La desnaturalización educativa

Diagnóstico mundial y mexicano de la pedagogía del deseo

Por Oscar Méndez Oceguera

Imagen ilustrativa: Pixabay

Introducción general

La pedagogía global del desconcierto

Cuando un mismo error se repite en lenguas distintas, deja de ser accidente y se convierte en sistema. Lo que en apariencia son políticas educativas aisladas —unas en Europa, otras en América, algunas bajo la bandera de la inclusión y otras bajo la del progreso— responden a un mismo diseño: el reemplazo de la verdad por la percepción, del ser por la emoción, de la virtud por la técnica. En todos los continentes se ha instaurado una pedagogía global del desconcierto.

El mismo espíritu recorre todos estos casos. La corrupción educativa no consiste solo en lo que se enseña, sino en lo que se niega: el reconocimiento de que el hombre tiene naturaleza, que la verdad no depende de consenso y que la libertad solo existe cuando se orienta al bien.

Esa pedagogía global del desconcierto no es un conjunto de errores dispersos: es la consecuencia ordenada de una filosofía que ha sustituido el ser por la voluntad. Donde la razón abdica, el poder educa. Y cuando el poder educa sin verdad, el alma de los pueblos comienza a morir en silencio.

Parte I: Fundamentos filosóficos
Los principios del orden educativo

El alma del magisterio natural

El desorden que hoy atraviesa la educación mundial no es producto del azar. Responde a una sustitución metódica: se ha reemplazado el principio de autoridad por el de consenso, la verdad por la emoción y la familia por el Estado. El resultado es una generación de hijos instruidos contra sus propios padres, de maestros convertidos en administradores ideológicos, y de gobiernos que, en nombre de la igualdad, se erigen en dueños del alma infantil.

La educación, en su sentido más alto, no fue nunca una técnica, sino una relación sagrada: el acto por el cual el que sabe conduce al que ignora hacia la verdad. Y en esa cadena luminosa, el primer maestro no es el Estado ni la escuela, sino el padre. Allí, en el hogar, donde la palabra se entrelaza con el ejemplo, nace la autoridad natural que ninguna ley humana puede sustituir.

Por eso la verdadera educación se funda en tres principios que la modernidad ha querido destruir: la naturaleza del ser, la autoridad de la familia y la filiación de la verdad.

I. La naturaleza del ser

Educar es perfeccionar lo que ya existe, no fabricar lo que no es. El hombre nace con una esencia que lo trasciende; no es materia de elección, sino de descubrimiento. Negar la naturaleza equivale a negar la posibilidad misma de educar. Porque si el alumno no tiene una verdad inscrita en su ser, el maestro no puede conducirlo a nada: solo puede acompañarlo en su confusión.

De esta negación nace la llamada visión subjetiva de género, según la cual el cuerpo no expresa la verdad del alma, sino que puede ser reinterpretado según la sensación del momento. Tal idea no es solo falsa: es deshumanizadora. El cuerpo no es una máscara, sino el rostro visible del espíritu. Desligarlo del alma equivale a declarar al hombre un fragmento sin sentido.

El principio natural —que la unidad de cuerpo y alma define la persona— es la primera muralla de toda educación moral. Cuando se derriba, todo el edificio cultural se derrumba.

II. La autoridad de la familia

La primera célula educativa no es la escuela, sino el hogar. Allí se aprende el lenguaje del amor, la disciplina del bien, la distinción entre lo permitido y lo noble. El padre y la madre ejercen una autoridad que no proviene de decreto alguno, sino del orden natural mismo: su vínculo con el hijo es anterior a toda institución.

Por eso la educación estatal, cuando se emancipa de la familia, no libera: usurpa. El nuevo discurso pedagógico —que habla de “autonomía del niño” y de “ruptura de prejuicios culturales”— es en realidad un intento sistemático de separar a los hijos de los padres, de transformar la escuela en tribunal moral y de declarar sospechosa toda herencia espiritual.

Se presenta como emancipación, pero es desarraigo. Bajo la apariencia de proteger la libertad del niño, el Estado se erige en su tutor permanente, y los padres pasan de ser maestros a ser vigilados. Lo que antaño fue cooperación entre hogar y escuela se convierte en vigilancia mutua.

El resultado es una fractura invisible: el niño deja de pertenecer espiritualmente a su familia y comienza a ser moldeado por un aparato anónimo que le enseña a desconfiar de su origen. “Tus padres no entienden”, “la tradición te oprime”, “los valores son construcciones”. Así, el vínculo filial —base de toda civilización— se disuelve en un relativismo dócil a la autoridad política.

III. La filiación de la verdad

Ninguna educación puede sostenerse sin una noción de verdad. Enseñar sin verdad es adiestrar, no formar. Pero la verdad no puede definirse por votación ni alterarse por sensibilidad; existe antes del maestro y sobrevive a las modas. Es la medida que da sentido al conocimiento, el norte que ordena el alma.

La crisis actual consiste precisamente en haber convertido la verdad en “prejuicio cultural”. Toda creencia sólida es sospechosa, toda certeza es etiquetada como “dogma”. Así, la educación se reduce a una multiplicación de opiniones sin jerarquía. Pero un niño que aprende que todas las ideas valen lo mismo acaba creyendo que ninguna vale nada.

El pudor, la modestia, la distinción entre el bien y el mal, ya no se presentan como virtudes, sino como restos de una moral “restrictiva”. En lugar de enseñar a dominar las pasiones, se enseña a gestionarlas. Y quien gestiona sus pasiones, sin ordenarlas al bien, termina gobernado por ellas.

La verdad, para ser formativa, debe ser servida con amor, pero también con autoridad. La educación que renuncia a decir “esto es bueno” y “esto es malo” abdica de su misión más alta: guiar el alma hacia su fin.

IV. El pudor como virtud pedagógica

En el ámbito contemporáneo, el pudor ha sido presentado como obstáculo. Sin embargo, es el guardián invisible de la inocencia. Enseña al alma a proteger lo sagrado del cuerpo, a comprender que la exposición no siempre es libertad, y que la reserva es una forma de respeto.

Donde se enseña sin pudor, se enseña sin alma. El niño pierde el sentido de la distancia, y con él, el sentido del misterio. Porque el misterio no reprime: eleva. En el pudor se cifra la primera lección de humildad que todo hombre necesita para aprender.

V. El principio de subsidiariedad

La autoridad natural de los padres no excluye la acción del Estado, pero la limita. El principio de subsidiariedad, piedra angular del orden social justo, establece que las instancias superiores no deben absorber las funciones que pueden cumplir las inferiores, sino ayudarlas a cumplirlas mejor.

Cuando el Estado sustituye a la familia, viola ese principio y transforma la ayuda en dominación. Cuando impone visiones ideológicas bajo pretexto de equidad, pervierte la educación en propaganda. La subsidiariedad no es una teoría administrativa: es la traducción política del orden del ser.

Parte II: La metodología del desorden
Bloques de desorden antropológico

A continuación, se presenta la metodología del desorden, agrupada por el tipo de afectación al orden natural y moral. Cada bloque se fundamenta en el análisis de documentos internacionales y nacionales, demostrando un patrón coherente. (Los «Principios» citados se refieren a los fundamentos establecidos en la Parte I).

I. Corrupción de la realidad y de la naturaleza

  1. Ciencias Naturales: la negación del dato biológico
  • Los documentos internacionales de la UNESCO definen la educación sexual integral (CSE) abordando “identidad de género” y “orientación” como contenidos explícitos, lo cual desvincula la sexualidad de la naturaleza biológica.
  • En México, la Secretaría de Educación Pública (SEP) declara que “los planes y programas de estudio tendrán perspectiva de género”, vinculando “diversidad corporal/sexual” como transversal, lo que subordina el dato biológico al discurso de género.
  • Juicio doctrinal. El principio P-I (“La naturaleza del ser”) es vulnerado: cuando un currículo enseña que la identidad de género puede ser distinta del sexo biológico, la persona ya no es recibida en su ser dado, sino invitada a reinventarlo.
  • Consecuencia pedagógica. En el aula de Ciencias Naturales, se introduce la idea de que “mi cuerpo puede no corresponder a mi identidad”, lo que disuelve el fundamento de la diferencia sexual.

2. Ética y Tutoría: el hedonismo como virtud

    • La guía internacional (ITGSE) promueve “competencias psicosociales” para que los jóvenes tomen decisiones “libres, responsables e informadas”, trasladando el fin de la educación moral al bienestar emocional y a la decisión individual.
    • En México, los cuadernos de trabajo sobre Educación Integral en Sexualidad ponen énfasis en habilidades, comprensión y “uso de conceptos”, no en orientación al bien.
    • Juicio doctrinal. Violación de P-III (“Filiación de la verdad”) y P-IV (“El pudor como virtud”). Cuando la tutoría se convierte en gestor de emociones y “autoexploración”, la virtud deja de ponerse en juego y solo queda la sensación.
    • Consecuencia pedagógica. El currículum de Tutoría deja de plantear “¿qué es bueno?” y pide “¿qué te hace sentirte bien?”, lo que conduce a confundir el placer inmediato con el bien real.

    3. Educación Física: la erosión del pudor

      • Los documentos mexicanos (EISyG) señalan que la Educación Integral en Sexualidad es un ámbito de formación socioemocional para que los estudiantes “ejerzan de forma responsable su sexualidad”.
      • Juicio doctrinal. Nuevamente se vulnera P-IV: el pudor como guarda del cuerpo se desplaza por la “autonomía sexual” en edades tempranas.
      • Consecuencia pedagógica. En clases de Educación Física se propone “responsabilidad corporal” como gestión del cuerpo-exhibición, no su dominio virtuoso, lo que desvanece la reserva y el orden corporal.

      II. Corrupción de símbolos y del lenguaje

      1. Lengua y Humanidades: los glosarios ideológicos

        • Los objetivos internacionales plantean que los programas deben incluir “aspectos de relaciones, identidad de género, orientación sexual, expresión de género”. Así, términos fundamentales en la tradición (madre, padre) quedan desplazados.
        • En México, se promueve el “desarrollo integral” en términos de diversidad cultural y de género.
        • Juicio doctrinal. Violación de P-III (“Filiación de la verdad”) y P-II (“Autoridad de la familia”). Al redefinir el lenguaje, se redefine la realidad: el derecho a definir la identidad sustituye la recepción del orden moral.
        • Consecuencia pedagógica. En asignaturas de Lengua y Humanidades, los estudiantes ya no analizan la tradición literaria completa, sino “cómo el género es narrativa”. El vocabulario moral clásico se hace opcional.

        2. Arte y Expresión: estética sin verdad

          • Las guías internacionales proponen que los adolescentes tengan “habilidades para negociar el entorno y expresar su identidad” dentro de la enseñanza de la educación sexual.
          • Juicio doctrinal. Violación de P-III y P-IV: el arte ya no forma al carácter sino que “expone” el cuerpo, y la virtud de la contemplación se convierte en exposición de identidad.
          • Consecuencia pedagógica. Las asignaturas de Arte reciben proyectos que buscan “visibilizar lo diverso”, no cultivar la belleza objetiva, de modo que el arte pierde su función educativa y deviene activismo.

          3. Tecnología y Medios: pornificación cultural

            • La UNESCO sostiene que la educación sexual debe “incluir información sobre pornografía, abuso en línea, intimidad digital”, promoviendo una “alfabetización mediática” para la sexualidad.
            • Juicio doctrinal. Violación de P-IV (pudor) y P-III (orden moral): exponer al niño a contenidos pornográficos en nombre de “educar al consentimiento” es invertir la jerarquía del bien sobre el deseo.
            • Consecuencia pedagógica. La informática ya no enseña cómo distinguir lo verdadero o bueno, sino cómo “gestionar deseos” que transforman la intimidad en espectáculo.

            III. Corrupción de la ley y la autoridad

            1. Ciudadanía y Derecho: el positivismo identitario
            • Las guías internacionales declaran que la educación sexual integral debe servir al “marco de derechos humanos y género”, promoviendo “igualdad de género”.
            • En México, los perfiles educativos indican que el Marco Curricular incluye “educación sexual y reproductiva… con enfoque de derechos humanos y perspectiva de género”.
            • Juicio doctrinal. Violación de P-V (“Principio de subsidiariedad”) y P-II (“Autoridad de la familia”). Cuando la educación cívica enseña que los derechos sexuales son diversos y no condicionados por la naturaleza, el Estado sustituye la autoridad educativa de los padres.
            • Consecuencia pedagógica. La asignatura de Educación Cívica ya no enseña obligaciones y virtudes, sino derechos sin referencia al deber; la autoridad de los padres es disuelta en la “comunidad escolar” empoderada por el Estado.

            2. Orientación Escolar: de la ayuda a la ingeniería

              • Las guías internacionales señalan que los programas deben “involucrar a padres”, pero simultáneamente promover que el estudiante “participe en la toma de decisiones relativas a su sexualidad”.
              • En México, se establecen estrategias para “dotar de conocimientos, habilidades, actitudes y valores… para desarrollo emocional y social”.
              • Juicio doctrinal. Violación de P-V y P-II: aunque se habla de “involucrar familias”, la práctica es que la escuela se autonomiza como tutor moral del niño, separando de hecho la autoridad de los padres.
              • Consecuencia pedagógica. El orientador no solo acompaña: dirige. El aula se convierte en escenario de “transformación emocional” y el alumno asume que sus padres son parte del problema, no de la solución.

              Parte III: Diagnóstico global por jurisdicción
              La prueba del sistema

              A continuación, se analiza cómo se aplica esta metodología en diversos países, demostrando la coherencia del sistema global de desnaturalización educativa. Cada caso fusiona la narrativa de los hechos con el análisis doctrinal de sus causas.

              1. España: La inocencia como laboratorio

                En Bernedo, un pequeño municipio de Álava, se desarrolló el caso que sacudió a todo el país. Niños de entre ocho y catorce años participaron en un campamento donde los monitores se duchaban desnudos con ellos, alegando que era parte de una “educación corporal liberadora”. Los juegos incluían dinámicas de humillación y teatralizaciones de “roles sociales”, mientras se repetía que “el cuerpo es solo un símbolo cultural”. La policía autonómica intervino y el juzgado de Vitoria abrió diligencias.

                Pero lo esencial no fue el delito, sino la doctrina que lo justificó. Los educadores se ampararon en la idea —difundida por los currículos oficiales— de que la sexualidad debe explorarse sin normas, porque las normas son “imposiciones culturales”. Es la consecuencia inevitable de un sistema que enseña a los niños a desconfiar de su propia naturaleza. Allí donde el pudor se niega, la dignidad del cuerpo se desvanece.

                Análisis Doctrinal (España): Del aula al laboratorio moral

                En ningún país se ve con tanta claridad la metamorfosis del sistema educativo moderno como en España. Allí, donde la herencia católica fundó una tradición de maestros humanistas, el Estado ha convertido la educación en un campo de reingeniería cultural. El caso de Bernedo no es un episodio marginal: es la expresión visible de una lógica que ya está escrita en la ley.

                I. La estructura legal del desorden

                La Ley Orgánica de Educación y su reforma, la LOMLOE, consagran un principio transversal: “educación en valores de igualdad de género y diversidad afectivo-sexual”. En los decretos que desarrollan la ley, esta transversalidad se convierte en exigencia curricular: cada asignatura debe promover la “identidad de género” y la “expresión sexual libre de estereotipos”.

                La Guía de Educación Afectivo-Sexual del Ministerio de Igualdad va más lejos. Afirma que “las identidades no binarias y las orientaciones múltiples deben visibilizarse desde la infancia como formas válidas de existencia”. El documento no se limita a recomendar respeto: impone un marco de pensamiento. Así, la escuela ya no enseña lo verdadero, sino lo “validante”; no forma, sino que legitima.

                II. Del derecho a educar a la confiscación moral

                La LOMLOE declara que los centros escolares son “espacios seguros para la diversidad”, y autoriza al profesorado a intervenir incluso contra la voluntad de los padres cuando consideren que existe “riesgo de discriminación”. Este párrafo —aparentemente protector— consagra jurídicamente la ruptura del principio de subsidiariedad: el Estado se proclama guardián de la conciencia infantil.

                Los programas de organizaciones sindicales y activistas elaboran materiales para primaria en los que se instruye a los docentes: “Evita la figura paterna o materna como única referencia afectiva; emplea terminología neutra y fomenta la autoexploración identitaria”. Con ese lenguaje se invierte el orden natural. Lo que se llama “inclusión” es, en realidad, la disolución de la filiación: el niño aprende que su primera pertenencia no es la familia, sino la sensibilidad colectiva del Estado.

                III. El caso Bernedo: coherencia del error

                Cuando en el verano de 2025 la prensa reveló las denuncias del campamento de Bernedo, muchos se escandalizaron. Pero lo que allí ocurrió no fue una aberración ajena al sistema; fue la aplicación literal de su doctrina. El director del campamento declaró que buscaban “romper los tabúes heredados” y “construir un espacio libre de roles”. Esa frase es el resumen práctico de la LOMLOE: educación como deconstrucción.

                IV. Efecto pedagógico y cultural

                El resultado es una juventud educada en tres confusiones:

                1. Que la libertad consiste en negar lo recibido.
                2. Que la igualdad se alcanza borrando la diferencia.
                3. Que la moral se mide por sensibilidad, no por verdad.

                V. Conclusión diagnóstica

                España muestra el modelo completo del desorden: negación de la naturaleza, manipulación del lenguaje y captura de la autoridad. La nación que educó durante siglos en el sentido católico de la verdad, hoy enseña que la verdad es sospechosa. De ahí que el escándalo de Álava no sea un accidente, sino el espejo donde se refleja todo un sistema.
              2. Reino Unido: El aula convertida en espejo

                En Warwickshire, Inglaterra, el programa All About Me fue suspendido tras la indignación de miles de padres. Enseñaba a niños de seis años a “descubrir su cuerpo” y a “respetar el placer propio y ajeno”. Las autoridades lo presentaban como educación afectiva, pero el contenido rebasaba los límites de toda prudencia. En los foros oficiales, el concepto clave era “autonomía emocional”: cada alumno debía decidir “qué tipo de amor le representa”.
                Lo que allí se discutió no fue una metodología, sino la noción misma de infancia. El niño dejó de ser un ser en formación para ser un sujeto soberano de deseo. Se le pidió definir lo que aún debía aprender a comprender. Esta inversión destruye la jerarquía natural del conocimiento: antes de enseñar a sentir, es preciso enseñar a entender.

                Análisis Doctrinal (Reino Unido): La ingeniería emocional del ciudadano

                En el Reino Unido, la educación sexual moderna nació de un impulso pragmático: reducir embarazos adolescentes y prevenir infecciones. Pero, como toda política que pierde el horizonte moral, pronto se transformó en un proyecto antropológico.

                I. El marco normativo: de la salud pública a la reeducación moral

                La Ley de Educación y las Relationships and Sex Education (RSE) Statutory Guidelines establecen la obligatoriedad de impartir educación sexual y afectiva desde los cinco años. Los objetivos oficiales hablan de “preparar a los alumnos para relaciones sanas, responsables y respetuosas”. Sin embargo, los documentos incluyen formulaciones que trascienden la educación moral:

                “Los estudiantes deben aprender que el género existe en un espectro y que cada individuo puede decidir cómo se identifica”. Con esa sola frase, el Estado británico consagra la visión subjetiva de género como principio pedagógico.

                II. El programa “All About Me”: infancia sin inocencia

                En 2019, el condado de Warwickshire implementó el programa piloto “All About Me”. Entre sus actividades figuraban fichas sobre “autoexploración”, identificación de “preferencias afectivas” y dibujos donde los niños debían representar “dónde sienten placer y cariño”. El material justificaba su enfoque con el argumento de la “prevención del abuso”. Pero su contenido contradecía la prudencia elemental: introducía prácticas de erotización en edades donde el pudor debería proteger la imaginación.

                III. El argumento de los prejuicios culturales

                En el Reino Unido, la noción de cultural prejudice (prejuicio cultural) se usa sistemáticamente para justificar la intervención estatal. El Ofsted (organismo de inspección escolar) establece: “Las escuelas deben desafiar las actitudes culturales o religiosas que impiden la discusión abierta sobre sexualidad y género”.

                Con esa cláusula, el Estado declara que toda convicción moral tradicional es un obstáculo pedagógico. La fe cristiana se convierte en sospechosa.

                IV. La pedagogía de la emoción

                En los manuales RSE se insiste en desarrollar “emotional literacy” (alfabetización emocional): aprender a “reconocer y gestionar emociones”. El problema no está en reconocer sentimientos, sino en reducir toda moral a sentimiento. El niño es enseñado a “validar lo que siente”, no a juzgarlo. Se educa la emoción, no la conciencia.

                V. Síntesis

                El caso del Reino Unido confirma la ecuación del desorden: negación de la realidad (“el género está en un espectro”), manipulación del lenguaje (“prejuicios culturales” redefine la virtud como opresión) y captura de la autoridad (el Estado sustituye la formación religiosa y familiar por “bienestar emocional obligatorio”).
              3. Alemania: La pedagogía sin pudor

                En varios Länder alemanes, las autoridades educativas distribuyeron materiales que animaban a “explorar el cuerpo y las sensaciones”. Los críticos lo llamaron Sexualpädagogik der Vielfalt —pedagogía sexual de la diversidad—, un modelo donde el placer era presentado como un derecho biológico. Los padres que protestaron fueron tachados de retrógrados. Pero la verdadera regresión fue moral: se regresó a un estado anterior a la cultura, donde el cuerpo no significa, solo reacciona.

                La pedagogía sin pudor pretende eliminar la vergüenza, sin comprender que la vergüenza es una forma de sabiduría. Es el instinto espiritual que protege la pureza del alma. Sin ella, la educación se convierte en mera fisiología y el maestro en animador.

                Análisis Doctrinal (Alemania): La “pedagogía de la diversidad” y el Estado como tutor

                La escuela alemana entró en el siglo XXI con un andamiaje técnico impecable: la educación sexual debía ser integral, obligatoria y transversal. Bajo esa premisa se articularon estándares europeos impulsados por la OMS/Europa y la BZgA (Centro Federal de Educación para la Salud), convertidos en referencia para los Länder.

                I. Arquitectura normativa: de la salud pública a un marco totalizante

                Aunque la competencia es estatal (Länder), los estándares OMS/BZgA funcionan como marco de convergencia. El efecto es claro: lo sanitario deviene puerta de entrada para un proyecto antropológico que trasciende la mera prevención.

                II. “Sexualpädagogik der Vielfalt”: del aula a la reprogramación simbólica
                Bajo esta etiqueta (pedagogía sexual de la diversidad), varios Länder promovieron enfoques que ponen el énfasis en autoexpresión, desinhibición y “exploración” como competencias formativas. Desplaza la norma moral por una pedagogía de la autopercepción.

                En el debate público se han denunciado “espacios de experiencia” (Erfahrungsräume) e incluso “salas de masturbación” (Masturbationsräume) en propuestas de Kitas (guarderías), que diluyen el pudor natural y confunden prevención con exposición. Aunque las autoridades lo han negado, los planes marco siguen incorporando esos presupuestos.

                III. La familia frente al tutor público

                El modelo alemán se sostiene en la pretensión de neutralidad: “no imponemos creencias; garantizamos derechos”. Pero cuando el currículo obligatorio incorpora identidad “en espectro” y autoexpresión sexual como competencias educativas, la neutralidad se vuelve administración moral. El marco OMS/BZgA pide “educación sexual holística” desde edades iniciales, con bloques sobre identidad, orientación y placer, absorbiendo el espacio natural de la familia.

                IV. Conclusión diagnóstica (Alemania)

                Alemania encarna con particular claridad la triple deriva: la realidad (del dato biológico a la psicología normativa), el lenguaje (del léxico moral a la jerga funcional) y la autoridad (de la cooperación con el hogar a la tutela estatal). Allí donde el pudor es tratado como prejuicio y la tradición como estorbo, la educación deja de elevar: desarraiga.
              4. Colombia: Las cartillas del conflicto

                En 2016, un conjunto de cartillas sobre diversidad sexual, supuestamente emitidas por el Ministerio de Educación, provocó un levantamiento de padres en todo el país. El gobierno negó su autoría, pero el daño estaba hecho: las escuelas habían recibido copias con lenguaje idéntico al de los manuales internacionales. Aquella crisis reveló algo más profundo que un malentendido: la distancia entre el discurso del pueblo y el del poder.

                En las plazas, los padres defendían su derecho a educar según la verdad moral; en los despachos, los técnicos defendían la “revisión de prejuicios culturales”. Dos lenguajes irreconciliables: el de la tradición que enseña lo que es, y el de la pedagogía que fabrica lo que conviene.

                Análisis Doctrinal (Colombia): De la “no discriminación” a la disputa por el hogar

                Colombia descubrió en 2016 que el lenguaje administrativo puede incendiar una nación. Lo que estaba en juego era quién educa la conciencia del niño y con qué idea del hombre.

                I. Arquitectura oficial: derechos sexuales como currículo

                El Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía (del Ministerio de Educación con el UNFPA) se formuló como eje transversal anclado en “derechos sexuales y reproductivos”. Este marco nacional dialoga con las Orientaciones Técnicas Internacionales de la UNESCO/UNFPA, que reafirman la EIS como proceso “basado en derechos humanos e igualdad de género”.

                II. La crisis de 2016: cartillas reales, técnicas y apócrifas

                El estallido se produjo cuando comenzaron a circular materiales gráficos. El Ministerio negó haber distribuido cartillas de orientación sexual, pero reconoció que existían documentos técnicos trabajados con cooperación internacional que no contaban con aval ministerial. La prensa registró el nudo: hubo cartillas apócrifas, insumos técnicos sin validación y lineamientos reales de fondo (derechos, género) que ya permeaban el sistema.

                III. El argumento de los “prejuicios culturales”

                Organismos presentaron la movilización social como reacción “fundamentalista”, subrayando que las cartillas buscaban combatir la discriminación. En esa retórica, la tradición familiar quedó redefinida como “prejuicio cultural que impide la inclusión”. Cuando el Estado clasifica la herencia moral como prejuicio, la patria potestad se vuelve objeto de corrección.

                IV. Conclusión diagnóstica (Colombia)

                Colombia ejemplifica la triple caída: la realidad (el cuerpo es reescrito por la autopercepción), el lenguaje (la tradición se nombra “prejuicio”) y la autoridad (el Estado-escuela se vuelve tutor afectivo del menor). Cuando el hogar es desposeído de su voz en nombre de la inclusión, no nace la libertad: se instala la orfandad pedagógica.
              5. Perú: La ley contra el orden natural

                En 2017, el currículo nacional incorporó el llamado “enfoque de género”, que pronto generó una batalla judicial. La consigna oficial hablaba de igualdad, pero el texto afirmaba que “la identidad no depende del cuerpo, sino de la percepción individual”. La justicia respaldó la reforma y los manuales se distribuyeron en todo el país.

                Así, un principio filosófico —la inseparabilidad de cuerpo y alma— fue reemplazado por una consigna política. Lo que la metafísica unía, el positivismo separó. Desde entonces, miles de familias reclaman no solo su derecho a educar, sino su derecho a nombrar la realidad.

                Análisis Doctrinal (Perú): El “enfoque de género” y la batalla por el alma del currículo
                El conflicto por el “enfoque de género” no fue un debate técnico: fue un litigio sobre la definición misma del ser humano.

                I. El marco oficial: el “enfoque de igualdad de género”

                El Currículo Nacional de Educación Básica (CNEB) introdujo el “enfoque de igualdad de género”. Pero en la explicación doctrinal, el documento afirma: “El género se construye socialmente a partir de roles, comportamientos y relaciones que se aprenden y se pueden modificar.”

                Esa línea, tomada de UNESCO y UNFPA, marca el giro ideológico: la diferencia sexual deja de ser un dato ontológico y pasa a ser una categoría social mutable.

                II. El litigio: “Con mis hijos no te metas”

                En 2017, la organización Padres de Familia Unidos por los Hijos (PFUH) presentó una demanda de acción popular. El caso se conoció como “Con mis hijos no te metas”. En 2019 la Corte Suprema revocó una sentencia inicial favorable a los padres, amparando la validez del enfoque de género y afirmando que su finalidad era “promover igualdad y eliminar estereotipos”.

                III. El argumento del Estado: superar “prejuicios culturales”

                En su defensa, el MINEDU sostuvo que el currículo debía “combatir prejuicios culturales heredados”. El discurso fue idéntico al empleado por la UNESCO: la tradición familiar y la fe fueron clasificadas como “barreras socioculturales”. Con esa fórmula, el Estado se arroga la misión de reeducar al pueblo. La escuela ya no transmite la sabiduría de los padres: la corrige.

                IV. Diagnóstico doctrinal

                El caso de Perú revela la estructura tripartita del desorden: negación de la realidad (la educación deja de enseñar lo que es), manipulación del lenguaje (las palabras se vacían de contenido moral) y captura de la autoridad (el Estado sustituye el magisterio de la familia).

              6. Argentina: La multiplicación del desconcierto

                La Ley de Educación Sexual Integral (ESI), promulgada en 2006 y ampliada hasta 2025, transformó la formación moral en un catálogo de identidades. En los colegios de Buenos Aires, los docentes fueron instruidos para “deconstruir los roles de género” mediante lecturas y dramatizaciones. Lo que empezó como prevención sanitaria se convirtió en reprogramación cultural.

                En las aulas, el niño aprende a sospechar de su propio nombre: “varón” y “mujer” son presentados como categorías “en revisión”. El lenguaje, otrora vehículo de verdad, se convierte en trampa: cuando todo puede significar lo contrario, nada significa.

                Análisis Doctrinal (Argentina): La “Educación Sexual Integral” y la colonización emocional del aula

                Si en Perú el conflicto se libró en los tribunales, en Argentina la batalla se ganó por decreto. Desde 2006, la Ley 26.150 (ESI) se concibió como un instrumento de reconfiguración moral.

                I. Marco normativo: del respeto a la ingeniería social

                La Ley 26.150 establece la ESI desde el nivel inicial. Los lineamientos curriculares desplazaron la noción de “sexualidad como dimensión humana” hacia una concepción de “identidad y expresión de género”. El Ministerio de Educación afirma:
                “La ESI debe promover la desconstrucción de los estereotipos de género y las representaciones normativas sobre los cuerpos y las sexualidades”.

                Con esa declaración, el Estado deja de educar para el bien y empieza a adiestrar para la deconstrucción.

                II. Los manuales: catecismos de la ambigüedad

                Los cuadernos oficiales contienen ejercicios como “dibujá tu identidad de género” o “analizá el amor romántico como mito patriarcal”. Estas actividades no transmiten saber, sino sospecha: todo lo heredado es presentado como estructura opresiva. El material dirigido a docentes instruye a “desarticular la lógica binaria de varón y mujer”.

                III. La inversión semántica: del pudor a la visibilidad

                Los glosarios oficiales de la ESI redefinen las palabras fundamentales del alma moral:
              • “Pudor” se describe como “actitud aprendida que genera vergüenza sobre el cuerpo”.
              • “Virginidad” se redefine como “construcción cultural que limita la libertad sexual”.
              • “Familia tradicional” se sustituye por “configuración familiar diversa”.

                Esta manipulación demuestra que el proyecto no busca enseñar, sino reprogramar la conciencia.

                IV. Diagnóstico doctrinal

                El caso argentino es el laboratorio más acabado: negación de la realidad (el cuerpo como materia de deseo), manipulación del lenguaje (las palabras se invierten semánticamente) y captura de la autoridad (el Estado sustituye el juicio moral de la familia).

                7. Nueva Zelanda: El laboratorio perfecto

                En Oceanía, el gobierno de Nueva Zelanda adoptó en 2024 un marco educativo que integra, desde el nivel inicial, la enseñanza de “diversidad sexual y corporal”. Se trata de un sistema coherente, sin rupturas, donde la visión subjetiva de género se aplica desde los tres años. No hay escándalos, porque todo está permitido. No hay debate, porque todo está previsto. Allí se ve la meta del proceso global: una sociedad donde el mal ya no existe, porque ha sido redefinido como elección.

                Análisis Doctrinal (Nueva Zelanda): El laboratorio tecnocrático de la RSE

                Nueva Zelanda ofrece un modelo pulcro, administrativo, casi aséptico: bajo la etiqueta Relationships and Sexuality Education (RSE), el Ministerio de Educación ha convertido la educación afectivo-sexual en un eje estructural del sistema.

                I. Arquitectura normativa: del “buen trato” a una ontología implícita

                El Ministerio define que aprender sobre “relaciones, sexualidad y desarrollo” forma parte del currículo de Health & Physical Education. Las guías RSE enmarcan la sexualidad como aprendizaje de “habilidades de vida” e integran identidad y expresión de género en el itinerario formativo.

                II. “Identidad” como competencia: del dato al deseo

                El Ministerio precisó que las guías RSE “fomentan la libertad de expresión en relación con la identidad de género y la orientación sexual”. El cuerpo se trata como soporte expresivo, y la identidad, como opción que la escuela debe validar. La lógica bebe de los marcos internacionales UNESCO/UNFPA.

                III. La escuela “consultiva” que normaliza

                Nueva Zelanda exige a las juntas escolares consultar a su comunidad sobre cómo impartir RSE. Pero la consulta no toca la premisa; discute el “cómo” y el “cuándo”. El resultado práctico: el hogar conversa, el Estado normaliza.

                IV. Diagnóstico doctrinal (Nueva Zelanda)

                El caso neozelandés perfecciona el método: negación de la naturaleza (la identidad como competencia expresiva), manipulación del lenguaje (el vocabulario de “inclusión” como gramática normativa) y captura de la autoridad (consulta periódica sin revisión de principios). Sin estridencias, la escuela asume el papel de editor de identidades.

                8. Canadá: La resistencia imposible

                Ontario vivió su propio conflicto en 2015, cuando el nuevo currículo de salud incluyó contenidos sobre orientación sexual y autoexploración desde los primeros grados. Las protestas obligaron al gobierno a retirarlo en 2018, pero la versión revisada de 2019 conservó la misma esencia. Las familias comprendieron entonces que no luchaban contra una reforma, sino contra una ideología que se infiltra por todos los canales del Estado.

                El modelo canadiense muestra la estrategia del siglo: legalizar la emoción y moralizar el deseo.

                Análisis Doctrinal (Canadá): Tres modelos, una misma raíz

                Canadá ofrece un tríptico instructivo: Ontario (arquitectura curricular), Columbia Británica (política de “inclusión SOGI”) y Québec (“éducation à la sexualité” transversal). Cambia el ropaje, no el alma: la escuela se asume tutora emocional, reformatea el lenguaje y reduce la patria potestad.

                I) Ontario: currículo como ley no escrita

                El Ontario Curriculum normaliza el marco de “identidad y expresión de género” como expectativa de aprendizaje por curso. El currículo convierte “identidad” en competencia evaluable; la biología deja de ser dato y pasa a ser soporte de autodefinición.

                II) Columbia Británica: SOGI como gramática institucional

                La provincia enmarca la escuela como “entorno seguro e inclusivo” para toda SOGI (Orientación Sexual e Identidad de Género). La red SOGI 123 provee materiales y formación para implementar la afirmación identitaria en la gobernanza escolar (carteles, protocolos, pronombres). La política SOGI se transforma en curaduría de identidades.

                III) Québec: sexualidad como “contenidos transversales”

                El Ministerio fija “Contenidos en educación sexual” obligatorios por niveles. El currículo no “agrega un curso”; impregna áreas (lengua, ciencias, ética) con el marco identitario.

                IV) El armazón federal

                Las Directrices Canadienses para la Educación en Salud Sexual proponen la ESI basada en derechos, con identidad y orientación como contenidos estructurales. Estas directrices funcionan como ancla conceptual: salud pública + derechos = antropología educativa.

                V) Conclusión diagnóstica (Canadá)

                El resultado es el mismo itinerario: la naturaleza se relativiza, el lenguaje se disciplina y la autoridad se centraliza. Lo que se llamó “inclusión” ha operado como desposesión pedagógica.

                9. México: La frontera que se diluye

                En México, los Libros de Texto Gratuitos y las guías de Educación Integral en Sexualidad y Género repiten las mismas fórmulas internacionales: el cuerpo es “una expresión diversa”, la orientación “una experiencia legítima”, el pudor “una construcción cultural”. En las aulas públicas, se enseña que el respeto implica no cuestionar ninguna identidad; en las instituciones, que la neutralidad es la nueva virtud.

                Así, la visión subjetiva de género penetra por el lenguaje oficial: “inclusión”, “equidad”, “diversidad”. Palabras nobles usadas para fines contrarios. En nombre de la tolerancia, se destruye la diferencia natural; en nombre de la libertad, se corrompe la inocencia; en nombre de la ciencia, se niega la verdad.

                Análisis Doctrinal (México): El experimento total de la ideología pedagógica

                México constituye, hoy, uno de los laboratorios más ambiciosos del continente. En su nombre administrativo —“Nueva Escuela Mexicana” (NEM)— se esconde la traducción local de la pedagogía global deconstructiva: una combinación de igualitarismo afectivo, revisionismo cultural y relativismo moral, presentada como “transformación humanista”.

                I. Arquitectura normativa: la “Nueva Escuela Mexicana”

                La reforma constitucional del Artículo 3.° estableció un “enfoque de derechos humanos e igualdad sustantiva”. El desarrollo normativo (Plan de Estudios 2022 y Libros de Texto Gratuitos 2023) mostró la verdadera orientación: un desplazamiento radical del eje racional y moral hacia la construcción subjetiva de identidad. El Plan de Estudios incorpora ejes transversales que replican el vocabulario de UNESCO y ONU Mujeres: igualdad de género, diversidad sexual, derechos sexuales, perspectiva interseccional y autonomía corporal.

                II. El núcleo doctrinal: de la igualdad a la disolución

                Los documentos de la SEP introducen la “visión subjetiva de identidad”. Los materiales de apoyo (“Educación sexual integral para la nueva escuela”) reproducen la retórica internacional: “El género no es una condición biológica, sino una experiencia vivida que se construye en la interacción social.” Con esta frase, el Estado mexicano consagra la ontología líquida. El cuerpo deja de ser signo; el niño no recibe su identidad: la inventa.

                III. La sexualización temprana como política pública

                Los Libros de Texto Gratuitos (LTG) 2023 incorporan “autoexploración” y “reconocimiento corporal” desde primaria, enmarcadas en los ejes de “autonomía y cuidado”. En secundaria se abordan “masturbación” y “consentimiento erótico” con tono terapéutico, sin referencia a virtud, pudor o castidad. La moral se convierte en psicología.

                IV. La desintegración del vínculo familiar

                El marco de la NEM insiste en “superar prejuicios culturales” y “redefinir las relaciones de autoridad”. Los “Cuadernos para el aula de Tutoría” instruyen al maestro a “identificar microviolencias” en frases de los padres que “reproduzcan estereotipos de género”. El Estado se coloca en posición de fiscal moral del hogar. Los hijos ya no pertenecen a una familia, sino a un sistema educativo que los redefine.

                V. El argumento de los prejuicios culturales

                En la NEM, “prejuicio” designa una adhesión a la verdad natural. Todo lo que vincula al hombre con su tradición —religión, pudor, matrimonio— es tratado como obstáculo pedagógico. Lo que la Iglesia llama virtud es rebautizado como “violencia simbólica”.

                VI. Diagnóstico doctrinal (México)

                México sintetiza el fenómeno global: negación de la realidad (la identidad como ficción pedagógica), manipulación del lenguaje (el pudor y la familia reetiquetados como “prejuicios”) y captura de la autoridad (el Estado sustituye el magisterio moral de los padres). La Nueva Escuela Mexicana es un intento de construir el paraíso sobre la negación del orden natural.

                Parte 4: Las raíces de la fractura
                La disolución del vínculo y las raíces filosóficas del error

                Esta sección fusiona el análisis de la fractura familiar con las causas filosóficas subyacentes (nominalismo, emotivismo, positivismo), explicando el porqué del diagnóstico global.

                I. La Disolución del Vínculo Familiar y Cultural
                El eclipse del hogar y la invención del Estado pedagogo

                Nada hiere tanto la raíz de un pueblo como el intento de separar a los hijos de la sabiduría de sus padres. No se trata de un fenómeno nuevo: cada revolución moral ha buscado lo mismo — liberar al niño de la herencia, para modelarlo según el poder. La diferencia es que hoy ese propósito se realiza con benevolencia institucional. Tras las palabras suaves (derechos, diversidad, inclusión) se esconde una desposesión: el hogar es despojado de su autoridad moral, y el Estado se erige en su sustituto sentimental.

                El nuevo pretexto: los “prejuicios culturales”

                El término “prejuicios culturales” funciona como una herramienta de demolición: todo valor heredado — pudor, castidad, autoridad paterna, deber filial — es reinterpretado como una forma de opresión. Así, lo que durante siglos fue sabiduría transmitida se presenta hoy como obstáculo. El padre que corrige es tachado de represor; la madre que orienta es acusada de imponer creencias. El resultado es una pedagogía sin raíces: un sistema que proclama libertad y produce orfandad.

                La sustitución del amor por el procedimiento

                En el hogar, la educación se basa en el amor; en el Estado, en el protocolo. Al sustituir el calor de la palabra viva por el procedimiento impersonal, se rompe el lazo afectivo. El niño no escucha ya una voz que lo ama, sino una voz que lo evalúa. El docente es un funcionario de la sensibilidad. No educa para la virtud, sino para la conformidad emocional.

                La pedagogía de la sospecha

                El nuevo modelo educativo enseña a los hijos a mirar su tradición con desconfianza. El adolescente, que antes hallaba en su familia una brújula, se convierte en juez de su propio hogar. Cuando un sistema logra que el hijo piense que sus padres están “equivocados por costumbre”, ya ha conquistado el alma de la próxima generación.

                El mito de la neutralidad

                Para consolidar esta disociación, el Estado se reviste de neutralidad. Pero esa neutralidad es la más peligrosa de las mentiras: toda omisión de la verdad acaba siendo promoción del error. Cuando la escuela calla sobre el bien y el mal, no se vuelve imparcial, sino cómplice del relativismo. La neutralidad se convierte así en el nombre político de la usurpación.

                La erosión del vínculo cultural

                Cuando el hogar se desautoriza, se desarticula también la cultura. El padre ya no transmite una sabiduría, sino que se disculpa por tenerla. La madre ya no enseña el pudor, porque teme parecer anticuada. La escuela moderna pretende llenar ese vacío con “valores universales” — respeto, inclusión, empatía — que, sin verdad ni jerarquía, se convierten en sentimentalismo. No forman virtudes, fabrican emociones.

                La consecuencia: hijos sin patria interior

                La fractura entre padres e hijos no solo destruye la familia: desintegra la nación. Cada hogar desarraigado engendra ciudadanos sin memoria. Lo que los pedagogos modernos llaman “superar prejuicios culturales” es, en realidad, la negación del orden natural que sostiene a la cultura misma.

                II. Las Raíces Filosóficas del Error

                La primera fractura: del ser al lenguaje

                Todo error profundo comienza en una traición silenciosa. Durante siglos, el pensamiento occidental enseñó que la realidad es inteligible: el ser puede ser conocido porque tiene una forma, un orden, una finalidad. La educación consistía en ayudar al alma a reconocer el orden del ser.

                Pero a partir del nominalismo —que niega las esencias universales y reduce el conocimiento a nombres útiles— se produjo una mutación: ya no importaba lo que las cosas son, sino cómo las nombramos. El lenguaje, emancipado del ser, comenzó a crear su propio mundo. De ahí que en los documentos modernos se hable de “identidades” como construcciones discursivas: si no hay naturaleza, todo se vuelve narración.

                El segundo quiebre: del intelecto a la emoción

                Del nominalismo nació el emotivismo. Si las palabras no remiten a realidades objetivas, sólo expresan estados de ánimo. La verdad deja de ser lo que es conforme a la cosa (adaequatio rei et intellectus) y se convierte en lo que me hace sentir bien. El niño moderno aprende a “validar sus sentimientos”, no a discernir su rectitud. El maestro se transforma en terapeuta.

                El tercer desvío: del bien al poder

                Negada la verdad, negado el bien. El positivismo jurídico y moral completó la revolución: si la razón no puede conocer la verdad, sólo queda el poder para definir lo permitido. Lo que antes era moral se transforma en legal. Por eso las leyes modernas sobre educación sexual no se presentan como “enseñanzas”, sino como “derechos”: son decretos que sustituyen la moral.

                El cuarto error: del alma a la psicología

                Cuando el bien se convierte en ley y la ley en técnica, el hombre se reduce a fenómeno psíquico. Ya no se educa al alma, sino al “yo” emocional. El lenguaje educativo adopta “autoestima”, “gestión emocional”, “autonomía afectiva”. Se busca la adaptación, no la perfección; la comodidad, no la virtud.

                El quinto extravío: del hombre a la técnica

                Cuando la educación pierde su sentido moral, la técnica ocupa su lugar. El mundo digital ha llevado esta lógica a su extremo: el niño no es formado, sino programado. La inteligencia artificial, sin referencia a la verdad, se convierte en una nueva pedagogía del simulacro.

                El principio de todo error: la negación del ser

                Danilo Castellano habría resumido todo esto con una precisión luminosa: “Cuando el pensamiento deja de ser ontológico, se vuelve ideológico.” El mundo moderno ha dejado de contemplar el ser; por eso lo sustituye con ideologías. La ideología de género es la consecuencia lógica de la pérdida del realismo filosófico: si el ser no tiene naturaleza, la identidad se inventa; si el bien no es objetivo, la moral se negocia; si la verdad no existe, la educación se convierte en propaganda.

                Parte V: La restauración del orden educativa
                (Conclusión y síntesis propositiva)

                I. Volver al principio del orden

                Todo renacimiento empieza cuando el hombre se detiene ante el misterio de lo real. Educar consiste, antes que nada, en enseñar a mirar el mundo como algo que ya tiene sentido. Las cosas no esperan que las inventemos: esperan que las comprendamos. Esa certeza, que unifica la razón y la vida, es el primer acto de humildad intelectual: reconocer que el orden existe antes que nosotros.

                La crisis contemporánea no proviene de una falta de información, sino de una pérdida de reverencia. Cuando el hombre se cree autor de la realidad, la educación se convierte en un proyecto de poder. Pero cuando la reconoce como don, vuelve a ser un arte de perfección. Restaurar la educación es, por tanto, reconciliar la inteligencia con la realidad.

                II. Fundamentos del orden restaurado

                1. La verdad que libera

                La verdad no se crea: se descubre. Cada vez que una mente entiende algo verdadero, participa de un orden que la precede. Esa participación produce libertad: quien conoce lo que las cosas son, deja de ser esclavo de lo que otros dicen.

                2. El bien que perfecciona

                El bien no es un acuerdo, sino una dirección. Educar no es enseñar a elegir cualquier cosa, sino a desear lo que hace crecer. La libertad auténtica se mide por la capacidad de orientar el deseo hacia lo que ennoblece.

                3. La belleza que ilumina

                La belleza es la firma invisible de la verdad. Un niño aprende mejor cuando descubre que lo que es bueno también es hermoso. El arte, la palabra exacta, la cortesía, el pudor, son pequeñas escuelas de orden.

                III. La familia como primer taller del mundo

                Antes que la escuela, existe la casa. Allí el niño aprende que el amor tiene estructura, que la autoridad puede ser tierna y que la obediencia no es humillación, sino confianza. La familia no es una invención cultural: es la primera experiencia de orden y pertenencia. Toda escuela que quiera formar hombres libres debe respetar ese santuario inicial. Cuando el Estado intenta reemplazarlo, la educación se vuelve administración; cuando lo respeta, se vuelve civilización.

                IV. La pedagogía de las virtudes

                1. El dominio de sí

                Nada grande se logra sin disciplina interior. La educación moderna confunde espontaneidad con autenticIDAD, pero la madurez consiste en saber gobernarse. La castidad, la templanza, la paciencia, no son prohibiciones: son fuerzas que mantienen el alma unida.

                2. La palabra justa

                Educar el lenguaje es educar el pensamiento. Cada palabra pronunciada con precisión es un acto de orden; cada abuso del lenguaje, una semilla de caos. Nombrar correctamente el mundo es la primera forma de justicia.

                3. La autoridad que forma

                La autoridad no consiste en imponer, sino en inspirar. Cuando un maestro exige lo que él mismo vive, su sola presencia ordena. El alumno que obedece a una autoridad justa no pierde su libertad: la aprende.

                V. La ley que protege el bien

                Toda ley educativa debe recordar que su función no es modelar almas, sino proteger la libertad interior. El poder político puede sostener el esfuerzo educativo, pero no suplantar su fuente. La subsidiariedad no es una fórmula técnica: es el reconocimiento de que la familia y la escuela, en su integridad moral, son anteriores al Estado.

                VI. El maestro como guardián del sentido

                Ninguna reforma educativa será eficaz si no renace el maestro interiormente. Su tarea no es acumular métodos, sino custodiar la integridad del alma. Un buen docente enseña con claridad; un maestro verdadero enseña con coherencia. No transmite ideologías, sino una manera de mirar el mundo. En su voz, la verdad se hace creíble porque está vivida.

                El aula se convierte así en un espacio de confianza: un lugar donde se aprende que pensar no es rebelarse, sino ordenar el alma hacia lo que merece ser amado.

                VII. Síntesis del orden restaurado

                Cuando esos elementos vuelven a unirse, la educación deja de ser un campo de debate y vuelve a ser una formación del alma para la realidad. Y aunque el lenguaje del tiempo evite nombrar a Dios, el orden que lo sostiene sigue siendo el mismo: una corriente silenciosa de sentido que todo lo habita. Cuando el maestro la percibe y la comunica, sin estridencia y sin miedo, el mundo recupera su centro. Esa es la verdadera restauración.

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