiscutible, en gran parte gracias a su esposa, que también ha sido una figura prominente dentro del partido. Sin embargo, la relación de Perelman con el controversial Jeffrey Epstein, un nombre asociado con escándalos de tráfico sexual y oscuros secretos de la élite, agrega otra capa de complejidad a su perfil.

Curiosamente, Perelman atravesaba una difícil situación financiera antes de que la pandemia le ofreciera un inesperado respiro económico. La alerta de pandemia decretada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido, en muchos sentidos, su salvavidas. SIGA Technologies, la empresa en la que ha invertido considerablemente, no es una novata en el ámbito de las crisis sanitarias. Ya en 2017, la compañía había comenzado a advertir en su página web sobre la posibilidad de una pandemia de viruela del mono, un hecho que ahora, en retrospectiva, resulta especialmente inquietante.

El ascenso de SIGA Technologies, con el respaldo financiero de Perelman, parece estar intrínsecamente ligado a las crisis globales. Este patrón plantea preguntas incómodas sobre hasta qué punto las advertencias de pandemias y las inversiones estratégicas están predeterminadas o, al menos, influidas por personas con intereses poderosos.

Perelman, quien ha sido rescatado en más de una ocasión por eventos globales, ahora se encuentra nuevamente en una posición de ganancia, mientras el mundo lucha contra una nueva amenaza de salud pública.

En la red de influencias que rodea a Perelman y su relación con SIGA Technologies no solo destaca la intersección entre el poder político y el financiero, sino también cómo estas conexiones pueden moldear respuestas globales ante emergencias. Mientras SIGA se beneficia de la actual situación de pandemia, es imposible no preguntarse hasta qué punto las decisiones y predicciones de los poderosos están verdaderamente al servicio del bien público, o si, por el contrario, son parte de un juego mucho más calculado y cínico.

En 2011, SIGA recibió un contrato sin licitación por 430 millones de dólares para producir un medicamento antiviral, mucho antes de que hubiera una crisis real.

Perelman, conocido por sus millonarias donaciones políticas, destinó grandes sumas de dinero al gobierno de Barack Obama, en particular durante la campaña en la que Joe Biden se desempeñaba como vicepresidente. Este mismo Biden, quien luego ascendió a la presidencia, parece estar indirectamente ligado a uno de los mayores beneficiarios de la reciente pandemia de viruela: una empresa con conexiones inquietantes que remontan a los años noventa.

Ilustración 5: Ronald Perelman

La empresa en cuestión fue fundada en 1995, pero su presencia oficial en la escena pública no se consolidó hasta 2009. Fue en ese año cuando recibió una cuantiosa donación de Anthony Fauci a través de los Institutos Nacionales de Salud (NIH). Este respaldo financiero coincidió con la firma de un acuerdo de negocios con el Pentágono, canalizado a través de la Biomedical Advanced Research and Development Authority (BARDA), conocida como la «DARPA de la salud» del Departamento de Defensa de Estados Unidos.

Ilustración 6: Relación entre el Pentágono y SIGA

Sin embargo, esta alianza no ha estado exenta de controversias. El Congreso de los Estados Unidos abrió una investigación exhaustiva sobre los contratos adjudicados a esta empresa, señalando irregularidades en la gestión de fondos públicos. Estos contratos «truchos» pusieron bajo la lupa las conexiones entre el mundo empresarial, el sector de la salud y el gobierno, y plantearon serias preguntas sobre la transparencia y la ética en el uso de dinero público para fines privados.

La relación entre Perelman, Fauci, y las altas esferas del poder político revela una red compleja y a menudo opaca de intereses entrelazados que han moldeado decisiones críticas durante los últimos años, dejando en evidencia cómo el poder y el dinero pueden influir en áreas tan sensibles como la salud pública.

Emergent BioSolutions, otra compañía involucrada, tiene un historial cuestionable que incluye el desarrollo de la vacuna contra el ántrax durante la supuesta crisis de 2001. A pesar de estar al borde de la quiebra, la compañía fue rescatada gracias a contratos gubernamentales, impulsados por figuras clave como Anthony Fauci.

Esta empresa ─que ha jugado un papel crucial en el desarrollo de la vacuna contra el COVID-19─ es Emergent BioSolutions, una compañía con un pasado controvertido y conexiones profundas con los altos mandos del gobierno y la defensa de Estados Unidos. Emergent BioSolutions, anteriormente conocida como BioPort, ha estado implicada en varios escándalos, incluido el manejo de los supuestos ataques con ántrax en 2001. Estos ataques, que aterrorizaron al país tras los eventos del 11 de septiembre, catapultaron a la empresa a la prominencia, justo en el momento en que estaba al borde de la quiebra. Curiosamente, fue el Pentágono, junto con la alerta del ántrax, lo que rescató a la compañía, otorgándole contratos millonarios que la salvaron de la ruina.

En su sede en Baltimore, Emergent BioSolutions enfrentó un nuevo escándalo en 2021, cuando tuvo que destruir 400 millones de dosis de la vacuna COVID-19 debido a fallas de seguridad. Este incidente no fue el primero que empañó la reputación de la empresa: en 2001, cuando todavía operaba bajo el nombre de BioPort, la compañía estaba al borde de perder su licencia. Sin embargo, en un giro salvador, la licencia fue renovada gracias a la firma de Anthony Fauci, bajo la presión de los altos mandos que instaron al gobierno a adquirir más vacunas contra el ántrax tanto para uso militar como civil.

El cambio de nombre a Emergent BioSolutions en 2004 fue un intento de lavado de imagen, tratando de desvincularse de su pasado problemático. Pero la transformación de la empresa no terminó ahí. En 2017, Emergent se unió a la Coalición para la Innovación en la Preparación ante Epidemias (CEPI), una organización fundada por actores influyentes como Bill Gates y el Wellcome Trust, con la misión de preparar al mundo para futuras pandemias. Además, se sumó a la empresa Meridian Medical Technologies, una subsidiaria del gigante farmacéutico Pfizer, fortaleciendo aún más sus vínculos con el poder y el dinero global.

Lo más alarmante es la falta de experiencia en biotecnología y farmacéutica en los niveles de dirección de la empresa durante su etapa más crítica. En la fabricación de la vacuna COVID-19, bajo un contrato con Johnson & Johnson, Emergent BioSolutions colocó a una persona sin experiencia en este campo como líder del proyecto; un exjefe de equipos militares en Irak y Afganistán. Este hecho subraya los vínculos oscuros y las decisiones cuestionables que han caracterizado la historia de la compañía, siempre entrelazada con intereses gubernamentales y militares.

Emergent BioSolutions, que alguna vez estuvo al borde del colapso, se ha convertido en un actor clave en el escenario global de la salud, no sin levantar sospechas y preguntas sobre su integridad y los verdaderos intereses que defiende. La historia de la empresa es un recordatorio inquietante de cómo el poder y el dinero pueden moldear no solo las políticas públicas, sino también el destino de las naciones en tiempos de crisis.

Hoy se sabe que la viruela del mono, fuera de África, es una enfermedad cuyo rango de transmisión sexual oscila entre el 80 % y el 100 % de los casos. Dicho de otra manera: la abstinencia sexual reduciría drásticamente el peligro de contagio entre los grupos vulnerables.

Hacia una Gobernanza Mundial

La conferencia de Múnich reveló el plan final: fusionar la seguridad sanitaria con la seguridad internacional bajo una gobernanza mundial. Lo que antes eran simulacros ahora parecen ser realidades estratégicamente orquestadas para consolidar el poder en manos de una plutocracia global. ¿Es este el fin de la democracia tal como la conocemos? Los hechos sugieren que las oligarquías autoelegidas están tomando las riendas de decisiones que afectan a toda la humanidad, mientras la democracia se desvanece bajo el peso de intereses corporativos y geopolíticos.

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