Consulta Revocatoria: entre el deseo y la realidad

Por Jorge Esqueda

j_esqueda8@hotmail.com

Imagen ilustrativa: INE

La consulta de revocación de mandato es como una semilla que cae en un terreno semiárido y por lo mismo, con futuro incierto a largo plazo, más allá de sus resultados en la jornada de este domingo 10 de abril.

El terreno semiárido representa a la sociedad mexicana, que en este 2022 muestra sectores radicalizados a favor y en contra del gobierno de la Cuarta Transformación (4T), con cansancio por alrededor de tres años con nueve meses de intensísimos mensajes políticos a diario, siempre en blanco y negro, y la incógnita de saber que tan amplia es esa famosa “mayoría silenciosa”.

La consulta de revocación de mandato (crm) es una de las modalidades de participación ciudadana que pretenden ampliar la democracia representativa, las cuales comenzaron a surgir y aplicarse en América Latina en los años 90 del siglo pasado.

Antes de esas modalidades, se entendía que un partido político llegaba al poder con un programa de gobierno que contenía políticas generales y medidas específicas, con las cuales tenía el compromiso de gobernar y aplicar. El jefe del Ejecutivo y los legisladores afines, eran el ingeniero y los obreros que levantaban un gran edificio mediante los planes del programa de gobierno.

Las modalidades de participación ciudadana convierten a esa democracia representativa en democracia participativa, pues permiten, o eso se espera, a los ciudadanos hacer cambios en el programa de gobierno sobre asuntos específicos.

La también llamada democracia directa consta de procedimientos como el referéndum, plebiscito, iniciativa popular y revocación de mandato. Todas estas se han ido sumando a las leyes mexicanas, la más reciente la crm.

Pese a su existencia, es difícil encontrar en nuestro país ejemplos de esos instrumentos. ¿Por qué? Un apunte de respuesta es que la sociedad necesita tener un grado alto de interés por la vida política y que ese interés lleve a formar organizaciones que los promuevan, ya que existen procedimientos para activarlos.

En contraste, Estados Unidos es el ejemplo opuesto, donde cada elección local o federal es aprovechada para consultar todo tipo de medidas, un botón de muestra es California.

En México nos encontramos con un panorama de contrastes con el interés y la práctica que la sociedad debe de tener para participar en política. La Encuesta Nacional de Cultura Cívica de 2020 muestra que 69.2 por ciento de la población de 15 años y más de edad, está de acuerdo en que para gobernar un país, se necesita de un gobierno en donde todos participen en la toma de decisiones; con 62.2 por ciento con la opinión de que expertos deben tomar las decisiones, y solo 41.5 por ciento inclinándose por un líder fuerte.

Pero en contraste, 36 por ciento estima que su opinión sí es tomada en cuenta por el gobierno, mientras que 29.7 por ciento se considera capaz por sus habilidades y conocimientos de participar en política.

El apoyo a la democracia, señalada de manera general, también es mayoritario, pues 65.2 por ciento la considera preferible a otras formas de gobierno, pero no por mucho, pues cuando se aterriza sobre la democracia que realmente existe en México, 52.7 por ciento la aprueba y 46.8 por ciento dijo que está poco o nada satisfecho con ella, digamos mitad y mitad.

Es decir, se acepta una democracia donde todos participen, pero poco menos de un tercio de esos potenciales participantes se siente capaz de hacerlo.

La participación es el talón de Áquiles de la democracia mexicana, como se ve en cada elección presidencial, los comicios que más interés despiertan.

En consultas populares la 4T lleva tres más la de este domingo. La primera, fuera de toda norma establecida, sucedió del 25 al 28 de octubre de 2019, cuando aún no iniciaba el nuevo gobierno, y un millón 67 mil 859 participantes rechazaron que siguiera construyéndose el aeropuerto de Texcoco. El número de participantes representó menos del uno por ciento del padrón electoral.

Días antes, el 14 de octubre, bajo la ley estatal, se preguntó a los ciudadanos de Baja California si deseaban que su gobernador electo Jaime Bonilla gobernara por dos años, como estaba establecido, o por cinco, como lo deseaba el mandatario entrante. 82.5 por ciento de los 53 mil 419 participantes estuvo de acuerdo en darle más años, cifra que representó el 1.9 por ciento de la lista nominal.

La primera consulta federal dentro de la norma legal fue la que buscaba enjuiciar a los expresidentes, a la cual acudieron el pasado agosto menos del ocho por ciento del padrón -o casi ocho, como se quiera decir- que en más del 90 por ciento se pronunció por el “sí”.

Y ahora tenemos la consulta de revocación de mandato, rodeada de polémicas de todo tipo, en donde se preguntará a la ciudadanía si se le ha perdido la confianza al presidente Andrés Manuel López Obrador y debe abandonar el cargo o lo mantiene. Para que los resultados sean obligatorios (vinculatorios) debe votar el 40 por ciento de la lista nominal (es decir, 37 millones 129 mil 286 ciudadanos de 92 millones 823 mil 216 enlistados) y aprobar la revocación la mitad más uno de los participantes.

Siendo una herramienta que en hipótesis amplía la democracia -forma de gobierno en la cual están de acuerdo los mexicanos- las consultas populares no han generado participación suficiente para que se tomen decisiones (menos del ocho por ciento en el mejor de los casos).

El reto, ahora, es si esta consulta revocatoria puede vencer esa inercia o se queda como un ejercicio más, que nos muestra que deseamos la democracia, pero no estamos cerca de construirla.

Para saber más:

Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020: https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/encuci/2020/doc/ENCUCI_2020_Presentacion_Ejecutiva.pdf

Democracia directa: https://reformaspoliticas.org/reformas/democracia-directa/

Democracia participativa: https://prontuario-democracia.sociales.unam.mx/democracia-participativa/

10 comentarios sobre “Consulta Revocatoria: entre el deseo y la realidad

  1. Más de 37 millones de consultados y la mitad más uno, de ellos, para que su opinión o convicción, en respuesta a la consulta, sea «vinculante», algo logísticamente Imposible para personas o entidades privadas, porque solo la organización y realización de tan gran actividad requiere ingentes medios personales y de dispositivo u operativo material, todo ello con una inmensa millonada de coste y gasto. Normalmente, sufragado por el Estado el Plebiscito nacional, resulta un despilfarro o dispendio, mucho dinero y medios que mejor se emplearán en dar de comer a jóvenes pobres, pero sanos, de buena casta y potencialmente provechosos para el incremento euétnico y civilizacional del país.
    La Democracia participativa en una Sociedad política y gravemente dividida en banderías, razas, religión, clases sociales egoístamente contrapuestas, e idiosincrasia, es como una lotería, aleatoria, y, a la vez, es matemática en la eficacia, para el Bien, o para el Mal, de su sistema y uso regular de éste. Me explico: El contingente de masa humana [pueblo de individuos igualados artificialmente por el Derecho Positivo que los (pre-) juzga o presume iguales en capacidad natural de resolución] que emita su juicio, dictámen, o voto, en un referendum, o está cualificado naturalmente, por inteligencia y rectitud ética pertinente indispensable, y por instrucción, para conocer y resolver en el caso, o no lo está. Cuando el objeto total sobre el que versa el plebiscito está al alcance de cualquier inteligencia, cosa reveládase siempre Imposible, en la práctica, resultaría más sencillo. La política, para su gestión, requiere conocimiento de la mísma, y no cualquiera, sino uno profundo, al alcance de pocos entendimientos, y para ella no es indiferente la Sabiduría y el amor a la Virtud y al fomento de su ejercicio. No puede eludirse el conocimiento de la Política internacional y diplomática, y de cuántos secretos de Estado sean elementos de juicio al caso. Se ha de estar instruido en Religión, Filosofía Elemental, Economía, Política y Ciencias auxiliares. Ha de disponerse de amplísima información sobre los más variados y amplios asuntos del sustento del, país, y se debe retener en la memoria muchos datos, con los que hacer un estudio suficiente, grande, muy grande, en cualquier caso, para lo que es necesaria una previa preparación específica que ordinariamente consume no pocos años de intensa labor. Cuando, dadas las divisiones sociológicas, y la contingencia de la opinión de cada cuál, los individuos de la jurídicamente masa, expresan su juicio, o sus ideas, el resultado es como el de una lotería. Y es matemático cuando el objeto específico del plebiscito es de capital importancia o vital, y halla no a una masa disgregada, relativista, opinionista, sino a pueblos o grupos políticosociales, con principios y conocimientos, básicos, suficientes para decidir en lo que se les presenta.
    De todos modos, zapatero a tus zapatos. El pueblo sano, cuando los expertos niegan falazmente las más sencillas, comunes y necesarias verdades, cuando niegan la evidencia general, la obviedad, o que sea real algo que lo es y muy grave, tiene derecho a alzarse contra las falacias ostensibles y contra los que abusan de su título de peritos o expertos, diciendo, por ejemplo, que según su ciencia, experiencia, examen y dictamen no hay fuego donde quien oye al sinvergüenza embaucador ve la llama que lo quema, y él sabe que o se impone a esos peritos y políticos instruidos pero deshonestos, o morirá abrasado, perecerá tal como quiere esa caterva de canallas, asesinos encubiertos.
    La esperanza de regeneración no está en el sistema liberal absurdo y pútrido, de urnas de masas «pluralistas», sino en el Alzamiento de un pueblo, con urnas o sin ellas, contra la a él fácil de entender, evidente y abrasadora barbarie perversa, diabólica, miserabilizante, injusta y progresivamente letal, finalmente en sumo grado.

    Ricardo de Perea y Glez., Pbrº. .

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  2. Segunda entrega, del mísmo comentario:

    Faltaba el Derecho, el consultado sobre asuntos muy graves, políticos prácticos, ha de estar versado en Derecho, para saber, dicho sujeto, si ha de responder oportuna y cabalmente si, o no. Todos los días y noes no son útilmente cognoscibles, sólo lo son los fundamentados en base real, firme, poderosa por estar enraizada en la verdad y la realidad objetiva, cuyo reconocimiento se persigue por el hombre bueno que haya hecho la consulta, con propósito sincero y de obtención de apoyos a la verdad, el bien, la realidad menoscabada, o amenazada, de manera que sea liberada del Mal. Los síes y noes baladíes, de gente voluble, sin profundas convicciones buenas, pueden ser usados para propaganda superficial, y sólo cuando son favorables. La consulta es un arma de doble filo, «el de la vida, y el de la muerte», el del éxito y el del revés. Si el católico genuino genera una consulta, por ejemplo, sobre el aborto deliberado, y le sale en contra, o sea contra los hijos inocentes no nacidos, y contra el objetivo político del promotor de la campaña, ha hecho la consulta, en efecto, contra los elevados, vitales, intereses de promotor e infantes a los que ha deseado resultasen beneficiados por el resultado de la consulta.
    Nadie promueve un plebiscito, ni semejante, para perderlo, a menos que actúe bajo coacción, como Su Excelencia el General Pinochet, en Chile.
    En cuanto a las cuestiones cuya respuesta no es de fácil evidencia, el conocimiento del Derecho, el Natural y el Positivo y sus sistemas, es imprescindible para contestar con conocimiento de causa y pragmatismo político. Y la ignorancia del Derecho, que en ningún país es asignatura de Bachillerato, de modo que el pueblo sea atado a tal ignorancia sobre la índole y tratamiento jurídico de los actos humanos, es grande y universal (o casi) en el pueblo, no sólo el llano. Peor aún es la carencia del sentido del Derecho, y peor todavía el desprecio o menosprecio al mísmo.
    En casos, para el católico diáfanos, como el aborto asesino, sólo es necesario dicho sentido, que protege contra toda desviación de la verdad y el bien, en estos asuntos tan elementales y obvios para el hombre no degenerado en su instinto vital. Para los demás no basta. A una revocación de mandato presidencial hay que oponer un sistema jurídico seguro, que no sólo prevea el caso posible de la remoción, sino también el de la instauración JURÍDICA EXPLÍCITA de una nueva realidad gubernativa y política fundamental («constitucional», de Ley absolutamente inamovible) irreversible, que impida la posibilidad de nuevo triunfo del enemigo de Dios y de los hombres.
    En ámbito total no es cierto el lema ilustrado «todo para el pueblo, pero sin el pueblo», en cuanto al Gobierno de la Patria, o de una nación, sí. Como aseveraba el Beato Fray Diego José de Cádiz, es (yo diría que no siempre) un mal, que plebeyos gobiernen, o formen parte del Consejo Real (después llamado «Consejo de Ministros»). Los antiguos Romanos idearon un punto medio, creando los Tribunos de la Plebe (Es de lamentar el desconocimiento general, incluso entre los modernos juristas, del Derecho Público romano), y los Reynos tradicionales cristianos: Los Procuradores en Cortes, los Diputados en antiguos Parlamentos (Inglaterra), o Miembros de los Estados Generales. Malditas cortes, mezquinas siempre, cicateras, sin miras imperiales, sin el alto vuelo de la augusta visión regia para salvación de los pueblos, han sido funestas para los reyes, en ellas, en los parlamentos y asambleas de tal género ha sido sentenciada, depotenciada y condenada la Corona, con dos decapitaciones de Monarcas, en Inglaterra y Francia. Han sido la utilísima, decisiva, propagandística cámara de resonancia de la subversión y la Revolución.

    Estimados compatriotas de Nueva España, enplead el dinero de las consultas que no hagáis, en socorrer la carne joven de quienes de buena casta os puedan dar hijos.

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  3. ¿Que más puede faltar? Algo que todos olvidamos en un primer examen: La profunda instrucción en estrategia militar, con conocimiento exacto de la situación marcial del país del cuál se trate de la cuestión de entrar en guerra o seguir en paz.
    «El pueblo» ni sabe, no debe saber de eso, ni «entender» (tecnicismo judicial) en eso, más aún: Debe no saber de eso, pues eso mismo ha de incluir el conocimiento de los secretos de Estado, en materia de Defensa Armada.

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  4. ¿Por ventura omití algo importante intelectual necario al consultado, para hablar seguramente sobre asuntos muy importantes, no los más principales (que sólo necesitan instrucción religiosa veraz), pero relevantes para una robusta, o espléndida Vida Espiritual, y el poderío político indispensable al propio país, para la defensa, protección, conservación, o instauración, de preciosas libertades individuales de los súbditos, en las que están interesadas la riqueza y prosperidad de su pueblo y de los pueblos con los que le conviene estar unido en una organización política más amplia, bondadosa y benéfica, para el Bien común de los federados o unidos en unidad de destino universal Providencial e histórico? Sí, la profunda versación en Historia. El General Badillo laméntase del desconocimiento general que en Nueva España hay del contenido de las leyes revolucionarias llamadas «de Reforma» y sus efectos [diabólicos y pésimos] expoliadores de los Bienes del Clero Católico mejicano, con las consecuentes desgracias contra el bien espiritual, pastoral, político, social, integral en suma, de los benditos hijos de Nueva España.
    Quien no conoce la Historia, está condenado a repetirla en sus amargos desenlaces, a padecer los mismos resultados adversos que tuvieron hechos y procederes, pretéritos. No estará avisado, por la Historia de éstos, pues no la conoce, aquél a quien se proponga hacer algo que la Historia enseña ser lo mismo que antaño y el mismo proceder que fracasó, o trajo la Ruina. No se trata de Historia de sólo batallas y hechos consecutivos sin reflexión del historiador cabal y sin evidenciación de las relaciones causa/efecto, entre los acontecimientos pasados, y sin conocimiento, para ello, de la historia y condición fáctica espiritual operativa, psicológica y moral de los antiguos actores, para lo cuál ha de poseerse una cultura general nada superficial, y s veces es imprescindible conocimientos no rudimentarios en Ciencias auxiliares, especialmente de entre las denominadas «humanidades». La comprensión de la Historia en sus principales dimensiones y objetos intelectuales es imposible sin conocimiento de muchas otras materias. Si se es incapaz de entender el lenguaje religioso, el simbólico, el jurídico del llamado Derecho Positivo, etc., y sin ejercicio de la moral y prudencia en el juicio, la historia pierde, en quien así intenta entenderla, si objeto intelectual subjetivo. Por ejemplo, no hay Historia de leyes, para quien no sabe de Derecho, no puede haber Historia de la Iglesia, para la mente que no conoce la Religión Católica y el Derecho Canónico y el Civil. La Historia como disciplina no sólo advierte de peligros y de seguros fracasos y desgracias que traen determinados procedimientos o actos, ofrece claves para conjurar futuras ruinas, enseña cuál es la vía a seguir para salvarse, y para los mejores triunfos en la vida del cuerpo social de individuos y pueblo viadores. Nos va la vida en ello. Pero de tal cosa tan sumamente grave muy pocos se dan cuenta, o porque desconocen la Historia y si enseñanza moral práctica y pragmática maestra, o porque no advierten la transcendentalidad de los fenómenos históricos, a estos hombres ingenuos les parece que el mundo ha cambiado lo suficiente como para evitar que causas, conceptualmente idénticas a las pasadas, hayan de tener los mismos resultados, ignoran las leyes sociológicas implacables en que, por medio de la inducción, instruye la Historia. «Nihil novum sub sole», pero la mayoría de los interesados no se enteran ni se enterarán nunca del sentido radical verdadero de esa sentencia, el carácter cíclico de la fenomenología natural sobre la que versa la Historia. Por ello sin amantes de novedades no provechosas, de las modas y del cambio caprichoso, tras el que, inadvertidamente para estas anunciadas víctimas, se esconden terribles presagios que aguardan impertérritos su doloroso cumplimiento….
    El pueblo llano, y no poco del no llano, fue, es y desgraciadamente asaz ignorante de la Historia, como ignora, en grado elevado, las Ciencias todas. Sin Sabiduría no hay sabios efectos, sin criteriología adecuada no hay Ciencia, sin prudencia no hay seguridad de buenos resultados, y, sin suficiente formación e instrucción en la Tradición, no hay prudencia que guíe ni la política, ni la vida humana.

    El Arte no es mero fenómeno histórico, ni principalmente psicológico, aleatorio, o de gustos arbitrarios, sino, en su raíz, conjunto ontológico y ontológicamente jerarquizado. La belleza es un transcendental del ente, como lo es Ia bondad, uso lenguaje técnico aristotélico. Tal índole estética, co-constitutiva del espíritu creador del Arte, sus formas objetivas, ontológicas, y sus potenciales efectos altísimamente beneficiosos integralmente para el ser humano naturalmente predispuesto a captarlo y disfrutarlo. La obra de Arte es un lenguaje. Su degeneración es síntoma de corrupción de los sujetos responsables de la mísma, y, a su vez, revela los secretos de espiritualidad y psicología de nuestros ascendientes y su/nuestra historia «e Historia». Ellos, los grandes, grandes pueblos e individuos, los excelsos, así como los castizos, entendían, con propia certeza, que sin Arte verdadero o no se podía vivir, o no valía la pena vivir, como seres humanos y vitalmente civilizados que eran. Los efectos del Arte son muy graves y determinantes. Abandonarlo, o postergarlo, pénalo la Naturaleza, con la desdicha y la míseria espiritual, normalmente coadyuvante, si no irremisiblemente conducente, hacia la perdición. A algunos llevaría a la muerte física. «No puedo vivir sin mis cuadros» (los que tenía colgados en las paredes de su morada), sentenciaba mi difunta Madre, qepd, Doña Armonía, también de nombre Josefina, González y Valdayo, Pintora Artística, por la Escuela de Arte y Oficios de Sevilla y Ia Academia hispalense de Santa Isabel de Hungría. Y era literalmente cierto, o algo peor : Sin los cuadros hermosos, clasicistas y benditos, habría muerto, o perdido completamente la cordura.

    Ricardo de Perea y González, Pbrº. .

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  5. Habrá parecido extraño que afirme que la degeneración del Arte nos revela secretos de espiritualidad y psicología de nuestros padres y ancestros, porque es el Arte mismo quien los descubre. Así es, primordialmente el Arte en sí, pero su degeneración, la pérdida de sus características valiosas, hace que las echemos en falta. Es común el dicho :»No se sabe lo que vale una cosa, hasta que se pierde», como suele pasar con la salud de que se goza, y que se acaba perdiendo.

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  6. Quien no sabe Historia, desconoce de donde viene, donde está y a dónde, de hecho, se encamina. Quien no sabe interpretar el sentido de los hechos, no descubre los nexos causales de los acaecimientos, ni identifica los que son efectos de lo sucedido, desconoce el sentido de los actos consumados, no puede interpretar la Historia como organigrama fáctico y de virtualidades y vectores indicativos. Al contrario, el intérprete certero historiador, es capaz de juzgar y sentenciar el pasado, y el presente a la luz y fundamento del juicio y sentencia fundamentados, de los hechos precedentes, así como será capaz de predecir, con al menos alto grado de probabilidad, el futuro. De tal guisa acertaron, como si hubiese sido adivino del futuro, el Excmº. Sr. Vázquez de Mella y dice éste que idem de idem acaeció con el Doctor y genio Mosén Balmes y Urpiá. Quien no cultiva la Historia como Disciplina sapiencial, a lo más que llega es a ser erudito, y hay eruditos que son poco menos que estúpidos.
    El sentido de la Historia, dice Papini, el significado del pasado, se comprende conociendo el presente como resultado del pasado. Se equivoca cuando absolutiza: ese método a posteriori, porque los hechos también se juzgan legítimamente a priori, sobre la base de principios teológicos y científicos contatados, incluidos los metafísicos.
    El historiador que no es teólogo y filósofo de la Historia no es un sabio universal, sino un mero elaborador de la materia sobre la que versará, soberano, el metafísico veraz de la Historia. Lo difícil es ser lo último, no lo primero, y hallar a un hombre que, siendo metafísico de la Historia, no yerre en cosa alguna. Posiblemente no lo hay, «errare humanum est», y el orgullo ciega, así que habráse de tomar lo que haya y cada cuál discierna con el auxilio de Dios.
    Tan inmensa es la materia, tan profunda, extensa y árdua la labor, que creer que «la gente» está capacitada para gobernar o juzgar acertadamente a su pueblo, en cualesquiera asuntos políticos, que implican a la Historia, o sea, el pueblo indiscriminado a sí mísmo, es despropósito. ¡Ni siquiera somos enteramente capaces de conocernos perfecta y enteramente, en todas las cosas importantes, a nosotros mismos, el individuo a un individuo (él mísmo), ¿Y afírmase que incluso el rústico y el palurdo son idóneos para juzgar bien a todo un pueblo, su política, su Historia y su Destino? Si no es por milagro, no es posible lo humanamente Imposible, por milagro hasta una burra, como la de Balaám puede hablar e incluso ser Oráculo del Señor del Universo. Me parece que más proclive es el Criador a hacer milagrosamente hablar juiciosamente a los brutos, a quienes para expresarse no les hace falta articular palabra, que a los ignorantes osados, de entre los seres humanos. Contra el loco Rousseau, en lo bueno buen literato, teniendo mucho de malo y envenenador, nos hemos alzado teístas y ateos, el Beato Fray Diego José de Cádiz, el Obispo de pseudónimo Rafael Vélez, y el grandioso Friedrich Nietzsche en lo que, ajustado por nosotros a nuestros criterios, nos revela de verdad.
    Jamás consultaré a los necios, ni a los estúpidos, ni a los frívolos engreídos, sí a infantes y a algunos locos, son más instructivos.

    Ricardo de Perea y González, Presbítero.

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