Populicide: la abdicación del ser

Reseña bibliográfica de Populicide — Philippe de Villiers

Por Oscar Méndez Oceguera

Imagen ilustrativa: Especial

Hay derrotas que se anuncian con cañones y otras que se consuman en silencio. La tragedia que revela Populicide pertenece a esta última especie: no el desmoronamiento por fuerzas exteriores, sino la renuncia íntima a la identidad que ha dado forma a una nación durante siglos. El pueblo francés —advierte Villiers— corre el riesgo de conservar sus ciudades, su administración, su economía… mientras pierde lo que lo hacía Francia.

No estamos ante un ensayo político coyuntural, sino ante un diagnóstico ontológico: cuando un pueblo abdica de su ser, permanece el territorio, pero desaparece la patria.

La obra y su autor: una autoridad en defensa de la civilización

Philippe de Villiers no escribe desde la teoría pura ni desde la fría distancia del académico. Su voz nace de la experiencia política directa, del trato con el poder y de la comprensión íntima de la cultura francesa. Ha sido actor principal de la vida pública, testigo de la mutación que describe y custodio —a través de su labor histórica y cultural— de la memoria profunda de Europa.

Esta obra, por tanto, no es un análisis externo: es el testimonio de quien ha visto por dentro el desmantelamiento del sentido, y se niega a participar en el silencio cómplice. Con dominio del lenguaje, con lucidez dolorosa y con amor severo hacia su patria, Villiers ha querido dejar constancia escrita de lo que considera la hora decisiva de Francia.

Philippe de Villiers
Foto tomada de Causeur

Populicide es una obra que honra la inteligencia del lector, porque lo trata como miembro de un pueblo que aún puede —y debe— reconocerse en la verdad.

El pueblo: realidad previa a toda norma

El libro insiste en una verdad elemental que nuestra época intenta oscurecer: el pueblo no es un producto jurídico ni una voluntad contractual. Es una comunidad moral heredada, una forma histórica de existir que se transmite en la memoria, en la fe y en el lenguaje.

Destruir un pueblo no es aniquilarlo físicamente, sino negar los principios que lo hacen ser. Entonces la política se vuelve gestión sin sustancia, y la sociedad, un conjunto sin misión.

Ideología: la ingeniería del desarraigo

El autor identifica a las élites que han sustituido el bien común por objetivos funcionales, la tradición por una neutralidad vacía, la pertenía por tecnicismos de inclusión. Se exalta al individuo sin reconocer que fuera del nosotros ancestral, el individuo no tiene dónde habitar.

El resultado es la conversión del pueblo en población disponible, intercambiable y sin resistencia cultural.

La escuela como origen del eclipse

Villiers señala la escuela como el corazón de la abdicación. Allí donde se deja de enseñar quién se es, se deja de ser. Se instruye sin educar; se informan cerebros sin enraizar almas.

A la infancia se le entrega un país sin voz interior, una memoria sin épica ni deber, una geografía sin espíritu.

Inmigración: el síntoma del olvido

Villiers no demoniza al que llega: denuncia al que abandona.
La suplencia cultural ocurre no por la fuerza del nuevo, sino por la fuga del antiguo.
Donde el hogar renuncia a ser hogar, cualquier residente puede convertirlo en territorio ajeno.

El problema no es de convivencia, sino de identidad cuya defensa ha sido desmovilizada.

Advertencia para Europa e Hispanoamérica

Aunque está escrita desde Francia, esta obra interpela a toda la civilización occidental. España enfrenta la ruptura de su continuidad histórica y el descrédito de su raíz cristiana. América Hispana corre el riesgo de importar el vacío europeo creyendo que ello constituye progreso.

La lógica es la misma: cuando la memoria se vuelve ofensiva, la nación se vuelve inexistente.

Conclusión: no desertar de la verdad que somos

Este libro nos obliga a formular la única pregunta que importa: ¿seremos fieles al ser que hemos recibido?

No se trata de elegir identidad, pues la identidad verdadera no se elige: se reconoce. Se hereda como un deber. Se custodia como un derecho. se transmite como una misión.

Un pueblo muere cuando renuncia a la verdad que le dio origen.
Populicide es la denuncia de esa renuncia y, al mismo tiempo, la llamada a una fidelidad militante a todo lo que aún merece existir.

Es una advertencia solemne: Si abandonamos nuestro ser, seremos abandonados por la historia.

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