El dictador soviético solicitaba insistentemente la ayuda de los aliados para derrotar a Alemania en la Segunda Guerra Mundial
Por Jorge Santa Cruz
Imagen ilustrativa: Congreso de los Estados Unidos, vía el Museo Nacional de la Segunda Guerra Mundial
La imagen muestra a los participantes de la Conferencia de Teherán (que se llevó a cabo del 28 de noviembre al 1 de diciembre de 1943, en la sede de la embajada soviética en la capital iraní). De izquierda a derecha: José Stalin, Franklin Delano Roosevelt y Winston Churchill.
El presidente ruso Vladimir Putin critica a su contraparte de Ucrania, Volodimir Zelenski, por su altísimo nivel de dependencia militar de Estados Unidos, Inglaterra y otras potencias europeas.
Putin glorifica, en cambio, a la Unión Soviética por haber derrotado a Alemania en la Segunda Guerra Mundial.
Lo que oculta la maquinaria propagandística de Putin es que el dictador soviético José Stalin pedía la ayuda occidental con el mismo desparpajo y cinismo de Zelenski.
A mediados de 1943, Stalin pedía, pedía y seguía pidiendo a pesar de que el Ejército Rojo había destruido al 6º Ejército Alemán en Stalingrado. Al dictador soviético le urgía que el presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, y el primer ministro inglés, Winston Churchill, abrieran un segundo frente a Alemania en Europa Occidental.
Roosevelt y Churchill accedieron a reunirse por primera vez con Stalin en Teherán. Lo hicieron entre el 28 de noviembre y el 1 de diciembre de 1943 en la embajada soviética instalada en la capital iraní.
Stalin llegó a esa “cumbre de los tres grandes” con dos propósitos fundamentales:
que Roosevelt incrementara la ayuda que le daba a la Unión Soviética por medio de la Ley de Préstamo y Arriendo (Lend-Lease Program), la cual, por cierto, estuvo vigente de marzo de 1941 a julio de 1945;
que Estados Unidos e Inglaterra llevaran a cabo una magna invasión en la costa francesa.
El historiador Mark T. Calhoun (2023) afirma que Roosevelt dio un trato preferencial a Stalin:
Stalin sabía que los aliados necesitaban que permaneciera en la guerra, lo que le otorgaba una influencia considerable en la planificación estratégica aliada. Por el contrario, a pesar de su «relación especial», Churchill estaba perdiendo influencia sobre Roosevelt, y seguiría haciéndolo a medida que las contribuciones estadounidenses al esfuerzo bélico superaban cada vez más a las británicas. Roosevelt lo dejó claro en Teherán, donde pasó la mayor parte de su tiempo con Stalin, a menudo en reuniones que excluían a Churchill, y se puso del lado del líder soviético en todas las decisiones importantes (párr. 5).
Stalin consiguió los dos objetivos que se había planteado: la ayuda norteamericana continuó y los aliados (Estados Unidos e Inglaterra) comenzaron a preparar el desembarco de Normandía, llevado a cabo el 6 de junio de 1944.
Otro historiador, John Curatola (2024), resume los beneficios que le dio Roosevelt a la Unión Soviética de Stalin por medio de la Ley de Préstamo y Arriendo:
El Préstamo y Arriendo estadounidense eventualmente transfirió más de $11 mil millones de dólares en bienes a la Rusia soviética, aproximadamente el equivalente a $250 mil millones de hoy. Esos envíos incluyeron 400,000 vehículos, 14,000 aeronaves, 13,000 tanques, 8,000 tractores, 4.5 millones de toneladas de alimentos y 2.7 millones de toneladas de productos derivados del petróleo, así como millones de mantas, uniformes y botas, y 107,000 toneladas de algodón. Si bien fue un esfuerzo significativo por parte de los Estados Unidos, la historia soviética oficial afirma que solo el 12 por ciento de los aviones, el 10 por ciento de los tanques y el 2 por ciento de las piezas de artillería del Préstamo y Arriendo se utilizaron en la lucha (párr. 8).
Jeeps estadounidenses utilizados por tropas del Ejército Rojo. Imagen: Martí Noticias
Por su parte, el historiador Robert Coalson (2020), cita de manera textual las eufóricas palabras de Stalin cuando brindó por la Ley de Préstamo y Arriendo durante la conferencia de Teherán:
“Quiero decirles qué, desde el punto de vista ruso, han hecho el presidente [Roosevelt] y los Estados Unidos […]. Las cosas más importantes en esta guerra son las máquinas. Estados Unidos es un país de máquinas. Sin las máquinas que recibimos a través de Lend-Lease [Préstamo y Arriendo], habríamos perdido la guerra» (párr. 13).
Coalson afirma, además, que el sucesor de Stalin, Nikita Kruschev, también opinaba que Rusia no habría ganado la Segunda Guerra Mundial sin la ayuda de Estados Unidos. Para respaldar su dicho transcribe un fragmento de las Memorias de Kruschev:
Uno contra uno contra la Alemania de Hitler, no habríamos resistido su ataque y habríamos perdido la guerra. Nadie habla oficialmente de esto, y Stalin nunca, creo, dejó rastros escritos de su opinión, pero puedo decir que él expresó esta opinión varias veces en conversaciones conmigo» (párr. 14).
Carros anfibios de los Estados Unidos al servicio de los soldados soviéticos en Odesa, Ucrania. Imagen: Martí Noticias
En un artículo reciente, publicado también por PeriodismoSinCompromisos, el autor del presente trabajo destacó que ─tal y como lo había reconocido Kruschev en sus memorias─ la Unión Soviética habría perdido la guerra frente a Alemania sin el apoyo de Estados Unidos e Inglaterra:
¿Cuándo tuvieron éxito las potencias aliadas? Cuando atacaron simultáneamente a Alemania, la cual tenía la capacidad de derrotarlas de manera individual. El análisis desapasionado e imparcial de la historia de la Segunda Guerra Mundial así lo demuestra. (Santa Cruz, 2025, párr. 19).
Otro historiador estadounidense, Albert L. Weeks (2010) señala que el mariscal soviético más reconocido, Georgi K. Zhukov ─el mismo que capturó BerlÍn luego del desplome del Tercer Reich─ reconocía lo importante que fue la ayuda estadounidense para la URSS:
… el mariscal Georgi K. Zhukov, destacó la importancia de esta ayuda en la victoria rusa sobre la Whermacht. En una entrevista con el popular corresponsal y novelista Konstantin Simonov en 1963, Zhukov lamentó con franqueza y confidencialidad que la propaganda soviética contrarrestara lo que las autoridades soviéticas consideraban, injustificadamente, una detracción del heroísmo de los soldados y civiles soviéticos en la guerra (p. ix).
El historiador ruso Boris Sokolov considera, a su vez, que la Ley de Préstamo y Arriendo de Roosevelt fue crucial para que Stalin y el Ejército Rojo pudieran librar una larga guerra contra Alemania. En su libro The Role of the Soviet Union in the Second World War: A Re-examination (El papel de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial: Una reevaluación), Sokolov expone que los equipos de radio, los camiones, los jeeps, las locomotoras, los combustibles y los explosivos norteamericanos fueron decisivos para inclinar la victoria hacia Moscú.
Es válido asegurar, a manera de conclusión, que Roosevelt y Churchill permitieron que la Unión Soviética emergiera como superpotencia tras la rendición alemana.
El historiador británico B.H. Liddell Hart (s.f.) afirma en su libro La defensa de Europa que Occidente favoreció a la Unión Soviética:
Habiendo derrotado completamente a Alemania, nos encontramos colgando precariamente del lado de debajo de la palanca y Rusia mirándonos montada en el lado de arriba; un aliado de guerra que se transformó en una amenaza para la paz. Ese resultado, irónico y peligroso, pudo haber sido previsto por cualquier estadista que no hubiera estado cegado por la furia del combate (p. 57).
En otra parte del citado libro, Liddell Hart escribe:
Nuestra mira principal en la guerra, era el desarme de Alemania, y esto, automáticamente, aseguró la preponderancia de los rusos. […] Una vez que las fuerzas americanas regresaron a su país, terminó la posibilidad de mantener un equilibrio de las potencias. Desde entonces, el único contrapeso ha sido el tener que tomar en cuenta que el último argumento sería una guerra sin tregua” (p. 144).
Liddell Hart publicó su libro traducido al español un lustro después del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Hoy, Rusia dispondrá de buena parte de Ucrania; el actual presidente estadounidense, Donald Trump, dejará que Putin haga y deshaga; Europa occidental está maniatada por la Unión Europea, y China sigue adelante con la venia de Trump.
Hoy, el peligro para los europeos no solo es Rusia; lo constituye Rusia como operador de China (la cual ha crecido gracias a los dueños del dinero, de la banca y del complejo militar-industrial occidental).
Los presidentes de China, Xi Jinping (izquierda) y de Rusia, Vladimir Putin. Imagen: Consejo del Atlántico
Stalin imploró la ayuda de Occidente, y la consiguió. Hoy, Putin parece tener la venia de los poderosos de Occidente para recuperar la parte de Ucrania que le interesa. Rusia pide y Occidente concede. Esta ha sido la constante en la historia contemporánea.
Es una jugada maestra: el viejo continente está sometido a la ideología disolvente de inspiración masónica de la Unión Europea. Estados Unidos, por su parte, está dominado por una casta que se dice nacionalista y que, en realidad, cuida los intereses del país solo de palabra (tal y como sucede en México).