En marcha, la Tercera Guerra Mundial

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Por Jorge Santa Cruz

Imagen ilustrativa: Soldado estadounidense verifica la identidad de un automovilista en Corea del Sur. Autor: Ejército de los Estados Unidos)

El próximo 24 de junio se cumplirán 106 años del asesinato del archiduque de Austria-Hungría, Francisco Fernando, y de su esposa, Sofía Chotek.

El magnicidio ocurrió en Sarajevo, en Bosnia-Herzegovina, provincia que pertenecía entonces al imperio austro-húngaro. Fue perpetrado por un nacionalista serbio: Gavrilo Princip. Él y sus cómplices reclamaban la soberanía serbia sobre Bosnia Herzegovina.

La agitación política motivó que Austria-Hungría declarara la guerra a Serbia. El imperio austro-húngaro tuvo como aliados al Segundo Reich Alemán y al Imperio Otomano. Los serbios fueron apoyados por Inglaterra, Francia y el imperio ruso.

La historia oficial dice que el magnicidio cometido en Sarajevo provocó la Primera Guerra Mundial (que causó alrededor de 17 millones de muertes, tanto de militares, como de civiles). La verdad es otra.

La propaganda de las élites afirma que sólo han ocurrido dos guerras mundiales. También eso es mentira.

El engaño de Wilson

El 8 de enero de 1918, el entonces presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, propuso una paz-empate en Europa. Lo hizo mediante su famoso discurso de los 14 puntos.

Las democracias liberales, Inglaterra y Francia, eran incapaces de derrotar al ejército alemán, a pesar del creciente apoyo de los Estados Unidos.

Alemania, sin embargo, tampoco podía ganar porque no podía concentrar sus esfuerzos en el frente occidental porque la agitación comunista —encabezada por Karl Liebnecht y Rosa Luxemburg— paralizaba fábricas, organizaba disturbios, proclamaba su intención instaurar un gobierno bolchevique y promovía el derrotismo entre las tropas.

El punto 2

En el punto 2, Wilson se pronunció por libertad absoluta de navegación sobre los mares. (1)

Esto beneficiaba tanto a los ingleses como a los estadounidenses porque disponían de los más poderosos acorazados de la época.

Los británicos tenían los de la clase Orión y los estadounidenses, los de la clase Carolina del Sur.

Lo que no dijo Wilson es que con la falsa paz-empate la que saldría perdiendo sería Alemania.

La verdadera causa de la Primera Guerra Mundial

El Káiser Guillermo II de Alemania contaba con el permiso de su aliado, el sultán del imperio Otomano, para construir un ferrocarril desde su país hasta Irak.

El proyecto del Ferrocarril Berlín-Bagdad iría, en realidad, desde el puerto alemán de Hamburgo a la ciudad iraquí de Basora, la más rica en petróleo de lo que hoy es Irak.

Este tren cruzaría Europa Central, los Balcanes y Turquía antes de llegar a la antigua Mesopotamia.

El proyecto fue visto siempre con malos ojos por Inglaterra y, por ende, por su aliado estadounidense. ¿Por qué? Porque relegaría a un segundo plano a la armada y la marina mercante inglesa.

Si el Segundo Reich Alemán concretaba la construcción del Ferrocarril Berlín-Bagdad, Alemania estaría en condiciones de competirle ventajosamente a Gran Bretaña en dos planos: el militar y el comercial.

El historiador español Joaquín Bochaca señala, al respecto:

El comercio del continente europeo con el Lejano Oriente estaba, pues, a merced de la Gran Bretaña, cuya flota de guerra, además, era la dueña indiscutible de los mares. La ruta más corta entre Hamburgo y Bombay, si Inglaterra lo quería así, era por el Cabo de Buena Esperanza, que, igualmente, estaba bajo la dependencia política de Londres. El camino más corto entre Alemania y la India requería, pues, tres semanas, y el más largo, contorneando África, ocho semanas. En cambio, el proyectado ferrocarril permitiría hacer el mismo viaje en ocho días. Alemania podría, en caso de conflicto bélico con Inglaterra, llevar un ejército de invasión a las fronteras de la India en menos de una quincena. Inglaterra ofreció sumas astronómicas al sultán para que retirara la concesión del tan traído y llevado ferrocarril a Alemania, pero el sultán se rehusó. (2)

Ni Londres ni Washington podían darse el lujo, además, de arriesgar el petróleo iraquí controlado entonces por los británicos para tranquilidad de los yanquis. Los hidrocarburos eran fundamentales para mover —por ejemplo— a los acorazados Orión al servicio de la corona británica.

Un «libre comercio» ventajoso

En el punto 3, Wilson se pronunció por la supresión —en lo posible— de las barreras económicas. (3)

Esto, en apariencia, favorecería a Alemania. Y decimos en apariencia porque el plan era evitar que concluyera el ferrocarril Berlín-Bagdad (como así ocurrió) y, en un segundo momento, desmembrarla y acorralarla (mediante los Tratados de Versalles).

Por supresión de las barreras económicas debemos entender «libre comercio». Y ya sabemos que éste beneficia siempre a las naciones poderosas y —más en la actualidad— a las corporaciones supranacionales.

La Tercera Guerra Mundial

Hoy, so pretexto del Covid-19, las fuerzas que provocaron las dos guerras mundiales en el siglo XX llevan a cabo la tercera. No con armas nucleares —como lo reconoció uno de sus operadores visibles, Bill Gates—, sino con virus y armas económicas.

El Segundo Reich —el de Guillermo II— pretendió sustraerse al control económico, financiero, comercial y militar ejercido desde Londres y Nueva York. Le costó el poder y el exilio. Y a Alemania, el desmembramiento y el cerco ejercido por «países» inventados y hostiles.

El Tercer Reich —el de Adolfo Hitler—, igual. Sustentó su política económica en el trabajo, con el argumento de que ni el oro ni los dólares se comen.

Hoy, con métodos discriminatorios y racistas —de los cuales han acusado siempre a los nazis— evitan la natalidad y «justifican» la muerte de ancianos contagiados de Covid-19 ante la falta de equipo para atenderlos en los hospitales. Es, literal, una guerra demográfica, que hace evocar el famoso memorando de Kissinger (diciembre de 1974).

Además, someten a casi todos los gobiernos mediante los controles ejercidos por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Mundial de Comercio, así como por agencias privadas como el Consejo de Relaciones Exteriores, la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Rockefeller, el Foro Económico Mundial y la Universidad Johns Hopkins.

Lo que vemos y sufrimos son ensayos de confinamiento, de restricción al libre tránsito, de control de las comunicaciones, de modificación de los esquemas educativos, de control de las operaciones de compra y venta. En suma: de una pérdida acelerada de la libertad humana.

Todo esto, a no dudarlo, son polvos de aquellos lodos, los de 1914, si no es que de los de antes…

Bibliografía y referencias electrónicas

1. Cfr. Marcelo Ferrando Castro. «Los catorce puntos de Wilson». RedHistoria. (Publicado el 20 de diciembre de 2018, párr. 5). Consultado en https://redhistoria.com/los-14-puntos-wilson/
2. Joaquín Bochaca. «La historia de los vencidos. El suicidio de Occidente». España: Wotan Ediciones (cuarta edición), noviembre de 2006, p. 33.
3. Cfr. Marcelo Ferrando Castro. «Los catorce puntos de Wilson». RedHistoria. (Publicado el 20 de diciembre de 2018, párr. 6). Consultado en https://redhistoria.com/los-14-puntos-wilson/

5 comentarios sobre “En marcha, la Tercera Guerra Mundial

  1. Este es un gran articulo que muchos esperábamos. Hablar de la instauración del «nuevo orden mundial» como lo plantearon Kissenger y Rocquefeler. Un control absoluto de la libertad, los alimentos y las economías. Con la complicidad y complacencia de muchos presidentes. Lo más indignante es la generación de hambruna. Gracias y que salgan más artículos.

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  2. He aquí, una vez más, lo fundamental que resulta el conocimiento del pasado; no porque debamos anclarnos en éste, sino, para discernir las directrices y los patrones que se siguen hasta nuestro momento presente. Evitar caer en la manipulación y engaño, por parte de la élite, que busca someternos a un mundo de incertidumbre y terror; tomar consciencia de los posibles escenarios, para preparamos espiritual y emocionalmente y, en la medida de lo posible, resistir los embates.

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