López Obrador está detrás de este complejo escenario, como el titiritero que mueve hábilmente los hilos, porque está convencido de que la Guardia Nacional debe ser la única institución de seguridad pública, interior y nacional

Por Jorge Santa Cruz
Imagen ilustrativa: Capital 21
Las fuerzas armadas son utilizadas como carne de cañón por el presidente Andrés Manuel López Obrador porque es su enemigo encubierto.
En un arranque de sinceridad, el jefe del Ejecutivo federal le dijo a un grupo de directivos y reporteros del periódico La Jornada el 1 de julio de 2019 que le gustaría desaparecer al Ejército, pero que no puede hacerlo:
«Si por mí fuera, yo desaparecería al Ejército y lo convertiría en Guardia Nacional, declararía que México es un país pacifista que no necesita Ejército y que la defensa de la nación, en el caso de que fuese necesaria, la haríamos todos. Que el Ejército y la Marina se convertirían en Guardia Nacional para garantizar la seguridad».

Entrevistado con motivo del primer aniversario de su triunfo electoral, López Obrador agregó al respecto:
«No lo puedo hacer porque hay resistencias. Una cosa es lo deseable y, otra, lo posible. El paso que dimos fue importante porque la situación era increíble: tenemos 230 mil elementos en el Ejército, 65 mil en la Marina y podían estar asaltando frente a un cuartel y (los militares) no podían meterse porque no lo permitía la Constitución».
Reconoció entonces que una de sus preocupaciones tenía que ver entonces con la manera de llevar a cabo una reconversión del Ejército y la Marina, de tal manera «que se respeten los derechos humanos y que haya un comportamiento distinto en la Guardia Nacional, formada por militares y por marinos. Es un desafío».
López Obrador tenía claro aquel 1 de julio de 2019, como lo tiene en la actualidad, que actuar abiertamente contra el Ejército y la Marina provocaría una reacción de impredecible magnitud, no solo al interior de nuestras Fuerzas Armadas, sino de la sociedad mexicana en su conjunto. Por eso evita atacarlas frontalmente y ha optado por desgastarlas. Dicho en otras palabras: canceló el golpe inmediato por un plan de largo plazo, para el cual necesita a Claudia Sheinbaum.
Los golpes silenciosos que ha dado el presidente López Obrador contra el Ejército -principalmente- y contra la Marina son los siguientes:
- Desaprovechar los recursos del Estado mexicano en materia de seguridad pública con el pretexto de que todos están corrompidos.
- Eliminar corporaciones policiacas en lugar de sanearlas, reestructurarlas, capacitarlas y dotarlas de los elementos humanos, técnicos y de disuasión necesarios para que garanticen la seguridad pública.
- Enfrentar a nuestros soldados contra todos con la finalidad de que incurran en fallas que permitan a la Cuarta Transformación justificar la extinción del Ejército por «ineficiente», «impreparado», «violador de derechos humanos» y «corrupto».
- Poner a la Guardia Nacional bajo el mando del poder civil para propiciar que se corrompa, como sucedió con las anteriores policías federales.
- Valorar la posibilidad de traer fuerzas extranjeras (de Cuba y/o Venezuela) para encomendarles la formación de la Guardia Nacional.
- Impedir que nuestros soldados respondan a los ataques perpetrados por los diversos grupos criminales, mismos que disponen de armas letales.
- Ordenar que la Secretaría de la Defensa Nacional construyera obras como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, las sucursales del Banco del Bienestar u obras del Tren Maya con el propósito de que algunos de sus elementos incurrieran en actos de corrupción o exhibieran falta de preparación en la gestión de empresas civiles. Ser militar no implica saber mandar en empresas con valores volátiles. En ellas no hay personal que obedezca de manera institucional ni que se le pueda castigar como en los cuarteles.
López Obrador está detrás de este complejo escenario, como el titiritero que mueve hábilmente los hilos, porque está convencido de que la Guardia Nacional debe ser la única institución de seguridad pública, interior y nacional.
Es tan sagaz que se sirve de las filtraciones difundidas por medios opositores sobre errores graves o presuntos actos de corrupción de elementos del Ejército.
Quienes difunden tales informaciones (textos, audios, videos) están persuadidos de que lesionan la imagen presidencial cuando, en realidad, sirven de comparsas del jefe del Ejecutivo federal. Así de astuto es López Obrador.
El trabajo periodístico de estos medios es insuficiente, pues cada vez que acusan a un funcionario del Ejército mexicano de no haber aplicado un recurso o de haberlo desviado no amplían sus investigaciones.
Resulta absurdo y hasta sospechoso que cada vez que acusan a un funcionario militar de no haber aplicado un recurso presupuestal o de haberlo desviado, callan los nombres de los otros que integran toda la cadena de mando (desde el que presupuestó, hasta el que construyó pasando por el que supervisó, etc.). La corrupción está distribuida a lo largo de dicha cadena y llega hasta a las empresas que facturan.
López Obrador entregará el poder el 1 de octubre venidero; le restan cinco meses de mandato y, hasta el momento, no ha extinguido a nuestro Ejército y a la Marina. Tiene, sí, su Guardia Nacional, compuesta mayoritariamente por militares a los que quiere privar de su institucionalidad sin conseguirlo. El compromiso con la Patria, la lealtad a México y el honor militar de sus integrantes provenientes del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina los han protegido frente a las traiciones de este gobierno comunista.
Por lógica, la encargada de terminar de destruir a nuestras Fuerzas Armadas será Claudia Sheinbaum. Por lo menos, así lo piensa el presidente López Obrador.
De entrada, Sheinbaum ha dicho que el Ejército permanecerá en las calles el tiempo que sea necesario; lo que no dice es que le seguirá impidiendo defenderse y desmembrar a los cárteles de la delincuencia organizada. Ella se siente ya presidenta de la República. Una presidenta que «ama al pueblo»; pero a la que -paradójicamente- no le importan las bajas de soldados, marinos, guardias nacionales… No le importan nuestros militares ni sus familias.
Nuestras Fuerzas Armadas peligran, más de lo que suponemos.

[…] (El presente artículo se publicó de manera original en Sin Compromisos). […]
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