El 11/S fue un nuevo Pearl Harbor y, al igual que el ataque de 1941, fue una operación interna y —en este caso — anunciada como parte del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano

Por Samuel Cruz
Imagen ilustrativa: Ok Diario
El presente artículo se publicó originalmente el 11 de septiembre de 2019 en La Era de México.
¿Qué se puede decir ya a estas alturas sobre los atentados de falsa bandera en las Torres Gemelas?… Veintitrés años y la incógnita continúa. Algunos se tapan los ojos y los oídos para negar la realidad y otros prefieren creer en cuentos de hadas antes que ver lo que es nuestro mundo.
Ayer escuchaba al gran analista argentino de asuntos internacionales, Enrique Romero, en su programa de radio A Contramano en el cual tuvo de invitado a Oscar Abudara Bini, uno de los mejores investigadores sobre el tema de las Torres Gemelas.
En ese programa, Quique Romero dijo al final de la participación de Abudara Bini algo que me dejó pensando por lo severo y cierto de sus palabras.
Ojalá se sepa algún día la verdad de lo que sucedió aquel fatídico 11 de septiembre del 2001, ojalá se sepa porque ─para que el mundo abandone este camino hacia el Nuevo Orden Mundial─ creo que el evento catalizador va ser la verdad del 11 de septiembre.
Yo añadiría en este caso que la verdad ya se sabe. Se sabe que esto fue un artero ataque de falsa bandera. La pregunta en cuestión es: ¿Cuándo se reconocerá que lo fue?
Han pasado 23 años de aquel evento, y si nos basamos en la historia de otros ataques de falsa bandera que los Estados Unidos han llevado a cabo, como el ataque en Cuba del acorazado Maine para justificar la Guerra contra España —y que cien años después reconocieron que fue un montaje—, podemos calcular que faltan aproximadamente 82 años para que se reconozca que el 11/S fue una operación interna para justificar la puesta en marcha de su anhelado Proyecto Para el Nuevo Siglo Americano.
George Orwell, en su mundo distópico de 1984 hablaba de cómo el gobierno del INGSOC y del Gran Hermano lavaba el cerebro a la gente con una máxima irónica, pero que año tras año demuestra que sí tiene sentido: «La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza».
Así, en 1997 se puso en marcha el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, un grupo ideológico y político (think tank) con sede en Washington, creado con el objetivo de promocionar la supremacía mundial de los Estados Unidos. Élite que entre sus miembros más importantes tenía a personajes como el hoy difunto expresidente George Herbert Bush, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Jeb Bush, Richard Perle, Francis Fukuyama, Richard Armitage, Dick Cheney y William Bennett.
Este think tank publicó en el año 2000 un informe titulado «Reconstruir las Defensas de América». En su capítulo V, «Creando la fuerza dominante del mañana», se menciona lo siguiente:
Para preservar la preeminencia militar de EU en las próximas décadas, el Departamento de Defensa debe actuar de manera más agresiva para experimentar con nuevas tecnologías y conceptos operacionales, y tratar de explotar la emergente Revolución en Asuntos Militares. Las tecnologías de la información en particular son componentes cada vez más prevalentes e importantes en los sistemas militares modernos.
Los efectos de esta transformación militar tendrán profundas implicaciones sobre cómo se luchan las guerras, qué tipo de armas dominarán el campo de batalla e inevitablemente, qué naciones disfrutarán de la preeminencia militar. Sin embargo, sin un mayor gasto en investigación y desarrollo básicos, Estados Unidos no podrá explotar la Revolución en Asuntos Militares y preservar su ventaja tecnológica en los campos de batalla futuros. Además este proceso de transformación, incluso si trae un cambio revolucionario, es probable que sea largo de no presentarse algún evento catastrófico y catalizador como un nuevo Pearl Harbor.
Ese nuevo Pearl Harbor fue, en efecto, el 11/S, y al igual que el verdadero ataque de 1941, tampoco fue un ataque perpetrado por un enemigo externo; fue una operación interna y anunciada por el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano.
La prueba de esto es que el derribo de las Torres Gemelas está lleno de versiones contradictorias; algunas fantasiosas, algunas fundamentadas científicamente y otras ridículas, como lo es la que asegura que un hombre escondido en una polvorienta caverna de Afganistán con una computadora portátil dirigió la operación terrorista más sofisticada de la historia, consiguiendo evadir a las fuerzas de seguridad del país más protegido del mundo, estrellar dos aviones en el corazón de Estados Unidos y, lo más ridículo, que consiguió que uno de sus hombres realizara una proeza de la aviación que ni siquiera un experimentado piloto de un caza podría realizar y volar a ras de suelo para estrellarse justo en la oficina del Pentágono donde, casualmente, se investigaba el desfalco de 2.3 billones de dólares que un día antes, el flamante Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld —miembro del Proyecto Para el Nuevo Siglo Americano—, declaró que se habían esfumado de la nada.
Pero lo ridículo no termina allí, resulta que los dos aviones estrellados en las Torres Gemelas, consiguieron mágicamente derrumbar el Edificio 7 del World Trade Center que no había sido impactado por ningún avión, y gracias a un pasaporte de uno de los terroristas que logró cruzar la tremenda bola de fuego y los escombros de manera intacta, se pudo saber la identidad de los terroristas.
Los aviones, hechos con aleaciones de aluminio y cobre, atravesaron dos edificios (DE CONCRETO Y ACERO) de 1730 pies de altura como si fueran cuchillos cortando pastelitos con crema, y los edificios, en vez de caer inclinados como se supone que deberían caer al ser impactados, cayeron tal y como lo harían si fueran demolidos, ¡y por si no fuera poco! las víctimas se calcinaron, el inmueble se calcinó, el avión se calcinó y se hizo trocitos, todo se despedazó, pero mágicamente sobrevivieron dos pasaportes que, coincidentemente, ¡conducían a Afganistán! (A esta gente le faltan unas buenas clases de guionismo y dirección cinematográfica).
Ese día, inmediatamente después de los hechos, los mass media supieron mucho antes que el mismísimo George Bush que el responsable era Osama bin Laden, líder de Al Qaeda. La BBC repitió hasta el hartazgo el nombre de Bin Laden, hasta que se quedó impregnado en la mente de los pobres ciudadanos estadounidenses que se encontraban en un estado de shock similar al del día que, para variar en otra operación interna, asesinaron en vivo y en directo al presidente John F. Kennedy.
Otro hecho incompresible es que, a pesar de que los supuestos terroristas eran todos de nacionalidad saudí, Bush le ordenó al director del Grupo de Antiterrorismo, Richard Clarke, que averiguara si Saddam Hussein tenía algo que ver con todo eso, porque en la lógica estadounidense si son saudíes que trabajaban para un fundamentalista afgano, seguramente los iraquíes tendrían algo que ver. Al respecto, el propio Clarke dijo, en una entrevista para 60 minutes tonight de la BBC, algo muy raro:
Bueno, Donald Rumsfeld cuando hablamos de bombardear la infraestructura de Al Qaeda en Afganistán me dijo: No hay buenos objetivos en Afganistán; vamos a bombardear Irak. y le dijimos: Pero Irak no tiene nada que ver con esto y no pareció darle mucha importancia.
Después del 11/S fui al Pentágono y uno de los generales me dijo: “Señor, debe venir y hablar conmigo. Tomamos la decisión de que vamos a la guerra con Irak” y dije “¿Por qué?”. Él dijo: “No lo sé: supongo que no saben qué más hacer”. Entonces dije: “¿Encontraron alguna información conectando a Saddam con Al-Qaeda?”. Y dijo: “No. Sólo tomaron la decisión de ir a la guerra con Irak. Supongo que no sabemos qué hacer con el terrorismo, pero tenemos un buen ejército y podemos derribar gobiernos. Es como si la única herramienta que tuviéramos es un martillo y todos los problemas lucen como un clavo”.
Volví a verlo pocas semanas después y ya estábamos bombardeando Afganistán y le pregunté: “¿Todavía vamos a la guerra con Irak?”. Y dijo: “Peor que eso. Acabo de recibir este memo que describe cómo vamos a eliminar siete países en cinco años empezando con Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y terminando con Irán”.
Pues bien, resulta que los países mencionados por Wesley Clark aparecen en el informe del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano. Sudán es relacionado con instalaciones de armas químicas y Afganistán con campamentos terroristas; Irak, Irán, Libia, Siria y Corea del Norte se relacionaban con el desarrollo de misiles balísticos que amenazaban a Estados Unidos. Todos esos países, con excepción de Irán, Corea del Norte y Siria, ya han sido destruidos y reducidos a Estados Fallidos.
Con el justificante de los atentados, Bush consiguió llevar a su pueblo a una Era Orwelliana; cortó de tajo las libertades civiles de los estadounidenses y los ahogó en un estado de shock al estilo de la Guerra Fría. El espionaje de civiles por parte del gobierno se legalizó y se declaró la Guerra Contra el Terrorismo, pero la misión verdadera de Bush era acabar con Hussein y tomar el petróleo de Irak; para esto se inventaron las supuestas armas de destrucción masiva de Saddam.
¿Consecuencia? Saddam fue ahorcado el 30 de diciembre del 2006. Tras su caída devino la actual desestabilización que fragmentó y deformó Medio Oriente en lo que hoy vemos, una región en la que parece que la guerra no tendrá fin nunca.
¿Llegará pues el día en que la verdad salga a la luz?
